Javier Cámara es uno de nuestros mejores actores. Y a la brillantez de sus interpretaciones hay que añadirle la empatía que suscita en quienes lo conocen. Una gran humanidad subraya su carácter sencillo, franco, directo, reflejando su nacencia en el pueblo riojano de Albelda de Iregua hace cincuenta y cuatro años. Es divertido, cuenta anécdotas en sus entrevistas, sus compañeros lo adoran. Y el público de sus películas y series de televisión siempre lo han tenido como un intérprete entrañable en sus comedias, pero también con rigor dramático cuando le toca en suerte hacerlo. Y ahora, a sus éxitos, suma un papel nuevo que hacía mucho tiempo quería hacer suyo en esta vida: el de padre. Lo es de dos hijos, mellizos, niño y niña con los que viajó desde Nueva York a Madrid hace cuatro años, tras recurrir a un vientre de alquiler, lo que también se conoce como gestación subrogada, que aún la legislación española vigente no la ha aprobado.
"Siempre quise ser padre", ha dicho Javier. Lo pensaba ya de joven cuando vivía en su pueblo teniendo muy claro que lo que deseaba ser en el futuro era subirse a un escenario. A su progenitor, labrador, músico los fines de semana, esos sueños de su hijo no le hacían ni pizca de gracia. Tenía un carácter fuerte y tampoco comprendía otras actitudes de Javier, a quien tanto sufrimiento le costó "salir del armario". Ahora que su padre ya murió, lamenta que no alcanzara en vida a verlo triunfar en el cine, incluso en producciones internacionales. Se sintió maltratado por él, no encontró ternura ni apoyo en su juventud. Pero nada rencoroso, lo recuerda y perdona.
Un profesor de Historia le aconsejó que marchara a Madrid para hacer realidad cuanto ambicionaba, ya que no destacaba mucho en los estudios, al menos en aquella asignatura. Así es que como antiguamente se decía "hizo el petate" y se plantó en la capital casi con lo puesto. Para sobrevivir consiguió un puesto de acomodador en un cine y con lo que obtenía, propias incluidas, pudo salir adelante e incluso pagarse las clases en la Escuela de Arte Dramático. Empeñado en ser actor lo consiguió empezando desde abajo. Hoy nadie le discute que lo es por su talento y por las muchas horas que dedica a ensayar y aprenderse guiones y libretos, olvidándose de cualquier cosa que lo distraiga.
En televisión comenzó a ser conocido en una serie cuyo protagonista era Andrés Pajares. También aprendió mucho de la vis cómica de Lina Morgan, trabajando a su vera. Y cuando lo contrataron para la serie 7 vidas, que emitió la cadena Telecinco, ya era un puntal en aquel reparto, donde fingía ser hijo de una madre estupenda, interpretada por la llorada Amparo Baró. Estaban ambos muy compenetrados en sus respectivos papeles, centro de todos los capítulos. Por eso Amparo se enfadó mucho y dejó de hablarle en adelante nada más conocer que Javier Cámara dejaba 7 vidas. ¿Las razones? No podía decirle no a Pedro Almodóvar, que lo llamó para dirigirlo en Hable con ella. Una oportunidad que no podía pasar por alto y rechazarla. Aunque Amparo Baró no lo comprendió así. Pasaron años y cuando Javier se enteró del cáncer que padecía la gran actriz catalana, quiso hacer las paces con ella, quien moriría en 2015.
Dos películas más rodó Javier Cámara con Almodóvar: La mala educación y Los amantes pasajeros, que lo situaron en la cima de los actores más sobresalientes. Y a su vez, otros realizadores contaron con el riojano, que ya tiene una nutrida filmografía. Su último título estrenado hace apenas un mes es El olvido que seremos, una historia real acerca de un colombiano, Héctor Abad Gómez, activista de los derechos humanos, al que un grupo de paramilitares quitaron la vida en Medellín. Javier Cámara ha realizado un gran esfuerzo para captar la personalidad de aquél e incluso adoptar el acento colombiano. Meritoria, gran interpretación.
La intensa actividad que en los últimos tiempos lleva ejerciendo Javier Cámara lo llevó a ser tratado por un psicoanalista durante cinco años, lo que él, con su discreción habitual, contó sólo a sus íntimos. Poco, casi nada se sabe de su vida privada: se desconoce quién es su pareja masculina y el nombre de sus mellizos. Únicamente quiso que se distribuyeran dos fotografías tomadas cerca de su domicilio empujando un cochecito de bebé, con dos asientos, pero sin que se vieran los rostros del niño y la niña, los hijos que han cambiado la vida del gran actor, según confesión propia. En las entrevistas que concede rara vez acepta contestar a preguntas de tipo personal, acerca de su intimidad. En El hormiguero al menos se despachó con algunas frases: "Ser padre es hermoso, yo estoy aprendiendo constantemente de mis hijos".
Javier , si uno se lo encuentra por la calle, no suele olvidarse de alguna de sus gorras, que le sirven para pasar inadvertido lo posible, pero si alguien descubre su identidad y lo detiene, no tiene inconveniente alguno en ser afable con el inesperado interlocutor, firmarle un autógrafo si lo solicita o, más habitual, posar ante un teléfono móvil, esa servidumbre que los personajes populares tienen con los dichosos "selfies". Viste de manera informal, corrientemente camisetas negras. Confesó en una entrevista haberse concedido el capricho de comprarse un piano. Y cuando en un "test" periodístico le preguntaron cuál era su método para seducir, no vaciló: "Con humor". Nunca lo abandona. Es un signo de inteligencia.