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Curro Romero cumple 90 años junto a su amor Carmen Tello

Curro Romero llega este mes de diciembre a los 90 años junto a la mujer que lo cuida, Carmen Tello.

Curro Romero llega este mes de diciembre a los 90 años junto a la mujer que lo cuida, Carmen Tello.
Curro Romero y Carmen Tello, en el año 2000. | Gtres

Ha cumplido Curro Romero este mes de diciembre los noventa años. Tuvo una infancia y adolescencia duras, en un humilde hogar de Camas, el pueblo sevillano donde vino al mundo. Gracias a los toros sacó adelante a su familia. Y se convirtió en un mito de la fiesta, aun a costa de sufrir más broncas que triunfos en las plazas. Porque su arte, tan personal, tan puro, no le era posible derramarlo cada tarde. Pero ya es historia del toreo. Su biografía personal tiene como ingredientes un carácter sencillo, respetuoso con cuantos se le acercan. En el capítulo amoroso, con lances juveniles apenas conocidos, figura una boda muy deseada con Conchita Márquez Piquer. Dos hijas de la pareja, la menor muerta en un accidente en Estados Unidos. Fue la mayor "cornada" que ha sufrido. La separación matrimonial vino luego. Tuvo otra relación que no acabó bien. Porque una mujer excepcional llegó a su vida: Carmen Tello. Es quien ahora lo cuida. Este 18 de diciembre se ha cumplido el primer aniversario de su boda religiosa.

Era el 1 de diciembre de 1933 cuando Francisco Romero López nació en Camas, en el seno de humilde familia, con una vivienda de reducidas dimensiones. Para hacer sus necesidades, tenían que recurrir a unas letrinas en el corral. Poco fue a la escuela el futuro maestro del toreo. Tenía que ayudar a su progenitor en tareas campesinas, en una finca del que fue uno de los protagonistas de la guerra civil, Queipo de Llano. Todavía no había estrenado juventud cuando pasó a servir en una farmacia en calidad de mancebo de botica, como se llamaba entonces a los chicos que oficiaban de recaderos.

A Curro le gustaban los toros, iba a todas las capeas que podía. Se le despertó la afición tras colarse en un cine para ver la película "Currito de la Cruz", melodrama que protagonizó un brillante matador, Pepín Martín Vázquez. Desde que era novillero, Curro ya destacaba por su estilo: manejaba su capotillo, más reducido que los de otros diestros, con auténtica gracia. También asombró con la muleta: trazó en sus tardes de gloria pases muy lentos, como si se detuviera el tiempo. Y eso supone mucho riesgo. En la Maestranza sevillana cuajó extraordinarias faenas y salió en hombros cinco veces. Lo superó en Las Ventas madrileña, donde fue llevado en hombros en siete ocasiones. Retirado el 22 de octubre de 2000, de forma inesperada para la afición, tras anunciarlo horas después de intervenir en un festival benéfico en La Algaba (Sevilla). Desde entonces ha tenido una existencia plácida, sin que como muchos de sus compañeros tuviera nostalgia y ganas de reaparecer en los ruedos.

¿Y su vida sentimental, cómo transcurrió? Siendo novillero tuvo amores pasajeros que nunca se conocieron: ni él era aún figura ni tampoco las publicaciones de la época, finales de los 50 y principios de la siguiente década, dedicaban demasiada atención a las historias del corazón. Sólo se ha sabido que mantuvo relaciones con una bailarina de cabaré, María del Carmen Arias García, de las cuáles, supuestamente, quedó embarazada, como así me contó el presunto hijo de Curro, José Antonio. Aunque éste y quien siempre aseguró que era su padre se vieron varias veces, nunca se ha sabido si al final el torero suscribió legalmente ante un juez esa paternidad. Posiblemente tras la mediación de un abogado especialista en otros casos similares (el que lleva, por ejemplo, el del supuesto hijo extramatrimonial de Julio Iglesias) pudo llegarse a un acuerdo. Ninguna de las partes han hecho público la resolución.

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Romero y Carmen Tello | Archivo

Todo ese asunto de destapó cuando Curro ya llevaba años casado con la hija de la gran Concha Piquer y el matador de toros Antonio Márquez. La artista valenciana no aceptaba a Curro como yerno; su hija Conchín era muy joven, y para quitarle de la cabeza el amor que empezó a sentir por Curro, que le llevaba una docena de años de diferencia, determinó que fuera a estudiar fuera de España. Fue inscrita en un colegio suizo y luego otro británico. Al regresar, aun con diecisiete años, doña Concha tuvo que admitir el noviazgo de su hija. Y hubo boda por todo lo alto en la iglesia madrileña de los Jerónimos el 22 de octubre de 1962. Las crónicas hablan, una de mil quinientos invitados, y otras rebajan la cifra a mil. La pareja fue muy feliz unos años; dicha aumentada por la llegada al mundo de dos niñas, primero Conchitín, y luego Coral.

Me unió a Concha Márquez Piquer una amistad desde que debutó como cantante en el madrileño teatro de la Zarzuela y el Principal de Valencia: dos escenarios donde impactó con su magnífica voz, y su estilo. Conocí por entonces Curro Romero, que siempre me trató con simpatía. Él no aprobaba que su mujer fuera artista de la canción. Era celoso. Pero tímido, nunca lo evidenció en público. Conchín contraatacaba que tampoco a ella le era agradable sentir que se jugaba la vida ante los toros. En el hotel Colón sevillano ella me propuso acompañarla al día siguiente a la Maestranza, en una localidad alta, en tarde donde toreaba Curro. Luego se arrepintió, diciéndome que se iba a pasar todo el rato agarrada a mi brazo, llena de nervios, pellizcándome, o tal vez tapándose los oídos en caso de que los espectadores imprecaran a su marido con un surtido variado de denuestos e insultos, aquí irreproducibles.

