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Charlotte Rampling, un mito erótico con tres desgraciados amores

Con 17 años llegó a Madrid para estudiar español.

Con 17 años llegó a Madrid para estudiar español.

Les escribo sobre una de las actrices más fascinantes del cine europeo, aquel mito erótico que nos conquistara cuando rodó Portero de noche, a las órdenes de Liliana Cavani, con un excepcional Dirk Bogarde de coprotagonista. Charlotte Rampling, a sus setenta y un años, vive en soledad, a veces deprimida, recordando sus tres aciagos matrimonios. Y una vida marcada por otras desgracias, como relata en un libro que, si bien no es exactamente de memorias, tampoco de una rigurosa autobiografía, relata episodios que le han ocurrido, titulado Who I am (La persona que soy), aun no publicado en español.

Para empezar esa lista de infortunios con el recuerdo que nunca ha podido olvidar, contando veinte años: el suicidio de su hermana Sarah, que tenía sólo veintitrés. Ésta se marchó a Buenos Aires, casándose con un millonario argentino, tuvo un hijo con él y un día se pegó un tiro mortal. Charlotte nunca ha querido visitar la tumba donde descansa Sarah, a quien insistimos, no ha olvidado.

Fue en la década de los 60 cuando se convirtió en una joven compulsiva, que vivía la explosión generacional, rompiendo esquemas de un país como Inglaterra que había sido modelo del más riguroso conservadurismo. Dada su belleza y su inhibición varios fotógrafos la tomaron como modelo, un icono que no le importó aparecer desnuda sentada sobre un orinal. De aquellos días de alocado comportamiento nos queda su vida desenfadada en un apartamento que compartía con dos amigos. Uno de ellos era su agente artístico, que acabó siendo su marido, Bryan Soutcombe, con quien tuvo a su hijo Barnaby. Se fueron a vivir a París, donde siguió con su comportamiento libre y rebelde. En una fiesta, hacia 1975, conoció a un compositor de moda, hijo a su vez de un músico de prestigio (Maurice Jarre), llamado Jean-Michel, tres años menor que ella. Estaba considerado un genio de la música electrónica.

Cuando entrevisté a Charlotte Rampling una tarde en el restaurante del madrileño paseo de la Castellana, de cocina china, House of Ming, me contó cómo había conocido a Jean-Michel Jarre, con quien contrajo segundas nupcias el 8 de octubre de 1978, tras superar una serie de problemas con su "ex": "Nuestro encuentro fue un "shock", pero no cual clásico flechazo. Era como si dos personas se vieran después de una búsqueda desde hacía tiempo. Nos adaptamos en nuestro trabajo, somos muy felices".

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Una escena de 'Portero de noche'

Tuvieron un niño, David. Jean-Michel había aportado también la hija de una anterior unión, Emilia. Compartían su hogar parisiense con los cuatro niños, de una y otro. Pareja muy unida desde luego al tener como profesión el cine y la música. Aproveché aquel cordial momento de nuestra charla, porque Charlotte Rampling resultaba ser una conversadora llena de simpatía, para pedirle opinión sobre la última película que se había estrenado en España aquel 1981, Stardust Memories, que dirigió Woody Allen: "No tiene nada de loco, es el ser más normal del mundo que conozco. Podrá resultar contradictorio a algunos pero en el fondo es muy conservador, exigente en el trabajo, nada en él es producto del azar. No hay que juzgarlo por su físico o por los papeles que ha interpretado en la pantalla". Acerca de la película que la catapultó a la popularidad, la que ya citamos al principio, Portero de noche, me confió: "Fue el propio Dirk Bogarde quien me recomendó a la directora Liliana Cavani. Acepté a sabiendas de que mi personaje era difícil, que iba a ser conflictivo, que yo corría un riesgo… Pero el film fue extraordinario".

Tras el fracaso con su primer marido procuró con el segundo, Jean-Michel Jarre, no tropezar con la misma piedra. "Antepongo ahora mi vida familiar, me ocupo de nuestros hijos, no desearía que el cine me robase la tranquilidad que disfruto". En otro momento la actriz británica me confesó algo que yo ignoraba, y pienso que muchos de sus admiradores españoles: "Yo estuve en Madrid en 1961, teniendo diecisiete años. Permanecí cuatro meses siguiendo un curso de español que se impartía en la Facultad de Filosofía y Letras. Compartí esos meses en casa de una familia madrileña que me acogió, en plan estudiante pensionada. Tiempo en el que yo no pensaba dedicarme a la interpretación". Bastantes años después rodaría en nuestro país un filme dirigido por el vasco Julio Medem.

¡Ay, los hombres…! Estaba confiada Charlotte Rampling en que Jean-Michel Jarre, al que definió como un tipo sencillo y generoso, le sería fiel. Pero un día se enteró que lo habían visto entrar en un hotel con otra mujer. Y se separaron. Ya a los tres años de su boda con el músico atravesó por una crisis nerviosa, una depresión que no se supo a qué se debía. Era el segundo fiasco matrimonial. Finalizaba la década de los 90 y no era la estrella alegre y alborotada de su juventud. Pero seguía siendo una mujer atractiva. Rodando una película de ciencia-ficción, Zardoz, el protagonista, Sean Connery, quería "meterle mano" a toda costa. Mas ella no se dejó. Tuvo siempre personalidad propia, carácter. Sólo con su poderosa mirada, de unos bellísimos ojos, podía paralizar a un compañero de rodaje que pudiera sobrepasarse con ella.

A poco de romper con Jean-Michel Jarre Charlotte Rampling encontró a quien la hizo feliz durante dieciocho años. El periodo más prolongado de su convivencia. El tercer hombre de su vida. Un consultor de empresas llamado Jean-Noël Tassez. Y cuando más dichosa se encontraba la actriz, él enfermó de cáncer, muriendo en 2015. No había querido casarse con él, pero fue quien más la amó. Y de nuevo se encontró desconsolada. En la soledad de su piso de París. Para romper con ese negro paisaje aceptó en 2009 posar desnuda en el Louvre frente al cuadro de la Mona Lisa. El fotógrafo la mostró todavía bella, ya traspasado su medio siglo. Y no hace un año que apareció también en cueros vivos para el tradicional calendario de la marca Pirelli. Era como proclamar que seguía siendo la musa del erotismo, ya con setenta años a sus espaldas.

Y otra vez dispuesta a continuar ante las cámaras cinematográficas, recientemente, siendo abuela de varios nietos, rodó Hanna, la historia de una mujer enamorada que se queda sola cuando su marido ingresa en la cárcel y lucha para no ser vencida en esas circunstancias, cuando nadie le presta su ayuda. Su interpretación le valió el premio a la mejor actriz del último festival de Venecia, celebrado en el pasado septiembre. Y aunque esté sola, sin un hombre a su lado, no quiere dejarse ganar por la melancolía ni la tristeza de otro tiempo. Necesita estar activa, sentirse otra vez tan libre como enérgica siempre fue, aunque la suerte le haya sido esquiva en su vida íntima.

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