
A sólo unos 50 kilómetros de Ciudad del Cabo se encuentra Stellenbosch, la segunda ciudad más antigua de Sudáfrica –fue fundada en 1679– y la capital no sólo del vino sino también de la enología y el enoturismo.
Como su propio nombre sugiere, Stellenbosch fue creada por inmigrantes que en su mayoría llegaban desde los Países Bajos y construyeron su ciudad, en buena parte, en el peculiar estilo Cape Dutch, una preciosa amalgama de referencias que adaptaba a la tierra africana recetas arquitectónicas propias de Holanda, Francia y Alemania.
La ciudad tiene unos 200.000 habitantes de los que más de una décima parte son estudiantes de su prestigiosa universidad: esto le da un ambiente no sólo muy joven y también una importante escena cultural y artística.
Sin embargo, Stellenbosch es conocida sobre todo por sus bodegas y su gran producción de vino: un 14% de todo el que se hace en Sudáfrica llega desde esta zona, incluyendo uvas de las variedades más conocidas: Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Chenin Blanc, Chardonnay…. Y ojo que, a pesar de que probablemente estos son datos muy poco conocidos en España, Sudáfrica es uno de los diez mayores productores de vino del mundo y exporta sus caldos a un centenar de países.
Esa tradición vitivinícola está, además, completamente puesta al día en todos los aspectos, especialmente en lo que se refiere al respeto por el entorno y la integración con las comunidades locales. De hecho, más del 90% de los viñedos forman parte del programa Integrated Production of Wine que certifica que se siguen estas prácticas sostenibles.
Por supuesto, toda esa cultura enológica es un fantástico recurso turístico y algo de lo que disfrutan muchos viajeros: rutas del vino recorren la región –y otras del país– y bodegas históricas como Spier Wine Farm, Delaire Graff Estate o Tokara, por citar sólo tres de las más conocidas, ofrecen experiencias únicas en las que se mezclan el vino, la naturaleza, la gastronomía, el arte y, por supuesto, el hermoso paisaje de colinas y viñedos de la zona.
Más allá del vino, la ciudad destaca también por su patrimonio cultural y sus museos, como el Stellenbosch Village Museum en el que se guardan registros y artefactos relacionados con la historia colonial y las tradiciones locales. El Rupert Museum, por su parte, tiene una de las colecciones de arte sudafricano e internacional más importantes del país.
Una gastronomía excepcional
Donde hay una cultura del vino suele haber también una gastronomía importante y Sudáfrica no es una excepción. El país tiene una cocina muy rica, variada y creativa que refleja la herencia multicultural del país y que reúne influencias africanas, malayas, neerlandesas, indias y europeas, que se mezclan con especias y técnicas locales para alcanzar unos sabores peculiares, únicos.
Urbes como Johannesburgo o Ciudad del Cabo se han convertido en el centro de una escena culinaria muy dinámica, con chefs que están alcanzando relevancia como Wandile Mabaso, que en su restaurante Les Creatifs reinterpreta los ingredientes y la tradición local con técnicas internacionales, como también lo hacen en el restaurante La Colombe, uno de los más reconocidos de África.
Esta gastronomía se vive también en los grandes mercados urbanos como el Neighbourgoods Market de Johannesburgo o The Old Biscuit Mill, en Ciudad del Cabo, son lugares perfectos para sumergirse en el producto local, las especias y la versión más callejera y sabrosa de la comida sudafricana, con productos que van desde el vino hasta los mariscos, pasando por el pan, las carnes ahumadas…
Por último, si el viajero que quiera sumergirse de verdad en la cocina –¡y en la vida!– sudafricanas es imprescindible vivir una de sus famosas barbacoas o, como las llaman allí, los braai.
Para empezar, porque un braai es mucho más que una comida: es una reunión social alrededor del fuego en la que puede encontrarse una familia, un grupo de amigos o incluso un vecindario. Ese sentido comunitario es esencial, pero eso no quiere decir que la comida no sea deliciosa.
Se cocina siempre con carbón o leña y, de hecho, el ritual de encender y mantener el fuego es parte de la fiesta. El braaimaster, el responsable de la parrilla –toda una responsabilidad y una tarea respetada– puede poner casi cualquier cosa sobre las brasas, pero lo más habitual son las carnes, desde la imprescindible boerewors, una longaniza especiada y deliciosa, hasta chuletas de cordero, pasando por pollo, brochetas de carne con albaricoques que se llaman sosaties y, por supuesto, costillas marinadas.
La carne se acompaña con pan cocido en una olla de hierro en el propio fuego de la barbacoa, sándwiches, ensaladas y, por supuesto, vino sudafricano y cerveza.
Hasta tal punto son importantes estos encuentros gastronómicos en la vida social sudafricana que el 16 de diciembre es el Braai Day, un festivo en el que millones de personas de diferentes culturas y grupos étnicos se reúnen para disfrutar de la comida y de todo lo que tienen en común.
Como pueden ver, el vino, la cultura y la gastronomía son una cara distinta de esa misma Sudáfrica que conocemos por su excepcional naturaleza pero que, como vemos, tiene mucho más que ofrecer al viajero.
