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Gina Montaner

Los que se la juegan por Cuba

Ni los Estefan ni Andy García tenían necesidad de implicarse en una lucha que heredaron de su padres; sin embargo, lo eligieron en una industria donde otras causas son más populares: el calentamiento global, la Guerra en Irak o Guantánamo.

El pasado jueves la cantante cubano-americana Gloria Estefan y su esposo, el productor musical Emilio Estefan, ofrecieron una recepción en su mansión, situada en una exclusiva isla de Miami Beach, cuyo invitado de honor era el presidente Barack Obama. Se trató de un encuentro a puerta cerrada, pero del que la famosa pareja posteriormente charló con los medios de comunicación.

Poco antes de que diera inicio un cóctel que duró casi dos horas, los Estefan tuvieron una reunión privada con el mandatario para explicarle la terrible situación de la disidencia en Cuba; también le mostraron fotos de las agresiones de las que son objeto las Damas de Blanco durante sus marchas pacíficas en la Habana. El gobernante estadounidense, afirmó el esposo de la cantante, tomó nota y les aseguró que su compromiso con la libertad de los cubanos es firme.

Salvo algunas críticas del sector más conservador del exilio, en Miami la mayoría ha apoyado una iniciativa que tiene la garantía de partir de un matrimonio –Los Estefan– cuyo principal interés es altruista, siempre dispuestos a hablar con cualquier jefe de Estado que pueda influir positivamente en un cambio democrático en la isla.

Mientras todavía (aunque cada vez son menos) hay cantantes como Joaquín Sabina o actores como Willy Toledo que se niegan a firmar un manifiesto a favor de los derechos humanos en Cuba, figuras como los Estefan o el reconocido actor cubanoamericano Andy García han dedicado gran parte de sus exitosas carreras a abogar por que en su país de origen, al que nunca han regresado, se acabe de una vez la dictadura de los hermanos Castro. Ni la intérprete de Oye Mi Canto, ni su marido, artífice del mítico grupo Miami Sound Machine, ni García, quien triunfó en Hollywood muy joven, tenían necesidad de implicarse en una lucha que heredaron de su padres; sin embargo, eligieron el deber moral de la denuncia en una industria donde otras causas son más populares: el calentamiento global, la Guerra en Irak o los atropellos en Guantánamo.

Lo cierto es que cuando Andy García marchó recientemente en Los Ángeles junto a miles de exiliados en apoyo a las Damas de Blanco, allí no se vieron los rostros de estrellas como Sean Penn, Francis Ford Coppola o Danny Glover, defensores de otras muchas batallas, e incluso visitantes asiduos a Cuba, que jamás han alzado su voz en contra del régimen de la Habana.

Los Estefan y su buen amigo Andy García se han arriesgado a ser condenados al ostracismo en un entorno en el que, tanto en Estados Unidos como en Europa, lo que siempre ha estado In es la corriente de un progrerío que, a fuerza de ser anti-yanqui, los Castro se les han antojado David frente al poderoso y malvado Goliat. Así de simplona y frívola ha sido la ecuación, dando la espalda y tratando con condescendencia a los intelectuales y artistas de la diáspora cubana.

Gloria y Emilio Estefan son ricos, famosos y muy queridos en la comunidad exiliada. Lo mismo puede decirse de Andy García, cuyo papel en la tercera parte de El Padrino es inolvidable. Los tres podían haberse concentrado exclusivamente en ascender de forma meteórica, sin importarles demasiado el dolor de sus familias y lo que éstas dejaron atrás. En cambio, han sido unos hijos excepcionales, preocupados por lo que sus padres dejaron atrás. Unos ciudadanos ejemplares, siempre pendientes de Miami, la ciudad donde forjaron sus vidas. Unos patriotas que no pierden la menor oportunidad para recordarle al mundo que los cubanos continúan sufriendo bajo el comunismo.

Dos días después de que los Estefan conversaran con Obama, las Damas de Blanco volvían a ser agredidas en las calles de la capital cubana. No me cabe duda de que se lo harán saber al presidente de Estados Unidos. Su apuesta es por el futuro de Cuba.

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