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Pablo Molina

Maestros de la mentira

La izquierda, sencillamente, no quiere un estado palestino democrático y en paz con su vecino israelí.

Los principales medios de comunicación, emplean en sus informaciones relacionadas con el conflicto israelí-palestino un atroz sesgo antijudío. No es una suposición, es un dato. Lo que no sabíamos hasta ahora era el nivel de sofisticación al que llegan en la elaboración de sus píldoras desinformativas, pero tras ver este vídeo realizado por un cámara independiente, Richard Landes, cualquier duda al respecto queda inmediatamente disipada.
 
Palestinos que disparan contra edificios vacíos simulando repeler ataques de fuerzas israelíes, heridas que cambian misteriosamente de extremidad, entierros de víctimas de la «masacre de Jenín» en los que el muerto entra y sale del féretro sin que los dolientes del cortejo se sorprendan lo más mínimo o periodistas aleccionando a una parturienta que ha sido retenida en un control militar sobre lo que tiene que contar a la televisión, son sólo algunas de las escenas mostradas en este trabajo que, casualmente, siempre son eliminadas de los reportajes que ilustran al mundo sobre la maldad israelí y el sufrimiento del pueblo palestino.
 
Pero el fenómeno viene de antiguo.
 
El 30 de septiembre de 2000, el New York Times publicó la foto impactante de un joven ensangrentado mientras un militar israelí blandía su porra frente a él. En el pié de foto se identificaba al herido como a un palestino, víctima de los disturbios ocurridos en el Monte del Templo. La verdad, sin embargo, es que se trataba de Tuvia Grossman un estudiante judío de Chicago, que había sido sacado a la fuerza de un taxi en un barrio árabe por un grupo de unos cuarenta palestinos que lo apalearon salvajemente. El soldado israelí sólo intentaba parar la agresión. En su rectificación, el periódico se limitó a explicar que el herido era un «estudiante americano en Israel», así, sin más. Ni una palabra del ataque sufrido ni de sus autores. Más tarde tuvo que reconocer toda la verdad, pero mientras tanto, la foto famosa había dado la vuelta al mundo.
 
Muy célebre fue también el caso del «asesinato» de Rachel Corrie, una pacifista norteamericana, se nos dijo, aplastada por una excavadora del ejército israelí que intentaba derribar la vivienda de un pacífico farmacéutico palestino, en la que vivía con su mujer y sus tres hijos. En realidad, la Corrie y sus camaradas, activistas todos del ISM (Internacional Solidarity Movement), grupo anarco-comunista que apoya abiertamente el terrorismo palestino, intentaban evitar que el ejército israelí cegara los túneles que comunican Egipto y la franja de Gaza, por los que entraba diariamente todo tipo de armamento con destino a los grupos terroristas.
 
¿De veras creen los «medios progresistas» que con este tipo de basura ayudan al pueblo palestino? Es bastante dudoso. Lo cierto es que la izquierda necesita la existencia de sociedades depauperadas para mantener la ficción de que su denuncia del sistema capitalista sigue siendo válida y, en este contexto, el pueblo palestino cumple su papel. Como el cubano, que asiste estupefacto a las romerías periódicas de la izquierda millonaria a la isla-cárcel, para cantar las excelencias de un régimen que condena a sus ciudadanos a carecer de las comodidades que ellos disfrutan bajo el yugo demoliberal. La izquierda, sencillamente, no quiere un estado palestino democrático y en paz con su vecino israelí. A los palestinos podría darles por dejar las bombas y empezar a prosperar, ¡incluso convertirse en capitalistas! y eso está más allá de lo que ningún «defensor de los oprimidos» está dispuesto a tolerar.

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