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30 años de la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar: del despiste de la novia a las lágrimas de Juan Carlos I

Fue la primera boda real celebrada en España 89 años después de la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Fue la primera boda real celebrada en España 89 años después de la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
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El 18 de marzo de 1995, en un día soleado y muy primaveral, contrajeron matrimonio la infanta Elena y Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada en la catedral de Sevilla y ante su altar mayor, un lugar reservado únicamente para la realeza.

La capital hispalense se echó a la calle ya que se trataba de la primera boda real que se celebraba en España desde la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia en 1906. La pareja pronunió el "Sí, quiero" ante el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, los miembros de la Familia Real, mil trescientos invitados, treinta y ocho casas reales y casi mil millones de telespectadores de todo el mundo que pudieron ver la retransmisión, gracias a cien cámaras de TV captaron los momentos de complicidad, emoción, nerviosismo e incluso del carácter de la novia.

Todo comenzó a las 10:30 de la mañana, cuando empezaron a llegar los primeros invitados, entre ellos Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba de Tormes, acompañada de su marido, Jesús Aguirre. Todos los invitados fueron repartidos en 179 bancos y 484 sillas.

Jaime de Marichalar, que vistió el tradicional chaqué con pantalón rayado en gris, camisa y chaleco blanco, y corbata azul marino con cuadrados blancos, llegó acompañado de su madre y madrina, Concepción Saenz de Tejada.

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Mientras, el cortejo real avanzaba desde los Reales Alcázares hasta la Catedral donde fue aplaudido a ritmo de palmas. Lo encabezaban el infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias y su mujer la princesa Ana de Orleans, duques de Calabria. Le seguían la infanta Margarita y su marido Carlos Zurita, duques de Soria; la infanta Pilar de Borbón que iba acompañada de su hijo Bruno Gómez-Acebo, y tras ellos la infanta Cristina y su primo Juan Gómez-Acebo, vizconde de la Torre, fallecido en 2024. La reina Sofía, muy elegante con un vestido azul de Toni Benitez y el príncipe Felipe, ataviado con uniforme de gala de la Marina, cerraban dicho cortejo.

A las doce y media, y mientras repicaban las campanas de la Giralda, la infanta Elena aparecía del brazo (escayolado, por cierto) de su padre y padrino cinco minutos más tarde del horario previsto. Aunque el viento empujaba el velo sobre su rostro, se pudo observar el diseño de Petro Valverde de seda natural en color marfil, de estilo princesa, manga francesa y escote en herradura, con bordados vélales en las mangas, pecho y la cintura, con cola desmontable. El velo de gasa y de cuatro metros estaba sujetada por una tiara de brillantes y platino, creada por Ansorena, regalo de la familia Marichalar. Asimismo, escogió unos pendientes largos de diamantes y perlas de la reina Sofía, y una pulsera que perteneció a la infanta Isabel de Borbón, "La Chata". La encargada de intentar domar la cola del vestido fue su prima, María Zurita, que se las vio y se las deseó en muchos momentos...

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A la entrada del rey y su hija, y después de besar el "Lignum Crucis" el órgano de la catedral hizo sonar el himno de España.

Cuando llegó el momento de darse el "sí, quiero", la infanta Elena, víctima de su nerviosismo, se saltó el protocolo y no pidió permiso a su padre ni tampoco le hizo la pequeña reverencia, para contraer matrimonio. Lo mismo que le había sucedido a su madre, la reina Sofía el día de su boda. También hubo unos momentos para que la infanta sacara su "carácter borbónico" cuando tras convertirse en marido y mujer, el novio le quitó torpemente el velo a la infanta, a lo que ella, de no muy buenas formas, le indicaba cómo tenía que hacerlo. No sería lo único, ya que a la salida, y viendo que la cola del vestido le estaba causando problemas le dio un tirón al mismo mientras ponía los ojos en blanco.

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La retransmisión corrió a cargo de TV y fue dirigida por Pilar Miró, quién falleció tan solo 15 días después de la retransmisión del enlace de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. La obsesión de Pilar Miró fue la de captar todos los detalles y lo consiguió. Ella misma comentaría: "Mi mejor obra de teatro ha sido una película, y mi mejor película, la retransmisión de una boda".

Mientras los invitados iban llegando al Real Alcázar, donde se iba a celebrar el banquete, los novios se dirigieron a la Iglesia del Salvador, donde la infanta Elena dejó su ramo de novia a los pies de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, obra cumbre de Martínez Montañés, en cuya cripta se encuentra la tumba de los bisabuelos de la infanta, el infante Carlos de Borbón y la princesa Luisa de Orleans, padres de María de las Mercedes, madre del rey Juan Carlos. Fue allí donde la infanta derramó las primeras lágrimas al son de la Salve Rociera.

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Posteriormente, se trasladaron hasta los Reales Alcázares en una calesa de mediados del siglo XVIII tirada por seis caballos para disfrutar del menú preparado por Rafael Juliá compuesto por lubina del Cantábrico con trufas y almendras, perdiz roja española en salsa castellana y crema helada de café con almendras y salsa de caramelo. No faltó el pastel de bodas decorado con flores de lis en chocolate, ni los vinos de Jerez, blancos de Rueda, tintos de Rioja o cava del Penedés.

Y, aunque Elena y Jaime comieron perdices el día de su boda, su matrimonio no fue precisamente un cuento de hadas con final feliz y terminó mal. Tras dos hijos en común, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, en 2007 anunciaron con el ya mítico eufemismo "cese temporal de la convivencia", para indicar que su historia se había acabado para siempre. Dos años después, firmaron el divorcio de mutuo acuerdo y Jaime de Marichalar perdió el título de duque de Lugo.

La boda real: datos y curiosidades

Mientras que al dispositivo de seguridad se le dio el nombre de Operación Perla, la prensa lo bautizó el enlace como el de las tres "p": periodistas (porque se acreditaron más de 2.000); policías (sobre unos 4.000) y el pueblo, aunque muchos dijeron que la tercera "p" era de príncipes.

La selección musical de la boda fue una elección de la reina Sofía, donde destacó la "Misa de la Coronación" de Mozart. La interpretación corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica de Sevilla y el Coro Nacional de España.

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Se leyó la epístola sobre la caridad de San Pablo a los Corintios y se eligió para la lectura del Evangelio de San Juan: "Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado". El arzobispo leyó la bendición apostólica del Papa Juan Pablo II que se extendía a los familiares e invitados con el afecto del Sumo Pontífice. El rey Juan Carlos no pudo evitar emocionarse y derramar algunas lágrimas durante la ceremonia.

La decoración de la catedral fue obra de Búcaro. Aunque la reina Sofía había decidido que la decoración de la catedral fuese en blanco, a última hora la infanta exigió un toque de color amarillo.

El príncipe de Gales, actual Carlos III, fue el único caballero que llevó el tradicional chaqué gris claro inglés. Aterrizó en Sevilla poco antes de que comenzase la ceremonia y se marchó sin sentarse a la mesa.

Rosario Nadal sufrió un ligero mareo en el templo (estaba embarazada de su segunda hija) lo que la obligó a recostarse sobre el hombro de su marido, Kyril de Bulgaria.

Una de las personas más aplaudidas fue la madre del Rey, María de las Mercedes, currista y bética, que llegó a la catedral desde el Hotel Alfonso XIII en una carretela tirada por cuatro caballos blancos.

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