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Antonio José Chinchetru

Chupópteros frente a la cultura

Tratan de vincular dichos contenidos en exclusiva con la industria cultural, cuando estos son creados en su mayor parte por personas que no tienen nada que ver con dicha actividad económica.

A los mandarines de la supuesta cultura, y por lo que parece también a numerosos serviles de su ámbito, no les ha hecho gracia la aparente retirada del artículo 17 bis de la reforma de la LSSI. A la SGAE y compañía les ha molestado que el Ejecutivo aprobara un proyecto de ley del que se había retirado el otorgarle a las sociedades de gestión de derechos de autor una terrible capacidad censora y de intromisión en los ordenadores de los ciudadanos. Uno de los más representativos Teddy Bautista Boys, Pedro Farré, ha protestado en nombre de sus patrones por este hecho.

Farré, un abogado al que las garantías constitucionales a la libertad de expresión parecen no importarle en absoluto, se expresó en contra de dicha retirada durante la presentación de un lamentable manifiesto a favor del canon digital apoyado por 200 organizaciones y titulado Los contenidos son el corazón de la Sociedad del Conocimiento. Resulta significativo que una entidad como la SGAE exija poder ordenar el cierre de páginas web en la presentación de un texto con ese nombre. Si te dan poder para controlar los contenidos ajenos, te están otorgando la capacidad de controlar dicha Sociedad del Conocimiento y así tratar de dirigir la mente de los ciudadanos.

El manifiesto en cuestión es totalmente orwelliano, lleno de interpretaciones torticeras de la realidad. Tal vez lo único que tenga algo de cierto es el título, y sólo a medias. Los contenidos sí ocupan un lugar central en lo que ellos llaman Sociedad del Conocimiento, pero están junto a otras cosas igual de importantes como la hasta hace poco inimaginable capacidad de comunicarse de forma instantánea con cualquier lugar del mundo o la rápida transmisión de datos de un punto a otro del planeta. Pero ellos introducen una falsedad más. Tratan de vincular dichos contenidos en exclusiva con la industria cultural, cuando estos son creados en su mayor parte por personas que no tienen nada que ver con dicha actividad económica.

De hecho, la SGAE y compañía no son el ejemplo a seguir en la relación entre cultura y Sociedad del Conocimiento. Hay iniciativas privadas que sí buscan conjugar arte y conocimiento con Internet u otras tecnologías y lo hacen sin tratar de eliminar los derechos ajenos (a la propiedad o la libertad de expresión). Sirva de ejemplo una que conocimos hace poco, llamada Proyecto Seléucida. Se trata de un sito web, con formato de bitácora pero que es mucho más que un blog, destinado al fomento de la literatura en numerosos aspectos.

En dicho sitio uno puede leer desde noticias y críticas literarias a fragmentos de novelas. El responsable del proyecto deja a disposición de los internautas textos cuyos autores quieres dar a conocer y que mantienen cierta calidad. Al mismo tiempo se ofrece para, utilizando sus contactos en el sector, a acercar a novelistas nuevos a las editoriales. Esta sí es una apuesta para que Internet se convierta en un vehículo de fomento de la lectura y la escritura. Todo lo contrario a propuestas como el canon o el artículo 17 bis, que tan sólo pretenden que una casta de mandarines culturetas sigan chupando del bote de un modelo de negocio tan injusto como anticuado al precio de frenar el desarrollo de la sociedad.

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