La evolución, la inversión económica, el trabajo continuado y el estudio de las diferentes vertientes futbolísticas han permitido que Islandia acceda a la Eurocopa de Francia. Han alcanzado el grado de profesionalidad óptimo para clasificarse como segunda de grupo por detrás de la República Checa y por delante de Turquía.

Islandia celebra su pasaporte para Francia como si de un título se tratase. No es favorita y ha caído en un grupo impredecible. Portugal se postula a liderarlo y la segunda plaza se reparte entre islandeses, austríacos e húngaros por igual. Al menos, a grandes rasgos.

Islandia no se complica. Sabe cuáles son sus virtudes, sus carencias y el potencial de otras selecciones. Sin embargo, tienen claro lo que quieren y saben cómo conseguirlo. La base es el grupo. Un equipo que piense al unísono, que no se divida y que todos los que estén alineados respiren al mismo compás. Ante rivales de mayor rigor táctico deben replegarse con organización.

Defensivamente no pasan apuros para la recuperación de balones y el juego aéreo, tanto para cubrir la portería propia como en ataque, es una de sus virtudes gracias a la envergadura de sus jugadores. Entre los defectos, el principal es la falta de experiencia. Aunque Lasse Lägerback y Heimir Hällgrimsson han liberado a su equipo de ataduras y al hacer que les funcionen dinámicas simples pueden sorprender en Francia superando las diferentes pruebas que tengan por delante.