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Rocío Romero es ahora la única matadora de toros

Rocío Romero ha conseguido crear una destacada carrera en el toreo como matadora.

Rocío Romero ha conseguido crear una destacada carrera en el toreo como matadora.
Rocío Romero. | Instagram

¿Qué ha podido ocurrir para que en la actualidad en el escalafón taurino sólo haya una única matadora de toros? Ignoro si hay otras en Hispanoamérica, pero no aquí, donde no había ninguna esta temporada hasta que el pasado 23 de septiembre la cordobesa Rocío Romero se doctoró en la plaza de Pozoblanco, siendo su padrino José María Manzanares y testigo Andrés Roca Rey. Cortó dos orejas, una en cada toro y salió en hombros. Emotivo fue su brindis en el primero de sus enemigos: a sus padres, el progenitor en el callejón, pues es su mozo de espadas y la madre en un tendido.

A la pregunta que nos hacíamos no hallamos inmediatamente respuesta. La tópica no es otra que la profesión taurina es durísima. De los cerca de doscientos matadores de toros actualmente apenas si tienen contratos poco más de medio centenar. De los que una docena, primeras figuras, se reparten los festejos importantes, las ferias de Madrid, Sevilla, Bilbao, Valencia, Pamplona, Zaragoza… Una veintena son los segundones, que sin no se han hecho millonarios, viven de su oficio, hasta que algunos se cansan y se hacen banderilleros. Y los restantes, malviven; muchos de los cuáles se retiran a poco de tomar la alternativa. En el escalafón de novilleros, la cifra supera de largo el centenar y unos pocos, cuando alcanzan el grado de matador, aspiran a ser figuras entre muchas dificultades, riesgos, percances y escasez de contratos, porque en los despachos, donde mandan unos pocos empresarios, sólo les importan quienes llenan las plazas. Que son una minoría. Ni siquiera a veces les importa que un diestro aún sin ser muy conocido salga por la puerta grande de Las Ventas, como le ha ocurrido esta temporada a Fernando Adrián. Lo ignoran, y eso que ha triunfado en las quince corridas en las que ha hecho el paseíllo. Dicho lo cual, novilleros y matadores "sin padrino" lo tienen crudo. Novilleras, sólo una ha toreado esta temporada: Raquel Martín. Esos diestros con apenas contratos tienen que recurrir a algún oficio que les permita subsistir. Y encima, fuera de sus jornadas laborales, han de entrenar, si quieren estar prestos por si les llega una oportunidad para vestirse de luces. Ya me dirán si hay mujeres capaces de afrontar ese panorama en el supuesto de que sueñen con ser toreras.

La recién alternativa de Rocío Romero, toricantana en el rico lenguaje taurino, vino al mundo en Córdoba el 28 de mayo de 1988. Como quiera que su familia es muy aficionada a los toros pudo relacionarse desde muy chica a ese ambiente, llegando a dar sus primeros capotazos a una becerra a la edad de trece años, en el pueblo de sus mayores, Dos Torres. Pero considerando que no le iba ser fácil dedicarse al toreo practicó gimnasia rítmica, modalidad deportiva con la que logró una medalla de bronce, siendo además campeona de Andalucía por grupos. Por supuesto que era consciente que tampoco ello le iba permitir afrontar económicamente su futuro. Así es que se matriculó en la Universidad para cursar estudios de Enfermería.

La fiebre por ser torera no le desapareció nunca, pese a lo contado. En un festival en la plaza de Los Califas, en Córdoba, se vistió por vez primera de corto el 2 de junio de 2013. Y de luces, debutó el 4 de abril de 2015, en Villacarrillo (Jaén). En adelante, fue curtiéndose en cosos fuera de Andalucía. Se quejaba a través de un comunicado que en Córdoba no la tenían en cuenta para torear. En Sevilla, sin embargo, en 2017 fue la primera mujer en salir a hombros por la puerta principal de la Maestranza. Hay por cierto algunas fotografías de Rocío lidiando novillos en la época de la pandemia, vestida de luces y tapada media cara con la preceptiva mascarilla. Curiosas imágenes.

Pasó por Madrid, en Vista Alegre y en Las Ventas, donde debutó con picadores en 2022. Y ya, suficientemente placeada, fue cuando se planteó tomar la alternativa, como acaba de suceder.

Teniendo el apoyo familiar, su dedicación taurina la ha llevado en casa con mayor tranquilidad. Su madre es profesora de Informática. Su padre trabajaba de carpintero hasta que hace unos años se dedicó a acompañar a Rocío, aconsejándola y oficiando, como dijimos, de mozo de espadas.

Es ya vieja la polémica de si la mujer está facultada para ser torera y competir con los hombres en tal profesión. Ella lo tiene claro: los toros no entienden de sexos. Bien cierto es que años atrás fueron bastantes los diestros que se negaban a hacer el paseíllo junto a una mujer. Con excepciones importantes, como la de Curro Romero, que dio la alternativa a la que ha sido la torera más completa en la historia reciente de la tauromaquia, Cristina Sánchez, en el decenio de los pasados años 90.

Rocío Romero ha tenido la suerte de que matadores de lujo como Espartaco y El Juli, le abrieran las puertas de sus fincas para asistir a algunos tentaderos.

Esta cordobesa de veinticinco años se confiesa coqueta, calza zapatos de altos tacones, deja al viento sus cabellos, se pinta. Pero eso sólo en su devenir cotidiano, porque cuando se viste de luces no usa maquillaje, pues dice con toda la razón que en la plaza suda mucho. Va repeinada. Y con sus colegas, les da la mano, que es lo normal entre ellos, y no la piropean. No se le conoce novio. Gastado el dicho que reza lo de que es el toro, en ausencia de aquel.

"Ya he cumplido mi sueño, el de ser matadora de toros", manifiesta Rocío Romero. Ahora lo que espera es que le lleguen contratos. La temporada está a punto de echar el cerrojo, después de las ferias del Pilar y la de Jaén. Así es que tendrá que confiar allá por primavera de que pueda emprender esas tardes de sol en los ruedos.

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