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Así fue la boda de "película de espías" de Raphael y Natalia Figueroa hace 50 años

Raphael y Natalia Figueroa se casaron el 14 de julio de 1972 en Venecia. Fue todo un acontecimiento.

Raphael y Natalia Figueroa se casaron el 14 de julio de 1972 en Venecia. Fue todo un acontecimiento.
Raphael y Natalia Figueroa. | Hola

El 14 de julio de 1972 el cantante Raphael se desposaba en Venecia con la aristócrata Natalia Figueroa. Fui uno de los enviados especiales desplazado a ese acontecimiento social, entre una docena de colegas. Los novios pretendieron que su boda fuera de carácter íntimo, hasta cierto punto. Nada de periodistas. Sólo con familiares y un corto número de amigos, que en total no superaría el medio centenar. Lo curioso es que para evitar que alguno de esos seleccionados invitados "se fuera de la lengua", no les dijeron a ninguno el lugar de la ceremonia nupcial. Recibieron billetes de avión, pero con un primer destino diferente para todos, aunque con información semi secreta para después enlazar con otro vuelo que los llevaría al definitivo, es decir, la ciudad de los canales. Extendidos esos billetes sólo con los apellidos de los usuarios, para despistar más a posibles reporteros.

"Esta boda parece una película de espías", diría ante tanto misterio el recordado humorista Antonio Mingote. En mi caso, por razones particulares, me encontraba en tren camino de Barcelona y, nada más descender de mi vagón, fui avisado para trasladarme a Venecia. Como no tenía encima mi pasaporte esa travesía se demoró, hasta que, con urgencia, lo recibí ya cerca del anochecer. Que es cuando hube de tomar un expreso hasta Génova, adonde llegué a las cuatro de la mañana, me fui al aeropuerto, solitario a tan intempestiva hora, tumbándome sobre un banco, dormité hasta que tres horas después pude despertarme por los ruidos que emitían los primeros viajeros. Así, pude sacar mi billete hacia la capital veneciana, no sin problemas, pues no me admitían en principio ni pesetas ni francos franceses. Al fin, aterricé en el lugar del enlace, con la desagradable sorpresa de que mi equipaje lo habían extraviado. A la vuelta, no sin dificultades, logré recuperarlo. Llegué a bordo de un vaporeto hasta el hotel previsto, ya con un par de compañeros. Era mediodía. Pude tras esa aventura, igual que otros colegas pasaron también lo suyo, estar presente a media tarde en la iglesia de San Zacarías, situada en San Marcos, la zona más espectacular y conocida de Venecia.

La novia, Natalia Figueroa, iba de blanco, confeccionado el vestido de piqué, con volantes que imitaban una bata de cola. El novio, Rafael Martos Sánchez, Raphael, de riguroso chaqué oscuro. Padrino de la novia, su padre, el marqués de Santo Floro; del novio, su madre, doña Rafaela Sánchez. La ceremonia fue oficiada por el padre Cenobio, llegado expresamente desde México, su país, amigo del cantante. Contrayentes e invitados hicieron el recorrido a pie, dadas las características del entorno, desde el hotel al templo; corto trayecto pero con la singularidad de que tuvimos que atravesar la explanada de San Marcos, rodeada de cafetines y turistas, que aplaudían el cortejo, aunque la mayoría no advirtió la identidad de quienes iban a casarse. De otro modo, el jolgorio y las apreturas hubieran producido incomodidades.

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Raphael y Natalia Figueroa | Cordon Press

Finalizada la ceremonia que duró exactamente cuarenta y cinco minutos terminamos en el legendario hotel Danieli Royal, donde disfrutamos de una opípara cena. El padre de Raphael, Francisco Martos, procuró en todo momento, tanto en la iglesia como en el "lunch" nupcial pasar inadvertido. Jamás salía en las revistas fotografiado, ni en los estrenos de su hijo: "Nunca he querido aparecer en público – me dijo, con parquedad -. En cuanto a la boda me enorgullece emparentar con la familia de Natalia, una mujer inteligente que hará feliz a mi hijo". El progenitor del cantante era un obrero albañil, sencillo y austero, que ya vivía en el chalé que su hijo tenía en la Costa del Sol, ocupándose de arreglos y vigilancia, puesto que Raphael iba poco por aquella propiedad.

