
Marbella, en apenas un mes, se ha quedado sin dos de "las reinas de la noche", que atraían en sus negocios a la "jet set" internacional. Una, Régine, que murió en mayo a los 92 años años; la conocí, era bastante antipática, y desde París se instaló en la Costa del Sol malagueña reuniendo en su discoteca a lo más granado del turismo internacional: millonarios, famosos del cine, personajes llenos de "glamour". Y este jueves, día 9 de junio, ha seguido su mismo camino otra compatriota, Olivia Valère, que logró una gran fortuna con sus locales de ocio nocturno. Se ha muerto a los 75 años, en París, tras varios meses enferma, víctima de un cáncer de estómago; gran trabajadora, casada en dos ocasiones, madre de tres hijos. Marbella ha vuelto a teñirse de luto por la desaparición de ambas empresarias.
Los veranos en Marbella tuvieron su auge a finales de la década de los 60, por el impulso que realizó al frente de su Marbella Club el príncipe Alfonso de Hohenlohe, activo personaje que con su "vis comercial" atrajo en su feudo a personajes de la que entonces se llamaba "alta sociedad". Mujeriego, una de sus esposas fue Ira de Fürstenberg. Después de él, Marbella tuvo a Menchu, que muy activa logró en cuantos sitios trabajó, el último en Puente Romano, reunir asimismo a turistas de elevada categoría. En décadas posteriores Jesús Gil alentó la inauguración de otros lugares de diversión en las noches marbellíes, posibilitando el éxito de las mentadas Régine y Olivia Valère. Esta última le ganaba a su rival en simpatía, en presencia física, ciertamente opulenta, con ceñidos vestidos para su más que abultada anatomía, mostrando parte de su generoso busto a la clientela que se dejaba caer a diario por sus clubs. Se cuidaba ese particular con unos porteros que no franqueaban la entrada a quienes no reunieran condiciones: personas mal vestidas, de dudoso aspecto, cargadas de alcohol y ganas de bronca.
Olivia Valère había querido ser actriz en su adolescencia. No logró cumplir tal sueño, aunque ya en edad madura lo suplió apareciendo en dos programas televisivos: Mujeres ricas, en 2010, y Ven a cenar conmigo. Gourmet Edition 2018. Era mujer de poderoso atractivo, boca sensual, ojos sugerentes, muy capacitada para ganarse a su rica clientela.
En París se sabe que estudió Literatura, que fue relaciones públicas del Senado francés, y que en 1981 abrió el primero de sus dos locales nocturnos, "Apocalipsis", especie de café-concert, con música de piano, llamativa decoración, por donde pasaron las celebridades del momento. No le iban mal los negocios cuando la cantante coreana Kimera, buena amiga suya, casada con el millonario Nakashian (fueron noticia en la prensa cuando secuestraron a su hija) la invitaron a su villa de Estepona. En aquel viaje Olivia Valère creyó en las posibilidades de cerrar sus locales de la capital francesa sustituyéndolos por otros en Marbella, centro del "glamour" de la Costa del Sol.
A todo esto Olivia, en lo mejor de su vida, con dieciocho espléndidos años, contrajo matrimonio con un tal Alberto, con quien tuvo dos hijos. Casarse tan joven tiene sus riesgos y en el mundo donde vivía ella expuesta a tentaciones de caballeros que le hacían la corte dio lugar a que un día se cansara de su marido y tuviera otro, el abogado Philippe, de quien heredó su apellido como es usual en los matrimonios galos. Con éste tuvo otro hijo. Me contaron algo más propio de un vodevil; en todo caso, de parejas que se hacen llamar civilizadas. Y es que, por un tiempo, Olivia Valère durmió bajo el mismo techo con sus dos esposos y sus hijos. Entiéndase: en diferentes alcobas. ¿Para ahorrar? ¿Porque seguían queriéndose los ex? ¡Vayan ustedes a saber…!
Ya tenemos a Olivia trabajando en Marbella muchas horas al día en su primer club, "Gray D´Albion", en Puerto Banús, año 1985. Y como le fue de perlas fue abriendo otras discotecas y un restaurante. La discoteca Olivia Valère, que abrió en 2000, era una de las más modernas de Europa. Y también el "Nao Pool Club". Le echaba una mano su hijo primogénito, pero ella ya decimos que se acostaba con los primeros calores de la mañana, después de "hacer caja", ejercicio que al final de temporada le reportaba millones. Renunciamos a pasar lista de cuantos pasaban por sus locales: gentes famosas o populares. Olivia, al contrario que su rival Régine, daba facilidades a los reporteros conocidos, quienes en sus crónicas e imágenes atestiguaban el lujo de aquellas noches. Los camareros desfilaban continuamente portando en sus bandejas muy caras botellas de champaña, observando cómo algunos clientes al pasarles la factura se quedaban absortos echando mano de mala gana a sus carteras. Pero podían volver a su pueblo diciendo que habían estado "en Olivia Valère". No siempre sus negocios estaban a tope: había que atraer al público con alguna presencia extraordinaria. Por ejemplo, en una ocasión contrató a París Hilton para que les hiciera una visita, previo pago, un talón jugoso. Y la modelo acudió, pero sin cumplir alguna cláusula de las que había firmado con Olivia.
La empresaria pudo con sus ganancias adquirir un chalé en Guadalmina Baja, zona de las más caras de Marbella. Allí ha vivido los veranos desde hace cuarenta años. Volvía, con los fríos, a París, donde le ha llegado su última hora, dejando escrito en su testamento que sus restos mortales sean enterrados en la ciudad malagueña.

