
Con una biografía artística que comenzó en el teatro para triunfar luego en el cine, la norteamericana Glenn Close declara a sus setenta y siete años cumplidos que ya no piensa emparejarse con nadie, después de una intensa vida sentimental que considera fallida. Tuvo una adolescencia difícil por culpa de su padre, estuvo a punto de enloquecer, la forzaron a casarse con su primer marido y, en definitiva, confiesa no haber tenido suerte nunca en el amor.
Natural de Connecticut, ha rodado más de cien películas, algunas inolvidables para cualquier cinéfilo que se preste: "Las amistades peligrosas", "La casa de los espíritus", "Al filo de la sospecha", "101 dálmatas" donde personificó a la malévola Cruella de Vil… Tiene el dudoso honor de ser la actriz que más veces ha sido candidata a un Óscar, ocho, sin haberlo conseguido nunca. De los hombres, Peter O´Toole es quien ha pasado por esa misma situación. Aunque Glenn no disfrute de ninguna dorada estatuilla la crítica la sitúa como una de las mejores actrices, especialmente en papeles dramáticos. Comenzó su carrera en los escenarios de igual modo que en los últimos tiempos no ha tenido inconveniente en aparecer en series o programas de televisión. Pero no ha abandonado el cine, que es lo que le ha proporcionado más dinero y prestigio. Sin ir más lejos en el pasado año rodó "Back in Action" y en el presente tiene otro filme en cartera. A su edad, todavía ejerciendo de protagonista, no puede quejarse.

En cambio, si repasa su vida, recuerda el calvario que le supuso soportar la decisión de sus padres, en especial el progenitor, un médico que ejercía en el que fuera Congo Belga, obligándola a pertenecer a una secta religiosa, Moral Real Armament, durante nada menos que quince años. En ese largo periodo, entre los siete y veintidós que tenía, hubo de atravesar por toda una serie de obsesiones, morales y de contenido sexual. Estuvo a punto de enloquecer. Lo que ya fue el colmo de ese infierno que vivió fue cuando la indujeron a casarse con un músico, Cabor Wade, siendo muy joven aún, al que había conocido formando parte de la agrupación musical ligada a la secta, "¡Viva la gente!". La pareja duró poco tiempo y se divorciaron. A partir de entonces no es que consiguiera ser feliz del todo en sus experiencias amorosas, pero al fin y al cabo ya fue independiente y no tuvo que, siendo mayor de edad, depender de las manías de su padre y sus inclinaciones religiosas.
Lo primero que hizo Glenn Close para olvidar a su primer marido fue mantener un romance con el actor Kevin Kline, con quien en 1983 rodó la película "Reencuentro" cuando ya estaban distanciados en lo concerniente a su vida privada. La actriz lo olvidó a partir de 1979 al conocer a un actor de Broadway, Len Cariou, y se fue a vivir con él. Cuatro años les duró la unión.
Después, año 1984, contrajo su segundo matrimonio con el empresario James Marlas. Todo parecía irles bien, hasta el día que se estrenó una de las películas más comerciales de la filmografía de Glenn Close, "Atracción fatal", donde tenía unas escenas eróticas compartidas con Michael Douglas que mucho molestaron al señor Marlas, al punto que una vez contempladas aquellas secuencias, le armó a su mujer tal bronca, manifestándole su decisión de irse de casa y divorciarse. Ese mismo año la actriz rodó "El mejor" junto a Robert Redford. Recientemente, Glenn Close ha recordado ese título porque le significó haber recibido el mejor beso de los muchos que registró en la pantalla. La pena, comentaba, es que "sólo pude besarlo una vez".
El año1987 significó para ella alcanzar la maternidad, aunque fuera una sola vez en su existencia, de una niña, Annie, hoy también actriz, fruto de su idilio con el productor John Starke, con quien convivió durante tres años.
Otros amores en su currículo sentimental fueron: con el jugador canadiense Cam Neely, el carpintero teatral Steve Beers cuando trabajaba en "Sunset Boulevard", un desconocido actor llamado Robert Pastorelli con quien compartió escenas en "South Pacific"…Pero de todos esos y probablemente algunos otros más, quien fue quizás el gran amor de su vida fue Woody Harrelson, un actor ya de cierto renombre con el que hizo buenas migas a partir de 1991. Su amante contaba quince años menos. Mas había un problema: él estaba casado y no tenía intención de abandonar a su mujer. Glenn insistía en encamarse con él, alquilaron un apartamento "picadero" donde se veían a escondidas. Era ella quien lo perseguía casi a todas horas. Y así a lo largo de siete años, hasta que él se cansó de aquella aventura: al truncarse, dejó una huella en Glenn durante mucho tiempo.
Pasaron nos años hasta que la actriz conoció a David Evans Shaw, un experto en Biotecnología, que se convirtió en 2006 en su tercer y último esposo. Hasta que en 2015 se divorciaron. Y desde entonces, ella misma ha confesado que ya no ha querido tener más hombres a su lado en la intimidad. Dice que se encuentra ahora muy sola, pero prefiere estar así antes de ser siempre una mujer desgraciada en amores.
Glenn Close a sus setenta y siete años todavía mantiene una grata figura, es muy elegante, conserva buena parte de su vestuario cinematográfico, con el que ha montado ya varias exposiciones. A España ha venido en varias ocasiones, dos de ellas a San Sebastián, donde recibió el premio Donostia en 2011 y luego también en su acreditado festival cinematográfico en 2022 cuando presidió su jurado.
Muy vinculada al Séptimo Arte, es propietaria de una productora de cine. Su elevada posición económica le permite sentirse ya muy segura y elegir sólo las películas, obras teatrales o series de televisión que considera aceptables. Así es su devenir actual, ya curada de sus fallidas experiencias sentimentales.