De la lista de invitados, destacaba la presencia de José María Pemán, el ilustre escritor gaditano y académico de la Lengua, amigo sobre todo de Natalia, que había escrito tiempo atrás en ABC un artículo, que yo le recordé: "Raphael con ph". Al día siguiente de la boda publicó en el mismo matutino, otro. Me dijo: "A mí esta boda me ha parecido maravillosa. Todavía quedan románticos en el mundo. Y cuente usted que yo defendí en los círculos sociales en los que me muevo esta unión en contra de los que la desaprobaban". Luego, Pemán me contó un chiste verde: "Por favor, no lo reproduzca en su revista", me rogó entre risas compartidas.

Otros ilustres invitados, eran: el doctor Tamames, reconocido cirujano; la actriz Carmen de la Maza y su marido, el director de cinem Agustín Navarro; Aurora Bayona, la popular Mili, del desaparecido dúo Pili y Mili; naturalmente el mánager de Raphael, Paco Gordillo y Soledad, su esposa, cantante antes de casarse…Lamentó no poder asistir Lucía Bosé, muy buena amiga de Natalia, por estar esos días rodando una película. Y entre los familiares de Natalia, su hermana Matilde, elegante y simpática dama, que moriría a temprana edad; y sus sobrinas Isabel y Marta Chávarri, niñas todavía; la última fue protagonista años más tarde, estando casada con Fernando Falcó, marqués de Cubas, de ser fotografiada sin ropa interior en una discoteca, con gran escándalo, pues dejaba al aire sus partes íntimas.

No hubo música durante la cena y los desposados se libraron de bailar el tradicional vals. Natalia me dijo que habían elegido la capital de los canales para casarse huyendo del tumulto si se hubiera celebrado en España. "Habíamos pensado en Versalles, pero Venecia terminamos pensando que era más romántico. La elección fue de Raphael". Los regalos que se intercambiaron, fueron: de él una pulsera de brillantes y un coche "sport"; de ella, unos gemelos de oro con un brillante cada uno y un aparato de televisión.

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Imagen de la boda | Archivo

A primera hora de la mañana coincidimos con los recién casados en una lancha que los llevaba a tierra, luego en coche hasta el aeropuerto, vuelo Venecia-Roma. En Fuimicino, corriendo por las pistas, logré en un hangar recuperar mi perdida maleta. Raphael y Natalia iniciaron entonces su luna de miel. Un mes más tarde, el cantante tenía ya la fecha de su reaparición, en Alicante y poco más tarde en un teatro de Moscú.

Acerca de aquel matrimonio se rumoreó en círculos sociales y artísticos que duraría casi como un pastel a la puerta de una escuela. Se equivocaron aquellas lenguas viperinas. Tuvieron tres hijos. Que ya mayores se casaron, se divorciaron. Y hace un par de meses, uno de ellos, Manuel, se reconcilió con su esposa, Amelia Bono, hija del que fuera Ministro y Presidente de Castilla-La Mancha y también de las Cortes.

Ciertamente, volviendo la vista atrás, cuando se rumoreó que Raphael y Natalia eran novios, pocos se lo creyeron. Investigué el asunto, obteniendo si no la confirmación, al menos unas fotografías de ambos, las primeras que se publicaron. Me las cedió el gran Juan Gyenes, mago de la cámara. Tomadas durante un "Rastrillo" benéfico. Sería Natalia, un año después de su boda, agosto de 1973, cuando en su residencia veraniega "Villa Belza", en Biárritz, me contó cómo inició su amistad con Raphael: "La primera vez que nos vimos fue hace seis años, en 1967, cuando acababan de entregarle en público un premio. Nada más entablar una charla comenzó a explotar en carcajadas. ¡Qué tonto, qué vanidoso es!, pensé para mí. Pasó cierto tiempo y coincidimos en una cena no sé dónde. FuImos después un grupo a una actuación de Lola Flores. Y Raphael me invitó luego a bailar. Lo encontré muy simpático. Me invitó otra noche y cenamos, mano a mano, solos, yo llena de curiosidad. Notaba en él muchos contrastes, otra vez teniéndolo por vanidoso, y luego, hablándome de sus giras musicales lo encontré ausente de vanidad. Me mandaba postales desde todos los sitios donde viajaba. Cuando se me declaró lo tomé a broma y me reí. Pero, como es muy listo, logró meterme en su bolsillo. Yo tenía pavor a casarme pero él lo consiguió. Mi marido tiene cosas del hombre moro español y también del hombre internacional. En el amor es posesivo y exclusivista. Le da una importancia tremenda a la familia. No me arrepentiré nunca de haberme casado con él".

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