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Los comerciantes borran en tiempo récord todo vestigio de huelga

24 horas después de la huelga no queda apenas nada del carísimo merchandising sindical. Los comerciantes de la Gran Vía ya los han quitado con trabajo extra y resignación. Una lección magistral de cómo tirar 5 millones de euros a la basura.

Tan sólo 24 horas después del megapiquete que asoló la Gran Vía madrileña el miércoles por la mañana, apenas queda alguno de los miles de carteles y pegatinas que los piqueteros pusieron por toda la calle. Los comercios abiertos, que en la Gran Vía son casi todos, han retirado una a una, en ocasiones con gran esfuerzo, las pegatinas de CCOO, UGT y otros sindicatos llamando a la huelga general o, simplemente, dando por cerrado de manera preventiva el establecimiento.

En los pocos comercios cerrados al público la propaganda permanece, y ahí seguirá hasta que el dueño la quite. En el resto las labores de retirada de pegatinas comenzaron en algunos casos el mismo día de la huelga. Ayer por la mañana todos los comerciantes de la Gran Vía y sus calles aledañas se encontraban en la calle limpiando escaparates. Un trabajo de chinos que, en el caso de las cadenas de ropa y alimentación, se encargó a jóvenes dependientes.

En McDonalds que hay en la red de San Luis, Rosa, camarera de nacionalidad ecuatoriana, llevaba seis horas quitando pegatinas con un raspador, un cubo de agua y limpiacristales. "Si, es muy trabajoso", confirma. "A mi me parece bien que protesten, pero no de esta manera, porque luego tiene que venir otro y quitarlo" dice muy convencida, para rematar "no estoy en contra de la huelga, pero no de este tipo de huelgas, ellos vinieron, armaron un escándalo, lo dejaron todo perdido y se fueron".

A la vuelta de la esquina, en una boutique, Ricardo, dueño y dependiente, da los últimos retoques a la luna del escaparte. "Mira, unos sinvergüenzas, cuando vinieron salí a cerrar, pero siguieron poniendo pegatinas y más pegatinas que luego son imposibles que quitar, a mi me ha llevado toda la mañana". Al parecer Ricardo se defendió. "Salí a decirles que no me ensuciasen la luna, que luego yo tendría que limpiarla, porque, claro, estos mucho gritar, mucho ¡huelga, huelga!, pero luego que lo quite otro, un servidor. Se lo pedí pero como si nada, siguieron poniendo pegatinitas... ¡delante de mí, que ya hay que tener mala uva!"

Ricardo no quería hacer huelga porque, "cuando los sindicatos den de comer a mi hija hablaremos, entretanto, el que tiene que trabajar soy yo, y no quiero perder un día de negocio, y más teniendo en cuenta como está el patio". La solución que aplicó ante el dilema de abrir o cerrar fue la del resto de comerciantes de la capital: hacer ambas cosas a la vez. "Cuando les oía venir pues echaba el cierre, pasaban, me ponían todo perdido de pegatinas, y abría de nuevo, entre una cosa y la otra los clientes se quedaban dentro... un poco alucinados, la verdad".

Todo el centro de Madrid fue durante la jornada de huelga víctima de los grupos organizados de piquetes sindicales. Con la Gran Vía la tomaron especialmente. Aparte de alguna pintada que tendrán que quitar los dueños de los edificios, iban ensuciándolo todo con octavillas y cerrando comercios por la fuerza. El escaparate de Mango quedó tapizado de eslóganes sindicales. Ayer dos jóvenes dependientes echaban la mañana rascador en mano quitando una a una las pegatinas. Unas pegatinas especialmente difíciles de quitar. "Deben de llevar el doble de pegamento y estar fabricadas expresamente para que, al quitarlas, se quede siempre la parte de abajo pegada", me cuenta uno de los dependientes.

Poco después del mediodía la huelga ha dejado de existir en esta parte de Madrid. En las calles de Fuencarral y Hortaleza apenas queda algún adhesivo huérfano de los que colocaron sobre las farolas y aún no han sido retirados por los servicios municipales de limpieza. El dineral que invirtieron los sindicatos en propaganda para el día-D se ha ido, literalmente, a la basura.

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