Menú

Letizia, la Reina de España que empezó en el periodismo

Letizia ha conseguido dominar el oficio de Reina, que inicialmente le era ajeno por sus orígenes profesionales y familiares.

Letizia ha conseguido dominar el oficio de Reina, que inicialmente le era ajeno por sus orígenes profesionales y familiares.
Letizia Ortiz | Gtres

No ha habido en la Historia de España, desde los Reyes Católicos, una monarca de origen plebeyo hasta llegar a Letizia Ortiz Rocasolano, la periodista asturiana que conquistó el amor del heredero de la Corona, Felipe de Borbón y Grecia, convirtiéndose primero en Princesa de Asturias y en 2014 Reina consorte. No le ha sido fácil ir conociendo ese oficio, para el que no hay medios de aprenderlo salvo el del esfuerzo día tras día, junto a su esposo, el Rey. Han sido dieciocho años desde su boda regia el 22 de mayo de 2004 en los que Letizia fue superando incontables dificultades, críticas y hasta menosprecios. Ahora que celebra su medio siglo de vida puede decirse que ha conseguido, sin perder su personalidad, mostrarse ante los españoles segura de sí misma, capaz de asumir perfectamente su difícil papel, incluyendo el de atenta madre de sus dos hijas, a quienes viene educando sin interferencias de nadie, ni renuncias. Sabe alternar sus obligaciones palaciegas con las de su entorno familiar.

Lo que en principio pudo ser conocido como un cuento de hadas del siglo XXI, resultó ser un matrimonio de amor entre un príncipe y una periodista nacida en Oviedo en el seno de un hogar de clase media. En 1987 los Ortiz Rocasolano se trasladaron a Madrid ocupando una modesta vivienda en el barrio obrero de Rivas Vaciamadrid. El padre de Letizia, Chus entre los suyos, buscaba un trabajo como periodista. Con su esposa (de la que se separaría unos años después) y tres hijas (Letizia, la mayor, Telma y Érika) pasaron ciertas dificultades económicas. Letizia había nacido el 15 de septiembre de 1972 en la capital del Principado. Su madre, probablemente por error, la registró con ese nombre, que significa alegría, felicidad, pero escrito con zeta, lo que es habitual en Italia pero no en España. Apasionada por el periodismo desde jovencita, que practicaba su abuela Menchu y su padre Jesús, pudo desarrollar esa vocación licenciándose en la carrera tras sus cinco años de estudios en la Universidad Complutense de Madrid. Por entonces estaba enamorada de un profesor de Literatura, extremeño, Alonso Guerrero, quien le había dado clases cursando el Bachillerato en el Instituto Ramiro de Maeztu. Diez años tuvieron de relaciones, conviviendo en distintas etapas de ese tiempo, entremedias del cual Letizia pasó una temporada en México completando sus estudios. Como ganaba pocos pesos por sus colaboraciones en el diario "Siglo XXI", firmando con el seudónimo de Ada, completaba sus exiguas remuneraciones promocionando por las calles de la ciudad azteca de Guadalajara una marca de cigarrillos, "Boot". Al regreso se casaron en Almendralejo en 1998. Un año después, se divorciaron. El profesor había sido para su aplicada y curiosa alumna una especie de Pigmalion. La vida sentimental de Letizia transcurrió después con otros romances, uno de breve duración con un periodista norteamericano y otro, más intenso, con el periodista deportivo David Tejera. Entre tanto, ella iba escalando puestos en distintos medios audiovisuales hasta ser la presentadora del Telediario de Televisión Española. Tesonera, entusiasta de su trabajo ante las cámaras, perfeccionista al máximo, dotada de una locución perfecta, y de telegenia. Don Felipe de Borbón se había convertido en uno de sus admiradores sin que, claro está, Letizia tuviera noticia de ello.

alonso-guerrero-ld.jpg
Alonso Guerrero | Archivo

Fue Graciano García, el propulsor de la Fundación Príncipe de Asturias y sus prestigiosos galardones, quien presentó a don Felipe a la periodista Letizia Ortiz Rocasolano, el año 2001, en el hotel Reconquista de Oviedo, adonde ella había viajado en calidad de enviada especial de Televisión Española, para informar de cuanto iba a ocurrir en aquella edición. Letizia hizo la protocolaria y breve reverencia y el Príncipe, sin dejar de mirarla, le sonrió. No hubo más. Tiempo más tarde, el año 2002, don Felipe acudió a un piso del madrileño barrio de Salamanca, propiedad del periodista de TVE Pedro Erquicia a cenar con un reducido grupo de invitados. A la derecha del heredero, se sentó Letizia Ortiz. Desde aquella noche, nació entre el Príncipe de Asturias y ella una amistad que, a través de encuentros y algunos viajes, desembocaría en el compromiso nupcial. Los Reyes no estaban de acuerdo con aquella boda y el propio don Juan Carlos confió a gentes de su entorno, como los Albertos, que su hijo "iba a cargarse la Monarquía".

