
Juan Antonio Fernández Abajo fue uno de los más celebrados presentadores de radio y televisión durante los años 60 y 70. Seguro que muchos lo recordarán por su labor en Radio Nacional de España (Radiogaceta de los deportes) o su presencia en Televisión Española (Siempre es domingo, Todo es posible en domingo). Estaba casado, padre de varias hijas. Las abandonó para dejar Barcelona e irse a vivir a Zaragoza con una joven actriz. Fue de mal en peor, acabando arruinado, sin tener siquiera donde dormir y pidiendo limosna por las calles.
Había nacido en la capital aragonesa el 21 de febrero de 1938. Establecido en Barcelona vivió los primeros tiempos del nacimiento de la televisión en España. Especializado en temas deportivos, fue de los primeros locutores en cantar las glorias tenísticas de Manolo Santana, Juan Gisbert, Arilla… Tanto ante los micrófonos de la radio como en la pequeña pantalla, Fernández Abajo era admirado por sus propios compañeros: poseía una voz magnífica, de clara dicción. Usaba gafas de concha, que le daban un aire de profesor. Sin abusar de su bonhomía no dejaba de sonreír a los telespectadores a la hora de presentar cada espacio, animar a los concursantes o interrogar hábilmente a populares personajes.
Teresa era su esposa. Formaron un agradable hogar en Barcelona. Querían a sus hijas. Nada hacía presagiar que, de la noche a la mañana, sus vidas se tambalearían. Por culpa de un desliz sentimental del presentador, al que le iban bien sus cosas, cobraba suficiente dinero por sus programas de radio y televisión. Además, como él mismo también trabajaba en doblajes de películas y series, decidió montar una escuela especializada en esa actividad. Y en sus comienzos le resultó muy rentable.
Pero, ¡ay, las faldas! ¡Cuántos hombres se han complicado la vida tras ellas! Juan Antonio se prendó de una de las jóvenes actrices de doblaje a la que había contratado. Era de buena familia. Simpatizaron pronto. Y en la intimidad dieron un día en tomar una drástica decisión: él dejaba su hogar, su esposa, sus hijas, para irse a vivir con su nuevo amor. En ese cambio de vida sentimental, Fernández Abajo iba también a sufrir otro que le afectaría profesionalmente.
Ya es sabido que con cambios políticos, hay sectores a los que afecta mucho. Y en la televisión, se producen cuando ello sucede. Juan Antonio Fernández Abajo padeció esa circunstancia y dejaron de contar con él desde las alturas. Su escuela de doblaje también dejó de aportarle ganancias. Se vio preterido en su ambiente y con su nueva mujer marchó a Zaragoza donde tampoco las cosas le fueron satisfactorias y hubo de recurrir a la ayuda del padre de su novia, con la que había tenido dos hijos gemelos. Más gastos en una casa donde iba faltando dinero y aumentando deudas.
Al cabo de un tiempo la situación de Juan Antonio se hizo insostenible. Solo, regresó a Barcelona. Al principio sus hijas parece ser que quisieron ayudarlo. Pero él sentíase humillado con ese ofrecimiento; al fin y al cabo se sabía culpable al haber dejado su hogar por otra mujer. Pidió ayuda en donde lo conocían profesionalmente mas no encontró a nadie que lo socorriera. Su aspecto físico resultaba desolador, deambulaba por las calles de la Ciudad Condal en demanda de algunas monedas con las que pudiera pagarse por la noche una pensión. Ni siquiera pudo acceder a algún trabajo en la radio, pues sus facultades vocales las había perdido. En alguna ocasión pudo refugiarse para dormir en un sótano de los estudios de Televisión Española en Barcelona. Cayó enfermo. Su final tuvo lugar el 6 de febrero, a los sesenta y nueve años. Uno de esos "juguetes rotos" por su mala cabeza.

