
Cuatro grandes pasiones dominaron la vida de Silvio Berlusconi, el gran personaje italiano que acaba de morir a los ochenta y seis años, víctima entre otras enfermedades de una inclemente leucemia. Fueron, no siempre por este orden, sus negocios, la política, el fútbol… y las mujeres.
Nadie ha de discutir, y menos en Italia, que fue un hombre controvertido, mas no se le puede negar su inteligencia, el talento, laboriosidad entre otras virtudes. Comenzando porque descendía de una modesta familia que las pasó canutas durante la II Guerra Mundial, cuando pasaban hambre en su casa y él, con apenas ocho años, se las ingeniaba para mitigarla recogiendo patatas en el campo, llevándolas hasta su madre. Estudió la carrera de Derecho con brillantez. Para ganarse la vida cantaba melodías napolitanas en cruceros de verano; luego, vendía lavadoras. Inició negocios relacionados con la construcción, donde fue fraguándose su inmensa fortuna que ahora, al morir, podía estimarse en ocho mil millones de euros.
Diversificó su enorme patrimonio en muy diversas empresas, entre las que destacaban las relacionadas con medios de comunicación, prensa y cadenas televisivas, Telecinco la más conocida, el imperio Mediaset, así como diarios, publicaciones diversas, y editoriales. El poder le atraía, de ahí su salto a la política, hasta ser en varias ocasiones primer ministro y luego senador. Lo único que no logró conseguir fue ser Presidente de la República italiana. En cuanto a su vocación futbolística, que lo llevó mucho tiempo atrás a escribir crónicas de esa especialidad, fue propietario y presidente del A.C. Milan, que en 2017 traspasó a un grupo de inversiones chino, aunque para no desligarse de su afición adquirió otro club, modesto, de segunda división: el Monza.
Nos detenemos ahora más ampliamente en su biografía amorosa, partiendo de su autodefinición: "Soy un seductor nato". Lo era, lo demostró muchísimas veces, conquistando a jovencitas de varias clases sociales; las rubias eran su debilidad. Su primera mujer se llamaba Carla Elvira Lucía Dall´Oglio. Cruzaron por vez primera sus miradas en la estación ferroviaria de Milan. Él contaba veintiocho años en aquel 1964 y ella cuatro menos. Se casaron un año después. Tuvieron dos hijos: María (Marina) Elvira, que fue siempre su favorita, heredera del imperio Fininvest, y Pier Silvio. Se divorciaron en 1985 tras diecinueve años de convivencia matrimonial. Y todo porque antes de esa ruptura, Berlusconi ya había conocido a otra mujer, posiblemente la que más amó, Verónica Lario. Hay que apuntar sobre Carla Elvira que, una vez divorciada, se fue a vivir a Inglaterra y jamás quiso públicamente manifestar nada sobre su exmarido, ni a favor ni en contra. En cuanto a Silvio, quedó absolutamente fascinado cuando la contempló desde una butaca del teatro Manzoni, de Milán, donde ella representaba un vodevil de sugestivo título: "El magnífico cornudo".
Verónica Lario tenía un espectacular físico y había desarrollado su carrera artística como "vedette" y actriz de funciones eróticas más que otra cosa. A Silvio Berlusconi no le importaba ese frívolo pasado de quien iba a convertirse en su segunda esposa, una vez resuelto su divorcio con su primera mujer. Celebraron esas segundas nupcias durante una ceremonia de carácter civil en 1990. Verónica le dio tres hijos: Bárbara, Eleonora y Luigi.
Por su irrefrenable sexualidad, incapaz de mantener una relación estable con Verónica, como ya le había ocurrido con Carla Elvira, siguió con sus conquistas extramatrimoniales. Esa convivencia con aquella, que duró treinta años, diecinueve de los cuáles casados desde 1990, se quebró por tales infidelidades de Berlusconi. Se publicaron unas indiscretas imágenes de Silvio tonteando con una jovencita de dieciocho años, llamada Noemi Letizia, que lo llamaba "papi", durante una fiesta. Inútil fue que él se excusara con su segunda esposa que aquello no tenía importancia, que él la seguía queriendo. Verónica Lario, mujer de carácter, envió una carta al diario italiano La Repubblica, denunciándolo por su conducta. Su paso siguiente fue pedirle el divorcio. Que obtuvieron en 2010 tras un año de separación conyugal.
