Que las incontables admiradoras de un cantante tan romántico como Pablo Alborán se pregunten si está o no enamorado y cuál es la identidad de su pareja, nos resulta muy natural, como ha ocurrido siempre en la historia de los ídolos juveniles de la canción. Cierto que el cantante, que acaba de reconocer su homosexualidad, ya ha alcanzado la madurez suficiente para saber su inmediato futuro sentimental. Y lo cierto es que un rastreo de cuantas entrevistas he encontrado sobre el malagueño no incluye jamás ninguna afirmación rotunda al respecto, sea hombre o mujer. Siempre llevó tan en secreto sus amores que, al no contemplarlo junto a ninguna mujer asiduamente no ha podido evitar que "inventasen novios", así su admirado Ricky Martin, notorio homosexual que, aunque largo tiempo emparejado, halagó cuanto pudo a nuestro compatriota cuando se conocieron. También le endilgaron a Pablo un supuesto compañero íntimo, el estilista Pelayo Díaz. Y si por el contrario alguien sugirió que entre él y Malú "había algo", quedó inmediatamente claro que sólo eran amigos y colegas. Lo de la hija de Marisol, su paisana, María Esteve, no prosperó, ella le dobla la edad y tiene su vida amorosa ya resuelta. Tampoco tuvo mayor recorrido la simple amistad entre Alborán y su otra colega, Bebe. ¿Entonces, a día de hoy, con quién comparte su corazón? Secreto de sumario. El "paparazzi" que logre esa exclusiva seguro que podrá embolsarse una buena "pasta".
Si escrutamos las letras de sus últimas canciones, las de su cuarto disco de estudio "Prometo", nos encontramos con que emite frases y estribillos dedicados a un amor indeterminado. Le gusta más –por lo menos ahora- contar historias de amor y menos de desamor, al contrario que la mayoría de los intérpretes románticos. Compone Pablo Alborán a piano y guitarra. De "Vivir" recogemos esta declaración: "Del verbo amar yo soy fugitivo". A lo mejor es lo que piensa realmente de sí mismo, y es cierto que no quiere atarse a nadie en concreto y huye de todo compromiso sentimental. Entre líneas, uno puede imaginar cualquier cosa de un poeta cantante como él, que escribe cosas líricas con buen estilo y posee una bonita voz. Su repertorio suele ser intimista, aunque en este reciente disco haya incluido sonidos más rítmicos, de inspiración africana.
Es Pablo Alborán un tipo agradable, muy sensible, que ya reveló que perdió la virginidad cuando se fue a estudiar inglés a Irlanda y, según él, una chica muy despierta le descubrió por vez primera el acto amoroso. Luego, Pablo contaba que no quiso más repetir ni con ella ni con nadie, hasta llegados otros momentos donde comentaría que lo pasó estupendamente. Y ahí quedó la cosa, aunque al margen de la revelación actual continúe envuelta entre la niebla. Con misterio de por medio. Nadie, por el momento, le va a arrancar la confesión esperada sobre quién ocupa su corazón.
Su vida tiene rasgos no muy usuales en las biografías de otros cantantes de su cuerda. Por ejemplo: descender de una familia aristocrática, iniciada por su bisabuelo, el almirante Francisco Moreno Fernández, primer marqués de Alborán. Arquitecto es su padre, Salvador Moreno de Alborán Peralta, casado con una francesa de origen español, Helena Ferrándiz Martínez. Un hogar burgués, de elevada condición social y económica radicado en Málaga. Desde la adolescencia, Pablo Moreno de Alborán se sintió atraído por la música, no tuvo problemas para adquirir una sólida educación que potenciara su vocación. Así, extraña menos que, con sólo doce años, ya empezara a componer canciones. Más adelante, fue a través de Youtube donde empezó a darse a conocer, resultado de lo cual "Solamente tú" tuvo una extraordinaria audición, punto de arranque de su fulgurante carrera musical. Quienes lo criticaban poco menos "por ser hijo de papá", se equivocaban. Pablo es muy trabajador y como se dice vulgarmente "se lo ha currado mucho". No le supuso vergüenza alguna, siendo quién era, miembro de una acomodada familia, irse a cantar abrazado a su guitarra a un restaurante malagueño, donde fue acogido por una familia flamenca, que lo motejó como "El Blanco Moreno", en alusión esto último, claro está, a su apellido. Y así, porfiando, se ganó el afecto de esa deliciosa, gran cantante, su paisana Diana Navarro, que lo ayudó cuanto pudo, como asimismo Sergio Dalma, recomendándolo a su misma casa discográfica. El resto, aun siendo historia más o menos reciente, ya es muy conocido.
Pero tras siete años de frenética actividad, que le pasaron factura, Pablo Alborán entró en una vorágine. Tocó techo en todos los sentidos. Se dio cuenta que sus nervios empezaban a traicionarlo. Que no controlaba ni sus pasos ni sus pensamientos. Estaba agotado. A punto de enloquecer con tantos viajes, tantos conciertos, tantas entrevistas y peticiones de autógrafos, de "selfies". Y se detuvo. Porque sus defensas parecían derrumbarse. Acudió a los facultativos ante la fiebre que no descendía, tuvo anginas incluso, le era ya imposible cantar. Y paró, vaya si paró: dos años de inactividad. Cambió de número de teléfono, aislándose. Hasta que, transcurrido ese largo tiempo pudo reencontrarse a sí mismo, componer nuevas melodías, las que previa selección las ha agrupado en ese antedicho disco actual, "Prometo", que registró en unos estudios de Miami.
Pablo Alborán repite siempre que tras la explosión de un concierto vienen después horas de silencio, o a primera hora de la mañana la práctica del deporte. A mí me parece Pablo Alborán un delicado ser, de buenos principios, que no bebe, no fuma, no se droga… Y en el escenario, o a través de sus discos, sabe encantar con sus íntimas historias de amor. ¿A quién se las dedica, quién le inspira? La respuesta sigue siendo la misma: secreto. Un secreto que lleva encerrado en su alma de poeta romántico y solitario.