Llegó el día en el que Conchín Márquez Piquer, harta del proceder de Curro, decidió separarse de él. Me contó, en el transcurso de un almuerzo en el club de tiro, de Somontes, pelos y señales de su marido. No podía soportar que muchas madrugadas él llegara a su domicilio del paseo de la Castellana en compañía de flamencos con quienes se ponía a jugar al póker y a mantener juergas, mientras ella y las niñas dormían. Pero lo peor no era eso: es que afirmaba ser una cornuda. Ciertamente, Curro la engañaba. Y se separaron en 1977. Cuando en tiempos democráticos se aprobó el divorcio, lo obtuvieron en 1982. Conchín renunció a recibir pensión alguna en metálico, beneficiándose únicamente de algunos objetos, joyas y un dibujo de Picasso, entre otras pertenencias, y la posesión del piso que había sido el hogar del matrimonio.

Curro Romero, que ya convivía con Ana Rosa Pidal, ex esposa de Tomás Terry, mantuvo esa relación durante diez años. Hasta que dio el paso definitivo de su vida junto a una aristócrata sevillana, Carmen, hija del doctor Ángel Tello Pérez. Estaba separada del marqués de la Montilla, Miguel Ángel Solís-Beaumont y Martínez Campos, con quien contrajo matrimonio en 1977 y fueron padres de cuatro hijos. Él era hermano de Matilde Solís, que estuvo casada con Carlos, primogénito de la Duquesa de Alba.

Carmen Tello, con diez años, del brazo de su padre, vio entonces torear por primera vez a Curro Romero. Más adelante coincidieron en un tentadero del ganadero Fernando Domecq. Cuando el matrimonio de ella se resolvió con una nulidad, Carmen y Curro comenzaron a verse asiduamente. La buena sociedad sevillana comentaba esa íntima relación. Carmen, bella, distinguida, muy piadosa, era muy conocida entre la aristocracia andaluza. El ex marido de Margarita de Inglaterra, lord Snowdon, la retrató ataviada de mantilla española para la edición americana de la revista "Vanity Fair", de 1987.

Ambos se juraron amor eterno, querían casarse por la Iglesia, pero Conchín Márquez Piquer lo impidió, hasta su muerte. Y entonces no tuvieron otro remedio que contraer matrimonio civil en el Ayuntamiento de Espartinas (Sevilla) el 16 de febrero de 2003. Aunque sucedió en las vísperas algo impensable: el novio se echó atrás y en un comunicado informó que no se casaba. Algo parecido a lo sucedido ahora con otro torero, Juan Ortega. Mediaron amigos de ambos hasta que Curro fue a pedir perdón al domicilio de su novia, argumentando que fue víctima de una presión, ante el acoso de los periodistas.

Conchín murió el 18 de octubre de 2022. Entonces, ya Curro se vio libre para celebrar con Carmen Tello la ceremonia religiosa. Sucedió hace justo un año, el 18 de diciembre de 2022, en la capilla de la Casa de Pilatos. Un par de semanas antes dieron una fiesta a la que asistieron alrededor de cuarenta invitados, entre ellos José María García y Los del Río.

Curro pasó por el quirófano en 2019 a consecuencia de un cáncer de laringe, que superó afortunadamente, no sin antes padecer los efectos de la radioterapia y sus efectos secundarios: le extirparon un tumor en la cuerda vocal derecha. En la actualidad, arrastra problemas en sus extremidades, camina con dificultad y ha tenido que recurrir algunas veces a utilizar una silla de ruedas. También ha perdido visión. "Pero tiene la cabeza en su sitio", dice su abnegada esposa, de quien recogemos frases dedicadas a Curro y al tiempo que llevan juntos: "Es un hombre sencillo, el día a día es una delicia a su lado. Tan educado, humilde, cariñoso… Le cuesta pedirme algo, no quiere mandar, es como un niño grande que te hace la vida más fácil. Escucha mucho más que habla. Tiene mucha paciencia, piensa mucho las cosas. Su forma de ser lo lleva al silencio. Habla poco en casa y sólo se expresa más cuando está con algunos amigos y conocidos".

Curro Romero disponía de una finca en Ojén (Málaga), que vendió a Julio Iglesias. Es donde éste se casó con Miranda, lugar de sus vacaciones en España, años atrás. Con lo obtenido en aquella venta el matador de toros adquirió una casa de grandes dimensiones, en Bella Sombra, zona del Aljarafe, a siete kilómetros de Sevilla. Un lugar idílico, tranquilo, donde montaron su hogar, y allí también vivieron tres de los cuatro hijos del primer matrimonio de Carmen, muy queridos por Curro. Pero con los años, se les hizo grande aquella mansión, y la pusieron en venta. El comprador fue por cierto un inglés que conoció a la princesa Diana de Gales, de la que fue su florista. Y así fue como Curro y Carmen adquirieron un piso de doscientos metros cuadrados en una zona céntrica de Sevilla.

¿Y qué dice, qué siente el torero a sus noventa años? Pues cosas como éstas: "Cuando yo toreaba de quien únicamente me acordaba era de Carmen". "Me gustaría ser eterno… ¡para reírme!" "Me llevo bien con la soledad porque no me peleo con ella". Y el remate final: "Le pido a Dios no sufrir cuando llegue mi hora".

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