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José María Marco

Final de campaña

En consecuencia, la posición de Estados Unidos será casi la misma que a día de hoy, pero considerablemente debilitada. Habrá quien piense que eso es un dato positivo. Yo no lo creo así

La (repugnante) intervención de Osama bin Laden en la campaña electoral norteamericana no parece haber tenido un efecto decisivo. Probablemente habrá favorecido un poco a Bush, pero los demócratas supieron responder a tiempo. La intención de voto parece haber variado muy poco. A pesar de la virulencia de la campaña, hay consensos que todavía se respetan.
 
Esto indica varias cosas. Una, con respecto al futuro, otra con respecto a la propia campaña. En cuanto al futuro, señala que una posible administración Kerry no introducirá grandes cambios en la política exterior norteamericana. Las tropas seguirán en Irak, tal vez incluso reforzadas; continuará el apoyo a Israel; no se reducirá la presión sobre los Estados que no respeten la legalidad internacional, y proseguirá el repliegue de tropas de Europa.
 
En cuanto a la propia campaña, la incapacidad de los terroristas para influir en la campaña indica que la retórica desplegada por la oposición ha sido más ideológica que otra cosa. Se ha hablado poco de economía, sin duda porque la economía norteamericana está en buena salud: según todos los datos, como lo estaba en 1996 cuando la reelección de Clinton. Mucho más espacio han ocupado los temas culturales: el aborto, la investigación con células madre, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Más que un signo de cambio, esto señala fidelidad a una tradición. Los norteamericanos no han renunciado a su gran tradición moralista y siguen preguntándose por los efectos sociales de la conducta individual. Una posible administración Kerry podrá introducir cambios en esto y en la economía. En cualquiera de los dos casos, el margen de intervención es pequeño.
 
En realidad, la oposición a la administración Bush ha venido más de los medios de comunicación que de las filas de los demócratas. Los medios, abrumadoramente anti Bush, han alimentado los debates y obligado a los candidatos a tomar posiciones. La campaña de Bush no ha sabido o no ha podido ofrecer una argumentación compleja y atractiva, capaz de neutralizar este bombardeo, y se ha refugiado en la repetición de unos cuantos principios convertidos en eslóganes. La de Kerry ha seguido fielmente las líneas de ataque que le marcaban los medios según una táctica oportunista, sin duda rentable.
 
Se anticipa así lo que pasará si gana Kerry. Las grandes líneas seguirán más o menos donde estaban, pero se habrá introducido un matiz nuevo. Kerry deberá su victoria a su incapacidad para articular una línea consistente. La mayor paradoja de esta campaña es que el punto fuerte de Kerry ha sido su inanidad, su perfecta inconsistencia. No puede cambiar el fondo, como ha ocurrido en España, pero cambiará el estilo, lo que en España se ha llamado el talante.
 
En consecuencia, la posición de Estados Unidos será casi la misma que a día de hoy, pero considerablemente debilitada. Habrá quien piense que eso es un dato positivo. Yo no lo creo así.

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