Hace pocas semanas ha aparecido en las librerías inglesas la última biografía sobre Kate Middleton, casi coincidiendo con la reaparición de ella junto a su esposo, que han pasado sus vacaciones veraniegas en el castillo de Balmoral. La princesa de Gales se recupera lentamente de su enfermedad, aunque sigue sometida a severas sesiones de quimioterapia. En ningún momento ha trascendido comentario alguno sobre las características del cáncer que padece, desde que a principios de este año se supo de su preocupante estado de salud.
El autor de esta reciente biografía, es Robert Johnson, un experto en la Casa Real británica, que ha publicado ya catorce libros sobre algunos de sus miembros. La ha titulado "Catherine, the Princess Of Wales, the Biography". Y allí se cuentan algunos episodios hasta ahora desconocidos. Uno de ellos está relacionado con una bronca que tuvieron el año 2007, cuando ya siendo novios aún no habían precisado el momento de sus esponsales.
Por razones desconocidas, el príncipe Guillermo se había enfadado con Kate de tal manera que por su cabeza pasó la idea de romper su relación. Entablaron amistad cuando en 2001 cursaban estudios en la Universidad de St. Andrews, donde ella inició un curso de Historia del Arte. Los dos condiscípulos se enamoraron al poco tiempo de conocerse. No le importó al príncipe mantener relaciones serias, ya que no se trataba de un ligue ocasional, con una joven hija de una familia de clase media, el padre empleado en una compañía aérea y la madre azafata. De ahí se explica que el mentado biógrafo de la princesa considere que su matrimonio fue un moderno cuento de hadas.
Tras media hora de conversación telefónica sobre aquella riña que puso en peligro la boda, Guillermo y Kate estuvieron sin verse unos cuantos meses. Cada uno por su lado, saliendo con otras parejas. Hasta que un día, un amigo de ambos, el jinete Sam Waley-Cohen, medió para ver si los reconciliaba, invitándolos a una fiesta de disfraces. Ella acudió vestida de enfermera y él, de policía con casco incluido, que nada más verlo produjo a Kate una carcajada. La velada transcurrió entre risas y románticos momentos de complicidad. Total: hicieron las paces.
Y en 2011 se casaron. Y ya recordarán nuestros lectores el boato de aquel enlace que, como otros fastos reales en Inglaterra resultó ser un acontecimiento seguido por miles y miles de televidentes de todo el mundo. Una de las anécdotas de aquella boda sucedió durante el banquete nupcial y el baile tradicional que siempre había sido a los compases de un clásico vals. Pero Kate impuso su preferencia por una música de su tiempo: la de la canción de la película "Grease", que protagonizaron John Travolta y Olivia Newton-John "You´re The One That I Want".
Y es que Kate Middleton tras su rostro dulce y simpático esconde una fuerte personalidad, carácter que en ocasiones la lleva a mantener distintos puntos de vista con su marido. En un principio, ya estando casados, se suscitó el momento en el que Kate podría ostentar el título de princesa de Gales. Lo que, entre otras razones, le haría ser comparada por el pueblo británico como una sucesora de lady Di. Asunto que fue olvidándose aunque tras la muerte de Isabel II Guillermo y Kate sean los actuales Príncipes de Gales y, por tanto, herederos de la Corona cuando sucedan a Calos III.
Siguiendo el libro de Robert Jobson, que define a Kate como muy influyente en la Corte inglesa y a su esposo, el príncipe Guillermo como terco e inflexible, nos enteramos que la princesa de Gales defiende desde hace tiempo la idea de que su cuñado, el príncipe Andrés, sea rehabilitado, pues ya es sabido que su propia madre, Isabel II, lo despojó de muchos de sus privilegios al hacerse público que en los Estados Unidos había mantenido relaciones con jovencitas menores de edad en connivencia con un personaje inmoral, que le proporcionaba encuentros sexuales. Ese deseo de Kate respecto al príncipe Andrés parece ser que chocó no sólo con el pensamiento de Guillermo, sino con el del propio monarca, implacable, negándose a exonerar a su irresponsable hijo.
La boda del príncipe Harry con la actriz divorciada Meghan Markle es harto sabido que originó discusiones, disgustos y controversias en la Familia Real británica. En un principio Guillermo, hermano del novio, que sería padrino del enlace, creyó ver en la novia, tras tratarla un tiempo, a la hermana que nunca tuvo. No obstante pugnó para que Meghan no portara joya alguna de las que habían pertenecido a Diana de Gales, lo que no consiguió, impedido por su abuela, la Reina.
Con el paso del tiempo el desencuentro de ambos hermanos fue inevitable. Kate no sabía cómo reaccionar, porque ella estuvo de parte de los recién casados y mantuvo con Meghan un trato cariñoso, correspondido por ésta. Pero poco a poco, cuando la pareja quiso instalarse lejos de la Corte británica, en Los Ángeles y luego en otro punto de Canadá, ya Kate aceptó de acuerdo con su marido y toda la Familia Real con Isabel II al frente el definitivo distanciamiento con los príncipes de Sussex. Y cuando éstos fueron entrevistados por la importante presentadora norteamericana Oprah Winfrey y Harry escribió su libro biográfico revelando confidencias nada agradables sobre sus familiares, ni siquiera Kate se atrevió a defender la independencia de sus cuñados. Muy enfadada porque la insultaron de racista, injustamente.
Los tres hijos de Kate y Guillermo, príncipes Jorge, Carlota y Luis llenan de alegría el hogar de los príncipes de Gales. Kate se ha ganado el cariño de sus conciudadanos, preocupados desde meses atrás por su estado de salud, en un principio silenciado oficialmente, hasta que ella misma resolvió hacerlo público.