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Amando de Miguel

La falacia del voto útil

Llama la atención que los dirigentes del PP insistan tanto en la salmodia de pedir el "voto útil" a los seguidores de Vox, y en mucha menor medida a los de Ciudadanos.

Llama la atención que los dirigentes del PP insistan tanto en la salmodia de pedir el "voto útil" a los seguidores de Vox, y en mucha menor medida a los de Ciudadanos.
El presidente de VOX, Santiago Abascal, durante un acto en Málaga. | EFE

En la actual campaña electoral, en su más amplio sentido, la práctica más sonora es la que distingue a los dirigentes y escuderos del PP al proponer el "voto útil". Se entiende que la utilidad es para que los peperos obtengan más escaños, visto que los sociatas parece que se llevan el gato al agua. Llama la atención que los dirigentes del PP insistan tanto en la salmodia de pedir el "voto útil" a los seguidores de Vox, y en mucha menor medida a los de Ciudadanos. Ante la poca elegancia o la escasa moralidad de la petición, se insiste en que se refiere solo a las provincias donde hay pocos diputados, esto es, las menos pobladas. Así parece que el asunto no se plantea una cuestión de conciencia sino otra puramente instrumental o pragmática. En la realidad, el voto útil equivale a olvidarse un tanto de la conciencia personal para satisfacer las exigencias del PP. El argumento es que el voto a Vox en esas circunstancias sería tanto como desperdiciarlo, echarlo a la basura, con expresiones bien despreciativas. En la base de tal solicitud late el complejo sentimiento de envidia y resentimiento hacia un partido advenedizo, como pueden ser Vox y, en menor medida, Ciudadanos. Todavía más en el fondo figura la secreta sospecha de que el PP pierde clientela por la conducta irresponsable de algunos de sus antiguos dirigentes. Es un hecho cierto que los voxeros proceden en gran medida de los antiguos peperos desilusionados con sus jefes. Así pues, su voto es reactivo. ¿En qué cabeza cabe, pues, que vayan a votar otra vez al PP, cuando están pensando que dejaron de apoyarlo por sentirse desilusionados? También es verdad que una parte significativa de los votantes de Vox proceden de la abstención. Es decir, son votos que se acumulan a los del conjunto de la derecha.

La idea de solicitar el voto útil se deduce del ansia de los nuevos dirigentes del PP de llegar al cenit de las amenidades del poder. Se comprende que deseen hacer ver que su conducta va a ser más correcta que la de los anteriores líderes. En el peor de los supuestos, su presidente se conformaría con seguir siendo el "principal líder de la oposición". Pero un título así tiene poca cabida en un sistema pluripartidista como el que de verdad funciona. El voto útil contradice esa realidad. Tanto es así que la solicitud de un debate cara a cara entre los líderes de los principales partidos se traduce en diferentes combinaciones más bien alejadas de la realidad.

El error psicológico de solicitar el voto útil de los voxeros reside en que para ellos no es central que su partido llegue a la cúspide del poder. Se conformarían con conseguir unos pocos diputados para que su voz (de ahí el nombre del partido) se pudiera oír en el Parlamento y en las instancias derivadas. De ahí que la incesante repetición de la letanía del voto útil, que más parece una consigna, pueda dar lugar al efecto contrario: a aumentar el número de votos que reciba Vox. Es un curioso efecto bumerán que a veces se produce en las situaciones de confrontación. ¿Qué ocurriría si en alguna circunscripción Vox fuera a conseguir más votos que el PP? ¿Habría entonces que invertir la dirección del voto útil? Nadie del PP se ha planteado tal pirueta. Ahí es donde se ve que todo este juego es una falacia. Tendría gracia que, como un efecto no deseado de la campaña del voto útil, Vox superara el techo electoral que ahora mismo le dan las encuestas. Me atrevo a decir que esa es precisamente mi predicción, basada en mi conocimiento de la naturaleza humana y de mi experiencia en el menester de las encuestas.

La última y más realista de las paradojas, es que, superada la emoción del escrutinio en la noche electoral, PP y Vox no tendrán más remedio que colaborar. No servirá hacerlo de boquilla como ha sido el caso de Andalucía. En efecto, en esa gran región la alianza formal de los tres partidos de la derecha ha derivado en una actitud de desprecio de Vox por parte del PP y aún más de Ciudadanos. Ya se sabe, los conflictos personales más enconados se dan entre parientes. Todo ha sido porque, en el caso de Andalucía, Vox ha sacado menos votos que los otros dos partidos de la derecha. Pero ¿qué sucedería si no fuera el menos votado de los tres tenores? Por lo menos cabe esa posibilidad en alguna provincia. Hagan juego, señores.

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