La ciudad donde el Imperio Romano se encuentra con Andalucía

En este episodio de El Placer de Viajar los dos destinos que han elegido Kelu Robles y Carmelo Jordá son la ciudad holandesa de Utrecht y la sevillana Carmona.

Para empezar viajamos hasta los Paises Bajos para conocer la que fue su primera capital antes de que Ámsterdam creciese y se convirtiese en la gran ciudad del país, Utrecht, cuyo nombre, al menos en España, está unido para siempre al tratado de paz que significó la pérdida de Gibraltar, todavía una realidad tres siglos después.

Pero además del lugar del famoso tratado que dio fin a la Guerra de Sucesión, Utrecht es una ciudad muy interesante y muy agradable, con la torre de iglesia más alta de Holanda, un casco histórico hermoso, museos, ejemplos clave de la arquitectura del siglo XX y, por supuesto y como corresponde a toda ciudad holandesa, canales que recorren el centro, por los que se puede navegar y pasear y que le dan un carácter muy especial.

En Utrecht, además, se pueden encontrar espectaculares museos de arte sacro como el Catharijneconvent y pequeños tesoros como las iglesias ‘escondidas’ de la época de la reforma, alguna hoy convertida en un llamativo café.

Además, en la segunda parte viajamos a la provincia de Sevilla para conocer Carmona, un gran pueblo blanco en el que, además, tiene singular importancia su pasado romano.

Restos como una de las mayores necrópolis romanas descubiertas en Europa o los baños romanos y el espectacular mosaico que hay dentro del Ayuntamiento, así como otras muestras de otras épocas de su rico pasado como el Alcázar – cuya Puerta de Sevilla fue declarada monumento nacional en 1906, antes incluso que la Giralda de Sevilla– o la antigua judería hacen de la ciudad una visita llena de interés.

Además, de una espléndida colección de casas nobles y palacetes, de gran belleza y en cuyo interior se pueden encontrar las muy típicas monteras, que en este caso no se refieren a esa parte del atuendo de los matadores de toros, sino a las cubiertas de cristal instaladas en muchos patios y cuya forma recuerda a la del sombrero de los toreros.

Dos destinos, en suma, no excesivamente conocidos pero que sin duda son perfectos para sendas escapadas en las que disfrutar de mucha cultura, mucha historia y mucha belleza.

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