
Desde que falleciera el muy recordado Paco de Lucía, quien ocupó su cetro como un grande la guitarra, aunque sus estilos fueran diferentes, fue el sevillano Rafael Riqueni. Un gran instrumentista y compositor, pero con una vida dramática desde que se suicidara su padre, que lo llevó a sufrir una destructiva depresión. Cayó en el calvario de las drogas, pasó dos años en la cárcel hasta que tras no pocos esfuerzos pudo recuperar su quebrantada salud y retornar a sus triunfales conciertos. Ese itinerario dramático se refleja en Riqueni, un filme documental donde quedan reflejados los doce años de su lucha contra sus adicciones, que lo situaron al borde de la esquizofrenia y hubo de ser atendido en varias clínicas psiquiátricas. Película que se estrenó recientemente en Barcelona en el transcurso del Festival In Edit.
Rafael Riqueni no goza de la proyección popular que tuvo Paco de Lucía. Fue su caso como el del también desaparecido Manolo Sanlúcar, cuya pureza como guitarrista sólo era reconocida por la crítica flamenca y los entendidos. Desaparecidos los dos citados, insistimos en que Riqueni es en la actualidad un maestro indiscutible.
Nacido en el barrio sevillano de Triana hace sesenta y un años, luego vecino de El Arenal, a espaldas de la Maestranza. Su padre, que tenía un taller de motos, le regaló una guitarra, cuyas notas comenzó a pulsar cuando contaba solamente ocho años. A los catorce ya ganaba premios allí donde concursara, uno de ellos llevaba el nombre del legendario Ramón Montoya; el otro, el del VI Certamen Nacional de Jerez, que volvería a ganar en 1981. Celebrados fueron estos discos, entre otros álbumes: "Flamenco", "Juego de niños", "Mi tiempo", "Suite en Sevilla", "Parque de María Luisa" y el dedicado a glorias añejas de la guitarra, "Maestros", como fueron Niño Ricardo, Sabicas" y Esteban de Sanlúcar. De quien más aprendió como aplicado alumno fue el de tantas veces citado Paco de Lucía.
Hasta que pudo ser aclamado como solista hubo que ganarse el pan como otros ídolos de la guitarra: acompañó a figuras del flamenco o bien de la copla, casos de Rocío Jurado, Isabel Pantoja y Estrella Morente. Enrique, el padre de esta última, siempre destacó el arte de Rafael Riqueni.
Transcurría 1997 cuando su padre se quitó la vida. Ya decíamos que esa muerte fue para Rafael un episodio durísimo en su vida, del que tardó largo tiempo en recuperarse. Cayó en el alcoholismo y en otras drogas aún más difíciles de vencer. Su existencia iba de mal en peor. Alguien de su entorno lo llevó a un hospital: le diagnosticaron una personalidad bipolar, que luego resultaría que no se trató correctamente. En esas circunstancias dejó de tocar la guitarra, suspendió sus conciertos, permaneciendo cerca de veinte años ausente de los estudios de grabación. La locura le acompañó mucho tiempo, tras dos años metido en la cama. Dos años también purgó en la cárcel tras ser detenido en 2015, acusado de una agresión cometida cinco años antes.
En ese tiempo que estuvo dependiendo de substancias adictivas que lo iban consumiendo, con su situación desvalida, sin dinero, lo ayudaron algunos amigos artistas, Carmen Linares, José Mercé, Enrique de Melchor entre otros, que organizaron un festival para aliviar su situación económica.
Cuando tras muchos padecimientos, con la ayuda de su representante, pudo reaparecer en los escenarios, ya era otro hombre: "Salí de ese pozo en el que me encontraba, consciente de que podría haber muerto en plena calle". Doce años luchó envuelto en aquel negro torbellino. Y diez le costó después recuperar la técnica, empeñado en arrancar notas flamencas con su guitarra de siempre.
En 2022 vivió otra vez la gloria en el escenario del teatro Chaillot, de París, donde presentó su obra "Nerja". En septiembre del mismo año inauguraba la XXII Bienal de Flamenco de Sevilla. Y así, poco a poco, le llegó su resurrección musical. Viajó no hace mucho a California. Y su experiencia en los Estados Unidos le influenció para preparar versiones pop de éxitos, tan lejanos a su repertorio, originales de Whitney Houston, The Police, Carlos Santana… Lo cual lo convierte en un instrumentista más ecléctico que en el pasado, desde luego sin abjurar de su verdadera cultura flamenca.
Traté de investigar su vida íntima, y sólo he podido saber que es padre de un hijo que tiene treinta y tres años. Rafael Riqueni habla poco, está siempre concentrado en su mundo, al que ha vuelto para seguir abrazado a su mágica guitarra.