Como era previsible, Verónica sacó "buena tajada" tras acordar sus respectivos abogados el divorcio. Silvio Berlusconi fue obligado a pasarle a su ex esposa millón y medio de euros en concepto de pensión alimenticia. Aun estando forradísimo de dinero, al político-empresario le escoció esa resolución judicial e hizo todo lo posible para que la anularan. Tardó tiempo en lograr su objetivo, hasta que un tribunal dictó sentencia definitiva por la que, tras una larga demanda en el tiempo, Verónica Lario hubo de devolverle ¡cuarenta y cinco millones de euros!, el total de cuanto había ido recibiendo todos los meses. Se descubrió que Verónica poseía un elevado patrimonio cifrado en dieciséis millones de euros, por lo que esa pensión vitalicia de millón y medio a la que había sido condenado Berlusconi carecía de validez.
Feliz y contento, con esa sonrisa perenne que exhibía, Silvio Berlusconi inició una nueva relación con Francesca Pascale, que presidía un club de fans del "donjuán" milanés, de quien estaba enamorada hacía tiempo. Transcurría el año 2012 y aquella Francesca aspiraba a ser una estrella de la televisión, aunque su bagaje para serlo no era precisamente la de una futura gran profesional. Trabajaba en un club de "strip-tease". No le importó a él tal condición para enrollarse con ella durante los ocho años siguientes, a pesar de los cuarenta y ocho años de diferencia que él le llevaba.
Berlusconi, pese a ser primer ministro italiano, un empresario importantísimo, personaje que se relacionaba en Europa con la flor y nata del mundo social, político y financiero, no se preocupaba por "el que dirán". Tenía ocurrencias, por ejemplo, como ésta, cuando estando con unos amigos, se despidió así de ellos: "Perdonad que os deje, porque me voy de putas". Esa conducta disoluta le divertía. Y eso que hubo de afrontar un serio asunto cuando lo acusaron de pervertir a menores.
Sucedía que en su majestuosa mansión de Arcore, Villa San Martino, antiguo palacio del siglo XVIII, en el extrarradio de Milán, solía organizar frecuentes fiestas a la que asistían docenas de jovencitas. Con una de ellas, marroquí, Karima El Marough, se le imputó haber mantenido relaciones íntimas, siendo menor de edad, a cambio se dijo de regalarle nada menos que sesenta mil euros. El asunto cobró gran importancia en Italia pues fue llevado a los tribunales. Berlusconi, cuando aquella prostituta fue detenida, acudió a la policía mintiendo descaradamente, con el pretexto de que la chica era sobrina del presidente egipcio Hosni Mubarak. Inmediatamente, para evitar más escándalo, Karima fue puesta en libertad. Silvio tuvo que defenderse más adelante de esa acusación de abusar de una menor, amén de otras adolescentes que frecuentaban aquellas reuniones erótico-festivas, que él bautizó como las "bunga bunga". Transcurrido un tiempo el hábil político se salvó de ir a la cárcel a cambio de cumplir una sentencia por la que se le obligó a la asistencia social en una residencia de ancianos. También la justicia le exoneró de haber cometido fraude fiscal.
Era un triunfador casi siempre, por lo contado. Lo motejaron como "Il Cavaliere", al haber recibido la medalla de la Orden al Mérito en el Trabajo). En medio de sus líos amorosos, su relación con Francesca Pascale acabó en una definitiva separación. Que le costó a Berlusconi un dineral: la compensación de veinte millones de euros por haber mantenido ocho años esa unión con la presidenta de su club de fans napolitano, más una pensión anual de un millón de euros. A Berlusconi, claro está, las mujeres le costaron siempre mucho dinero, menos con su primera esposa. Lo chusco de la penúltima, Francesca Pascale, fue que tras su ruptura con Berlusconi se casó con la cantante Paola Turci. He escrito bien: matrimonio lésbico.
La última pareja de Berlusconi ha sido Marta Fascina, con quien convivió durante tres años, hasta su muerte. Diputada por el partido fundado por Silvio, Forza Italia, cincuenta y tres años más joven, rubia despampanante, pero más culta que las anteriores mujeres que tuvo. Silvio hubiera querido casarse con ella, como también Francesa Pascale lo deseaba, mas los hijos del gran personaje se plantaron delante de éste conminándole a que no diera ese paso. Estaba claro que una fabulosa herencia estaba en juego.
Como rúbrica al presente texto contemos que en 1990 Silvio Berlusconi diseñó su propia tumba en su mansión de Arcore. Encargó un inmenso mausoleo de mármol de Carrara a imagen posible de la tumba de Tutankamon, o si no podía ser, lo más aproximado a la del emperador Adriano. Con humor negro, Berlusconi hizo saber a sus más directos familiares y amigos íntimos que allí dejaba también espacio suficiente para ellos, cuando les llegara la hora, como ahora ha sucedido con este extraordinario personaje.



