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Libertad Digital

25 años y un día: la gloriosa condena de la libertad

De todo lo que he hecho en mi vida intelectual, que es bastante, lo que más me enorgullece es Libertad Digital. Nacimos para esto, lo hacemos bastante bien, lo haremos cada vez mejor.

De todo lo que he hecho en mi vida intelectual, que es bastante, lo que más me enorgullece es Libertad Digital. Nacimos para esto, lo hacemos bastante bien, lo haremos cada vez mejor.
LD

Hace un cuarto de siglo y un día, gloriosa condena de la que podríamos presumir si la causa de la libertad no nos impusiera obligaciones más urgentes, que empezamos la aventura de Libertad Digital, precedida por La Ilustración Liberal y a la que siguieron Libertad Digital TV y esRadio. Era la primera vez, y sigue siendo la única empresa que nació para combatir el totalitarismo comunista, en España aliado siempre al terrorismo separatista. Los maravillosos reportajes de nuestros inicios en la calle Conde de Aranda me evitan recuerdos particulares, porque antes de empezar un proyecto ya estaba pensando en el siguiente. Todos nacieron de un mismo impulso, la seguridad del peligro que para el liberalismo supondría el gobierno Aznar, que ya acariciaba la mayoría absoluta. Y que en los primeros números de La Ilustración Liberal expliqué en dos largos ensayos: Viaje al centro de la nada y El invierno mediático que se avecina, por desgracia proféticos.

El Camelot de la Sierra de Albarracín

En realidad, entonces estábamos de luna de miel con el gobierno Aznar, algunos de cuyos ministros y figuras relevantes del ámbito liberal acudieron a las Jornadas Liberales de Albarracín, como Esperanza Aguirre, Carlos Aragonés o Lucía Figar, junto a Vidal Quadras o Lorenzo Bernaldo de Quirós, y cantábamos rancheras tras una día de sesudos debates teóricos, con lo mejor del liberalismo iberoamericano, de los Vargas Llosa y Enrique Ghersi a Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza pasando por Gerardo Bongiovanni y los que aún siguen en este mundo y en la lucha por la libertad, que son más de los que recuerdo y que sólo la generosidad de Manuel Pizarro en Ibercaja pudo acarrear hasta aquel Camelot de la Sierra.

La necesidad inmediata de crear un grupo liberal se la expliqué a un grupo pequeño de los asistentes en el Mesón del Gallo, tras un magistral arroz con leche de uno de mis dos paisanos más importantes. El otro es su hermano Antonio Jiménez, alma y dirección de la Fundación Santa María de Albarracín, nuestro anfitrión en aquellas jornadas liberales, gracias al apoyo de Manuel Pizarro, el obispo Algora y el presidente de la Diputación de Teruel. No se permitían fotos ni grabaciones, salvo de la organización, y sólo una foto al Diario de Teruel después de terminar las jornadas. No había llegado aún la era del selfi, pero se adivinaba. Sin testigos, la libertad del debate era absoluta. Lo pasamos muy bien.

La desconfianza ante el Poder, aunque parezca amigo

Nunca ha habido un gobierno tan aparentemente cerca de las ideas liberales como el primero de Aznar. Y nunca estuvo más en peligro de que el liberalismo se convirtiera en una sección de Presidencia del Gobierno, como el Movimiento Organización, que integró y desintegró a la Falange. Por encima de los paralelismos con la derecha histórica estaba la realidad del Poder, para el que las ideas, no digamos los principios, son siempre un desagradable obstáculo, los parientes pobres que acompañan el camino a la gloria, pero que después conviene marginar y, si se rebelan, destruirlos.

A eso íbamos con la Internacional Centrista y el avance ya vivido con Luis Herrero un año antes, cuanto Aznar nos llamó a Moncloa para romper con Antonio Herrero, la víspera de su muerte. Aquella muerte tan de todos cambió mi vida profesional y, por ende, personal. Y me puso ante un destino inesperado: cumplir una obligación moral que, sin Antonio, debía asumir en primera persona, esperando que otros se unieran: crear un grupo mediático del que fuéramos propietarios y que permitiera a nuevas y viejas generaciones tener noticia cada día de lo que pasaba en el mundo desde un punto de vista liberal, y sólo liberal. Sin adherencias: liberal. Que era lo que había faltado en la derecha española desde la Transición.

