Menú
EDITORIAL

Cautivos del servicio público y la telebasura

El asfixiante y repugnante acoso del que ha sido objeto la novia del ministro de Fomento Álvarez Cascos por cuenta del programa de Tele 5 "Aquí hay tomate" ya no es sólo una nueva muestra de la degradación de buena parte de los programas de la televisión, sino de la cantidad de derechos que son conculcados para producir su producto basura. María Porto y, antes que ella, muchas otras personas conocidas, más que protagonistas, han sido victimas de lo que no es otra cosa que una agresión a su intimidad, a su honor o al libre ejercicio de su profesión perpetrada por algunos medios de comunicación que luego tienen la desfachatez de ofrecérnosla a los telespectadores como si de una noticia se tratara.
 
Aunque ahora muchos medios incluidos los escritos no quieran reconocer su contribución a este estado de cosas, es evidente que una sobredimensionada y, sobre todo, mal concebida defensa de la libertad de información es lo que lleva a muchos periodistas a creer que su condición profesional les autoriza a cometer todo tipo de atropellos. Si un simple espectador, un cliente o incluso un expositor hubiera acosado a la directora de la Galería Marlborough de la forma tan zafia y brutal como lo hizo el pesado reportero de "Aquí hay tomate", no nos cabe duda que hubiera sido expulsado inmediatamente de la sala. La novia de Cascos, así como los agentes de seguridad, tuvieron, sin embargo, que aguantar estoicamente a que el reportero se cansara de su molesto e intolerable numerito. De otro modo, muchos medios que ahora critican el proceder del reportero, hubieran salido a defender "su derecho a informar, conculcado por la novia del vicepresidente del Gobierno". Téngase en cuenta que si casi toda la prensa escrita se opuso a la clausura de un diario proetarra apelando al derecho a la libertad de información, qué no hubieran dicho de producirse la expulsión de un periodista, aunque fuese de la crónica rosa...
 
Conviene también destacar que, al margen de los atropellos y los acosos informativos en los que incurren algunos programas para producirla, los telespectadores no somos cautivos de la telebasura pese a ser la televisión un "servicio público"; lo somos precisamente y en buena parte por ese motivo. La inmensa mayoria de las televisiones son estatales y las pocas que no lo son actúan como privilegiadas concesionarias de ese servicio público. Y todas ellas emiten programas de bajísima calidad.
 
Los que no queremos ser cautivos de la telebasura, pero tampoco de ningún pretencioso despotismo ilustrado, reclamamos que ninguna televisión pueda financiarse con nuestros impuestos y que el mercado se abra a tantas cadenas como físicamente puedan emitir en abierto. Sin duda, muchos canales seguirían emitiendo programas como los que ahora no nos gustan, pero una mayor fragmentación del mercado y una mayor pluralidad nos permitiría el acceso a programas de calidad que no tienen ahora cabida por culpa de las restricciones impuestas al libre mercado audiovisual.
 
Si hay un problema específicamente detelebasuraes porque, sobre todo en determinados horarios, no tenemos otra cosa que ver cuando encendemos el televisor. Sin duda hay discos que son basura, como libros, periódicos, revistas o películas. Lo importante, sin embargo, es que no estamos inexorablemente expuestos a esa bazofia cada vez que queremos leer, escuchar música o ir al cine. Y es que la edición de los discos, libros, o periódicos no es definido como "un servicio público". Afortunadamente, allí todavía impera la libre competencia.

En Sociedad

    0
    comentarios