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Amando de Miguel

Curiosidades literarias

Ángel Sánchez de Horcajo comenta la conocida charada escolar de suponte que no. Realmente en latín es sub ponteque no, es decir, "y yo nado bajo el puente".

Hug Banyeres corrige alguna expresión latina en torno a las órdenes religiosas. Dice así: "Ordine fratri minori significa en por la orden para el hermano del menor. Creo que OFM significa Ordo Fratrum Minorum, o sea, orden de los hermanos menores".

Por si fuera poco, José Antonio Martínez Pons añade algunas especificaciones sobre las siglas referidas a las órdenes religiosas. Este es su dictamen: "No olvidemos la S.J. de los jesuitas ─sociedad de Jesús─. Siguiendo con los franciscanos, efectivamente las siglas son OFM, pero hay tres variantes. Además de los OFM, están los OFM conv. (conventuales) y los OFM cap. (capuchinos). Pero además está la VOT (venerable orden tercera), formada por seglares, y sin meternos en las ramas femeninas, que son incontables, las TOR (tercera orden regular) que en tiempos utilizó la sigla OPC (Ordo peninentiae claustralis)". Don José Antonio precisa, además, la diferencia entre monje (religioso que vive en un monasterio), fraile (religioso que vive en la calle) y cura (religioso que no hace votos de obediencia, castidad y pobreza). Los jesuitas hacen un cuarto voto, el de obediencia al Papa. Añado las entrañables siglas de S.M. (Societas Mariae), la de los marianistas con los que me eduqué.

Carlos Javier Rodríguez Oliva aporta otra versión de la famosa charada: Mater tua mala burra est (= tu madre come manzanas coloradas). La otra forma es: Mater tua mala putra est (= tu madre come manzanas podridas).

Ángel Sánchez de Horcajo comenta la conocida charada escolar de suponte que no. Realmente en latín es sub ponteque no, es decir, "y yo nado bajo el puente".

José Ramón Miguel encuentra el siguiente lema en el escudo heráldico del apellido Miguel: "Cruce sectarum catera ut lutum putendis". Me pide una traducción libre. La petición desborda mis posibilidades. Armado con el Raimundo de Miguel me es imposible dar con la traducción. Así que consulto con el latinista de guardia, exclusivo para esta seccioncilla, Fidel Argudo Sánchez. Me envía don Fidel a vuelta de correo un extenso dictamen sobre el particular. Entiende que "cruce" debe de ser "crucem". Por lo mismo "catera" tendría que figurar como "catervae". En cuyo caso la traducción literal vendría a ser "Valoremos como barro la cruz de la multitud de las sectas". O también, con una construcción libérrima: "No demos ningún valor a tener que soportar a una multitud de sectarios". ¡Excelente! A partir de ahora hago mío el lema de mi apellido. Su quintaesencia podría ser: "No hagamos aprecio de los que dice la turba de sectarios". Gracias sean dadas a don Juan Ramón por el estímulo y a don Fidel por su sabiduría. Con libertarios así me siento todavía más libre.

Hay noticias refrescantes que animan un poco en medio de este páramo de iniquidades. Juan Ignacio Contreras (Almuñécar, Granada) me participa que su madre, de 71 años, aprendió a leer a los 50 y ahora acaba de leer el Quijote. "Se ha divertido muchísimo". Cuánto me congratulo. Déle a leer mi último libro Sociología del Quijote (CIS), mi personal homenaje al dichoso IV Centenario.

Mª Galina García Maldonado confiesa que "la primera parte del Quijote me encantó, la segunda se me hizo un poco larga". Su opinión es que, en lugar de recomendar el Quijote, un "libro que es difícil" de leer, fomentemos la lectura de autores más amenos, como Mihura, Jardiel Poncela o Valle-Inclán. Sobre gustos hay mucho escrito, pero es la primera vez que leo lo de que la segunda parte del Quijote es más tediosa que la primera. El acuerdo de la crítica es, al contrario, que la primera parte del Quijote es muy plana, con muchas interpolaciones de novelitas. En cambio, la segunda es más rica, interviene mucho más Sancho (que es la sal de la historia), hay más personales pintorescos. La lectura del Quijote (nada difícil) no desplaza la visita que podamos hacer a Mihura, Jardiel Poncela, Valle-Inclán o tantos otros. Es más, esos tres no se pueden entender sin el Quijote, el fundador de la literatura irónica española. Valle-Inclán es de lectura más difícil que el Quijote, aun estando más cerca en el tiempo.

Jorge A. Waterhouse-Hayward de Irureta Goyena (Canadá) se pregunta por el nombre del asno que montaba Sancho Panza. Es tan humilde que ni siquiera tenía nombre. Su amo lo llamaba "el rucio" porque era de ese color (pardo claro). Es como si llamara a su mujer "la morena".

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