
En el cementerio del monasterio de Poblet, descansan a partir de hoy lunes, los restos mortales de Francesc, de ochenta y ocho años, el único hijo varón que tuvo Paco Martínez Soria. En ese monasterio catalán del siglo XII permaneció desde 1991, donde era conocido como "el padre Paco", siempre sonriente, bienhumorado, quizás recordando con ello cuanto de genial tuvo su progenitor, que fue uno de los cómicos más populares entre los años anteriores a la guerra civil y hasta su muerte en 1982, a la edad de setenta y nueve años. Representó un tipo de comedias donde por lo común sus personajes o bien procedían de zonas rurales, o su idiosincrasia era la de tipos bonachones, que desconfiaban de la vida en la gran ciudad, eran muy familiares o algunos paletos que soñaban con suecas y pretendían, ya en la Costa del Sol, ligarse alguna sin quitarse la boina. Parte de aquellas obras de humor blanco se llevaron al cine, con parecido éxito. Lo curioso es que, transcurridos varios decenios, esas mismas películas se programan en canales de televisión, preferentemente los fines de semana, con cansinas repeticiones, lo que significa que todavía hay públicos que se siguen riendo con las ocurrencias de aquel actor mañico, recriado en Barcelona.
Se casó en el año 1929, ya algo talludito, con Consuelo Ramos, con quien tuvo tres hijas y el varón que acaba de fallecer, Francesc. Como quiera que su padre no quería que su apellido se perdiera, movió los hilos necesarios en un juzgado hasta que el Ministerio de Justicia accedió a que este último descendiente llevara los dos apellidos paternos, unidos por un guión, esto es Martínez-Soria, añadiéndole después el que le correspondía por vía materna, Ramos. Éste, recordaba su etapa infantil cuando toda la familia pasaba hambruna y los aviones franquistas bombardeaban Barcelona. Entonces tenía apenas tres años, nacido precisamente en una fecha histórica, el 18 de julio, pero de 1934, dos antes del estallido de la guerra civil.
Antes de que el futuro actor se dedicara a ello, el padre Paco recordaba cómo su padre se ganaba la vida en una empresa alemana de hierros y tuberías y su madre, en el ayuntamiento de la Ciudad Condal en el negociado de Seguros. Martínez Soria se quedó en el paro al comienzo del conflicto bélico. Ya a partir de 1941, recién comenzada la postguerra, es cuando pidió prestadas siete mil quinientas pesetas a un pudiente amigo para formar su primera compañía teatral, confiando en sus dotes de interpretación. Así, mientras iba sumando actuaciones, los suyos pudieron ya dejar la pobreza en que vivían. Su hijo cura lo retrataba como alguien responsable del dinero que llegó a ganar a espuertas, que no olvidaba los tiempos de flaquezas, de ahí que cuanto compraba luego, ya siendo rico, era siempre a plazos.
Francesc abandonó a su mayoría de edad entonces, los veintiuno, los estudios de Farmacia, llevado por su vocación religiosa a ingresar en un noviciado de Escolapios. Cuando tomó aquella decisión, a su padre le sentó fatal y se enfadó muchísimo; lo mismo que la madre, republicana que se jactaba de no haber ido nunca a Misa. Al ordenarse sacerdote en 1955, el padre no estuvo presente, pero sí la madre y otros familiares. En septiembre de 1962 fue ordenado prebístero en la diócesis de Salamanca. Pero tras unos años ejerciendo su ministerio, Francesc tuvo una crisis de fe: creía que su vocación se resentía, lamentando ir a la playa, contemplar a las bañistas, pasearse en moto y ejerciendo de profesor de judo, actitudes y prácticas que pensaba no eran propias de un escolapio como él era.
Aquella obsesión repentina que tuvo, creyéndose poco menos que iba degenerando, se esfumó de repente tras un retiro espiritual al que asistió en el Monasterio de Poblet, de la Orden Cisterciense. Donde a partir de 1991 se integró hasta que le ha llegado la muerte. En ese lugar de oración, muy visitado, hay una biblioteca y un amplio archivo que contiene una rica colección de documentos sobre personalidades catalanas de la Iglesia. Lugar de tradición de los Condes de Barcelona, de ahí que don Juan de Borbón, que ostentaba ese título, abuelo del actual Rey de España, quisiera ser enterrado en aquel solar. Al final de su vida no se tuvo en cuenta esa decisión y sus restos mortales se hallan en el llamado pudridero de la Real Basílica del Escorial.
Francesc Martínez-Soria era un piadoso monje, visitado a menudo por su padre. Éste le contó en cierta ocasión que había estado unos días de vacaciones en Londres, él que apenas descansaba de sus funciones y rodajes. "¿Y qué tal lo has pasado, padre?", a lo que el gran actor le respondió: "Pues, mira hijo, bien y mal. Te explico. Lo primero, porque iba por la calle tan tranquilo, sin ser molestado por nadie. Y lo segundo, es que eso mismo, me producía extrañeza, y mal humor. Pero ¡cómo!, aquí nadie sabe quién soy yo...Total, que me vine enseguida para España".
La relación entre padre e hijo hacía mucho tiempo se había restablecido, dado que el actor aragonés recriado en tierras catalanas "se bajó del burro" como solía decirse en su Tarazona natal, comprendiendo la vocación religiosa de Francesc. Pero como era su único hijo varón, pretendía que hubiera elegido una buena carrera universitaria. "Yo aprendí a predicar gracias a él – rememoraba el padre Paco – fijándome en cómo dirigía a sus actores en la compañía de teatro. Y a su vez le enseñé a bendecir cuando rodó la película ¡Se armó el belén!. Al preguntarle que cómo era su progenitor en familia, contó: "Nunca contaba un chiste, en cambio si se encontraba en un restaurante y alguien se le acercaba, mostrábase muy gracioso. Por cierto, hablando, coloquialmente, siempre tenía "el coño en la boca".
Paco Martínez Soria, uno de los escasos actores españoles al que sus compañeros de profesión trataban siempre con "el don" por delante, supo invertir bien sus elevadas ganancias, pero al final de su vida se empeñó en adquirir el hoy ya desaparecido teatro Talía, sito en pleno Paralelo barcelonés. Y al morir en 1982, se contaba que había dejado importantes deudas.
En sus últimos años, Francesc Martínez-Soria Ramos atendía la tienda de "souvenirs", la hospedería del monasterio de Poblet y se ocupaba asimismo de la lavandería, hasta que le llegó la jubilación y ahora su muerte.