Don Felipe protagonizó un muy serio incidente la misma fecha del día de la Hispanidad, ausente en el desfile siendo Fiesta Nacional, marchándose de incógnito a Nueva York. Insistió a los Reyes que esta vez iba en serio. Y si ya le habían impedido primero casarse con Isabel Sartorius, y luego con la nórdica modelo Eva Sannum, se desposaría lo quisieran o no con Letizia Ortiz Rocasolano. De otro modo renunciaría a ser heredero de la Corona. Ante esa disyuntiva, los monarcas cedieron. Pero el heredero no pidió al Rey permiso alguno para contraer matrimonio.

Letizia hubo de abandonar el pequeño piso que tenía por entonces en Valdebernardo, a las afueras de la capital madrileña para trasladarse a vivir al palacio de la Zarzuela. Durante una prolongada temporada, bajo sobre todo la supervisión de doña Sofía, la futura Princesa de Asturias hubo de someterse a un disciplinado programa, donde se incluían nociones de protocolo, clases de estilo, formas de comportarse en recepciones palaciegas, maneras de vestir que la indujeron a desprenderse de sus habituales pantalones para lucir faldas, calzados que se conocieron como "los letizios"… Duras lecciones para quien hasta entonces había llevado una vida en libertad absoluta, dado su carácter indómito. Pero el amor es lo primero, que diría un cursi. Aprobó con nota aquel sacrificio. Se casó, tuvo dos hijas, Leonor y Sofía, y tras la abdicación de don Juan Carlos (que nunca se ahorró dicterios contra ella, tachándola de "sabihonda" entre otras lindezas nada agradables), quien fuera descendiente de un bisabuelo albañil, un abuelo taxista y otro vendedor de máquinas de escribir, la plebeya Letizia Ortiz se convirtió en Reina consorte el 19 de junio de 2014. Tras el aprendizaje principesco ya aludido, en adelante todavía iba a afanarse en cumplir tan elevadas obligaciones reales, muy exigentes, a las que jamás se había enfrentado ni había podido soñar siendo periodista. Ya tenía su propio hogar a un kilómetro del palacio de la Zarzuela, en el mismo complejo.Y sin renunciar a su cometido de madre y ama de casa en cierto modo, se encomendó a ser la mejor colaboradora de su esposo, el rey Felipe VI. Le ha costado muchísimo, entre frecuentes críticas, no muy querida al principio por muchos españoles que la calificaban de distante, fría, temperamental, dominante, altiva, nada sumisa, llena de ambición como en sus buenos tiempos de presentadora de los Telediarios. Para colmo se llevaba regular con su suegra, doña Sofía, alejada por supuesto de don Juan Carlos, y ya desde que era solo Princesa de Asturias, enfrentada a sus cuñadas Elena y Cristina, no digamos del imprudente e impresentable Iñaki Urdangarín, "al que no tragaba", con todas las razones a su favor.

boda-felipe-letizia.jpg
La boda de los Príncipes | Archivo

Mas con todo eso en contra para hallar su estabilidad emocional el episodio más doloroso para cuando todavía era Princesa de Asturias acaeció el 7 de febrero de 2007 cuando se despertó con la trágica noticia de que su hermana Érika, a quien estaba muy unida, había muerto repentinamente en el mismo piso que Letizia le había cedido, en el que antes residiera, en Valdebernardo. Nunca pudo saberse oficialmente tras la autopsia del cadáver si la infortunada se había suicidado, pese a los muy fundados rumores que se sucedieron. Érika no soportaba la presión de los medios de comunicación que la asediaban, cuando además su compañero, el escultor Antonio Vigo, la había dejado, siendo padres de una niña, Carla. Érika tenía tan solo treinta y un años. Tanto Érika como Telma se quejaban continuamente de ser controladas por Letizia, quien les conminaba a no hacer determinadas cosas ni exponerse demasiado a los medios de comunicación. Era una carga de las que ambas estaban muy hartas. Telma, desafortunada en el amor, plantó cara a los informadores, denunció a importantes medios de prensa y perdió el juicio. Tampoco eso gustó en el entorno de Letizia. Pero ¿qué culpa tenían ellas de su parentesco con la Reina de España, si tampoco se beneficiaban de ello?

Letizia pasó largo tiempo silenciosa, triste cuando no simplemente melancólica. Adelgazó. Hubo momentos en los que pudo maldecir su destino, en principio tan halagüeño. Se rehizo, porque es mujer fuerte. Pero también hubo de "tragarse algunos sapos", como la aparición de un libro, el año 2013, Adiós, princesa, de su primo hermano y abogado, David Rocasolano, en el que vertía un montón de detalles sobre ella y toda la familia. Lo más sorprendente fue aportar pruebas suficientes, documentos que acreditaban que su prima había sufrido un aborto en octubre de 2002. Enterado de ello, antes de la aparición del libro, el entonces Príncipe de Asturias meditó largamente sobre su noviazgo con una mujer divorciada, que en su entorno se sabía era de ideas republicanas, nada religiosa además. ¿Pudo entonces don Felipe haber pensado cortar aquel vínculo sentimental con Letizia? No lo hizo, en todo caso. Y un año más tarde, muy enamorado, el 1 de noviembre de 2003, la Casa Real anunciaba el compromiso nupcial de la pareja, oficiándose la petición de mano cinco días después. Ante un centenar de informadores que en el palacio de El Pardo asistieron a la presentación de los novios, en un momento que les hablaba él, ella no se detuvo unos segundos, para interrumpirle. Su vehemencia quedaba públicamente retratada. Y don Felipe, cortés, calló.