En los cinco años de La Linterna de la COPE y en los seis de la Mañana, además de combatir la destrucción de la España constitucional, desde el triunfo del 11-M que fue el de la mentira, y el de la traición, que encabezó y sigue encabezando Rodríguez Zapatero, fuimos creando casi desde la nada lo que hoy es el grupo Libertad Digital. Pero todo nació en Albarracín, cuando José María Marco y Javier Rubio Navarro, a los que pronto se sumaron Alberto Recarte y Carlos Alberto Montaner, entre otros de nuestra generación, llegamos a la conclusión de que había que hacer un arca como la de Noé, o el diluvio centrista acabaría con la especie liberal. La razón era doble: la libertad siempre está amenazada y el Poder siempre está dispuesto a recortarla, proscribirla o perseguirla, sea cual sea el que ocupe el Poder.

Desde entonces, nos hemos enfrentado con todos los partidos, en el Poder y en la Oposición, de la derecha casi todos y de la izquierda todos, con una diferencia: la izquierda quería liquidarnos, pero nos tenía respeto. La derecha, del segundo Aznar al tercer Abascal, pasando por Rajoy y las niñas ashisinas, Soraya y Cospedal, se limitaba a odiarnos y a tratar de hundir con toda clase de insidias al grupo, sobre todo tras el congreso de Bulgaria, capital Valencia. De aquel PP miserable sólo queda el recuerdo de un bolso y una resaca. Nosotros, seguimos aquí.

Más grave, aunque reciente, es la traición de Abascal a su partido y a España, que por creerlos unidos apoyamos ante la hostilidad general. Nos costaba creer lo que algunos anunciaban: su entrega a Putin y su aparato de propaganda, mediante esa UTE del Vox privatizado por y para Abascal y el tinglado mediático que, desde Lukoil o Budapest, factura toda la basura de Putin. Pero la traición de Trump y sus lacayos a Ucrania y la libertad nos ha permitido mostrar la solidez y cohesión de nuestro grupo, tan unido e identificado con la defensa de España y de la libertad como hace 25 años, cuando se fundó. Cambian los enemigos, la libertad no cambia, aunque nunca se alcance del todo. Y, cuando se alcanza, como España, se pueda perder, como se esta perdiendo.

Mi agradecimiento a los que han creado lo que empecé

Cuando veo el reportaje de nuestro belén en la calle Conde de Aranda, me emociona comprobar la suerte que he tenido en este cuarto de siglo al encontrar una generación jovencísima, que se identificó desde el principio con la idea de la libertad servida al día, al minuto, para los que ven la vida como algo para ser arte y parte, no sólo testigos. Los Dieter y Somalo, Isabel y Rosana, los que desde entonces hicieron suyo el proyecto de LD, tienen ahora, como nosotros, la obligación de continuarlo. Ellos han creado realmente lo que yo sólo, y nunca solo, empecé con el siglo XXI.


No está el tiempo para jubilarse, una idea francamente socialista, pero si debiera hacerlo me seguiría asombrando este encuentro de dos generaciones, camino ya de la tercera, que un día propicié sin la menor idea de cómo acabaría, y menos aún, que no iba a acabar.

Siempre digo que, de todo lo que he hecho en mi vida intelectual, que es bastante, lo que más me enorgullece es Libertad Digital. Queríamos tener a nuestro alcance, a todas horas, la letra y la música, la imagen y el sonido de esta gloriosa condena que es la lucha por la libertad. Y aquí está, cada día más fuerte. Y es que, aunque la masa tienda al rebaño, siempre habrá personas sueltas, libres, empeñadas en pensar por sí mismas, y en combatir cualquier tiranía. Hoy, alineadas todas en infame turba, de Washington a Pekín pasando por Moscú, es más fácil que nunca identificarlas y combatirlas. Nacimos para esto, lo hacemos bastante bien, lo haremos cada vez mejor.

Muchas gracias, pues, y felices 25 años y un día. Mañana, dos.

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