
Se cumple estos días el centenario del nacimiento de uno de los más grandes actores cómicos españoles, José Luis Ozores, como asimismo el aniversario de su muerte acaecida hace cincuenta y cinco años. Sólo contaba cuarenta y cuatro cuando la adversidad lo llevó a la tumba tras sufrir una esclerosis múltiple. El recuerdo de alguna de sus más conocidas películas que se emiten por televisión, han impedido que su legado cinematográfico se haya perdido. Al menos para quienes las contemplaran por primera vez mediados los años 50 y primeros 60. Cintas como Recluta con niño, ¡Ahí va otro recluta!, El Tigre de Chamberi, El gafe, Historias de la radio o El fotogénico son las que más se reponen.
Fue José Luis Ozores un personaje tierno y bienhumorado en aquellos filmes de argumentos sensibleros que alcanzaron buenos rendimientos en taquilla y a él lo convirtieron en un actor muy querido. Había nacido en Madrid el 18 de junio de 1923, el mayor de los tres hijos de un matrimonio de actores, Mariano Ozores Francés y Luisa Puchol, quienes estaban al frente de una compañía familiar, la de aquellos cómicos de la legua, como se les conocía hace un siglo.
José Luis se independizó de aquel clan en 1941 cuando entró a formar parte de la compañía nacional del teatro María Guerrero. Percibía cuarenta y cinco pesetas diarias, que no estaba mal en aquel tiempo de hambruna, el de la postguerra. Cuando mediados los años 50 comenzaron las primeras emisiones de pruebas de Televisión Española, él era junto a sus hermanos Antonio y Mariano, pioneros de cuantos actores, y presentadores aparecían en la pequeña pantalla, (el último citado era guionista) a veces sin cobrar un duro. Después, José Luis Ozores ya era imprescindible protagonista en esas comedias ingenuas cuyos títulos hemos recordado líneas atrás.
Se había casado en 1956 con la guapa actriz Concepción Muñoz. Tuvieron tres hijos. Adriana era la primogénita, hoy ya una veterana actriz consagrada como una de las mejores de su generación.
Transcurría 1959 cuando a José Luis le diagnosticaron una terrible enfermedad que le impedía andar con normalidad. Tuvo que servirse de una silla de ruedas. Así permaneció en el transcurso de seis años hasta su muerte. Lógicamente, su imparable carrera se detuvo. Aun así en 1965 el académico y dramaturgo Joaquín Calvo Sotelo escribió para José Luis la comedia El poder, donde pudo demostrar cara al público también su gran talento de actor. Su postrera aparición en la pantalla está fechada en 1966 con la película Hoy como ayer. Entre sus limitados trabajos de entonces supe que estaba escribiendo junto a Paco Martínez Soria una comedia teatral, Milagro en Peral de Abajo, que nunca pudieron concluir.
Puesto que ya sus ingresos económicos eran escasos, José Luís Ozores dependía de la ayuda de sus hermanos, quienes por mucho que hicieron por él no podían tampoco resolver su patética situación. En un programa de gran audiencia, comandado por Alberto Oliveras, Ustedes son formidables, de la cadena Ser, pudo recaudarse una importante cantidad de dinero que paliaría en aquel 1965 la precariedad con que vivía el actor y los suyos. El Ayuntamiento de Madrid le concedió una licencia de taxi y la Seat le regaló un automóvil ya pintado para que circulara como tal. De ese modo, José Luis pudo vivir más tranquilo el poco tiempo que le quedaba de vida.
Lo entrevisté por entonces. Recuerdo su confortable piso, que había adquirido en sus años de pujanza. Me diría: "En realidad yo no tenía vocación de actor, quería ser aparejador, pero sólo pude estudiar dos cursos. Vino la guerra y mis proyectos se fueron a la porra al cerrarse la escuela en que estudiaba. Si hubiera encontrado otro medio de ganarme la vida, a lo mejor no hubiera sido cómico".
Tenía José Luis Ozores facilidad para el dibujo, cualidad heredada de su padre: "En La Codorniz, semanario de humor, colaborábamos los tres hermanos con la sección "Tres Ozores, tres". En el escenario, José Luis consiguió su primer éxito con la función Ni pobre ni rico sino todo lo contrario, original de Miguel Mihura y Antonio de Lara "Tono". Título que luego se convertiría en un tópico coloquial. Supimos que se le había ocurrido a un comerciante donostiarra, se la escuchó el gran periodista Víctor de la Serna, quien la transmitió a "Tono", y éste la aprovechó primero para un chiste publicado en La Ametralladora, revista de humor anterior a La Codorniz, su sucesora.
No se crea que José Luis Ozores interpretó siempre comedias cómicas, aunque se prodigara tanto en ellas: también estrenó piezas dramáticas algunas veces, caso de Los endemoniados, de Fedor Dostoievski.
Su experiencia escénica le sirvió para triunfar en el cine. Sus gestos, movimientos y un estudiado tartamudeo fueron su sello personal. Hacía de torpón pueblerino en El fotogénico, ante una atractiva Lolita Sevilla; y de increíble púgil en El Tigre de Chamberí, cuando era evidente que no aguantaba media bofetada; o en El gafe personificaba a un pobre oficinista del que todos huían por el mal fario que le habían endosado. Repetía sus "tics", como tantos actores. Nadie desde luego pudo imitarlo. Era genial.
Cuando lo visité lo hallé pintando al óleo, actividad que lo entretenía, sirviéndole asimismo para ingresar algunos miles de pesetas tras exponer sus pinturas en alguna exposición, como en una sala del diario Pueblo. Tenían calidad. Me habló de su enfermedad: "Los médicos no saben en realidad qué es lo que padezco, aún confían en curarme. Tengo torpeza de movimientos. A ver si dan "con la tuerca" que es y mis piernas vuelven a moverse".
Llegaron sus dos hermanos, Antonio y Mariano, que lo llamaban siempre por el mote familiar de "Peluche", así como el primero era en ese ámbito "Pirulo" (por la canción "Antón Pirulero", que le cantaban) en tanto el guionista y director, atendía por "Macabedo". Entre apodos y risas, Mariano y Antonio comenzaron a insultarlo, sabiéndolo claro está inválido ya de por vida: "¡Mira que eres tonto…! ¡Tienes que moverte y no ser tan comodón…!"
José Luis pidió a su mujer una máquina fotográfica, de gran tamaño y peso, como las que usaban los americanos en el cine de los años 40. No pudiéndola sostener, se le cayó al suelo, momento en el que sus dos hermanos arreciaron en sus imprecaciones: "¡Torpe, más que torpe…!" Instantes en el que el cuitado acertó a balbucir: "Lleváis razón. No sé lo que hago…"
Se me puso un nudo en la garganta contemplando la escena, percatándome que lo que pretendían Antonio y Mariano Ozores era alentar a su hermano José Luis en su duro trance. Cuando me despedí de todos ellos, tras abrazar a "Peliche", ya en la calle no pude impedir que una lágrima me resbalara por el rostro. Dejó de existir el 10 de mayo de 1968. Un gran tipo, lleno de bondad y extraordinario talento.