letizia-minifalda.jpg
Este verano en Mallorca | Archivo

Citado ese libro de su primo, que desde el departamento de prensa de la Zarzuela trataron de boicotearlo, presionando a directores de medios informativos, cuando también librerías sobre todo de grandes superficies se negaron a tenerlo en sus anaqueles y escaparates (aún así se vendieron treinta mil ejemplares), agregamos que se publicaron dos más en adelante: el del escritor argentino Leonardo Faccio, "Letizia, la reina impaciente" y el de Alonso Guerrero, su ex-marido, en forma novelada, con el título de "El amor de Penny Robinson". El mentado Faccio aseguraba que Letizia y su "ex" se veían amistosamente de vez en cuando en un lugar discreto de Alcalá de Henares, donde él ejerce de profesor.

Aquel verano de 2013 Letizia se comportó de un modo que, en principio, sirvió para especular sobre si su matrimonio "hacía aguas". Nunca le había gustado a la todavía Princesa viajar a Palma de Mallorca para permanecer al menos una semana, a veces dos, en la residencia de Marivent, donde se reunían los Reyes, sus hijos, nietos, sobrinos y parientes. Letizia sentíase incómoda, sin disfrutar del descanso, entre recepciones y compromisos. Nunca sintió afición por el deporte náutico. Encontrarse con sus cuñadas no era de su agrado. Y harta de ese ambiente, optó por marcharse inopinadamente de la capital balear, suponemos que a su residencia madrileña, dejando a su esposo e hijas en Marivent, incapaces de comprender su ausencia, lo que dio pábulo a disensiones en la pareja. Broncas, las han tenido, sin duda. La paciencia de don Felipe ha sido un bálsamo para mantener a flote la unión. Para quitarse de encima la tensión que a veces la abruma, ya dejó sentado en su día que los fines de semana, salvo casos excepcionales, ella podría decidir con su esposo adónde ir: el cine, por ejemplo, es una de sus mayores aficiones. Y si el Rey está de viaje oficial, o bien se reúne con su madre o con un grupo de antiguas compañeras. Tiene también un círculo estrecho de personas con quienes se ve a menudo: su asesora de modas, Eva Fernández; su jefe de Prensa y Comunicación, Jordi Gutiérrez y su esposa, Andrea, experta nutricionista; su peluquera Luz Valero, natural de Huete (Cuenca) a quien conoce desde los tiempos de ambas en Televisión Española...

Y ahora que Letizia cumple cincuenta años, dieciocho de casada y ocho de Reina, hagamos un resumen desde que su existencia cambió por completo. Le importa muchísimo lo que se publica de ella. Preocupada siempre por su apariencia física y su peso, que a veces la ha llevado a una extremada delgadez. Ha cambiado algunas veces de modistos. Aunque no siempre haya lucido vestidos de acuerdo al lugar donde se encontrara, nunca ha dejado de ser admirada por su elegancia, rivalizando por ejemplo en cierta ocasión con la Reina Rania de Jordania, y Carla Bruni, la cantante que fuera primera dama de Francia cuando se casó con Sarkozy. Operada de nariz en 2007, atenta siempre a sus detalles faciales, con un nuevo perfil, más estilizado y eligiendo maquillajes que la favorecieran más.

No lleva, por cierto, alianza. Siempre segura de sí misma, de lo que dice, de lo que hace, de lo que ordena. Ha logrado que el Rey sea más abierto de carácter y que lea con perfecta dicción, sin mirar siempre a los folios que tenga delante. Asiste a pocos actos institucionales aunque venga desarrollando una positiva labor en sus viajes a veces a países del Tercer Mundo, subdesarrollados, donde se muestra caritativa, muy interesada con los problemas de gente y niños necesitados de ayuda. En ese punto, es cuando da rienda a sus mejores sentimientos. En lo que no ha cambiado mucho es en su carácter impetuoso, por mucho que la hayan asesorado. Recuérdese el incidente que protagonizó en la Semana Santa de 2018 a la salida de una función religiosa en la catedral gótica de Palma de Mallorca. Ante una legión de fotógrafos se enfureció de repente cuando su suegra, doña Sofía asida de la mano de sus nietas Leonor y Sofía, trató de fotografiarse con ellas. Y Letizia le hizo saber que de fotos, nada, sólo en casa, e inmediatamente obligó a la princesa y la infanta a apartarse unos centímetros de la emérita. Ni qué decir que el incidente se dio a conocer en la prensa mundial. Pariente de Felipe VI, Marie Chantal, esposa de Pablo de Grecia, censuró ese comportamiento a través de su cuenta de "tuit": "Ninguna abuela merece ese trato". Desde entonces, Letizia no se lo ha perdonado.

Con sus luces y sombras, esa es a grandes rasgos nuestra Reina consorte. ¡Felicidades, Majestad!

Temas

En Chic

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal