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Más que la octava maravilla: todo lo que te ofrece San Lorenzo de El Escorial si le dedicas el tiempo que merece

Una localidad única, con un monumento excepcional pero que además ofrece al viajero mucho más y merece una estancia de varios días.

Una de las vistas más reconocibles del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. | Comunidad de Madrid

En ocasiones nos cuesta apreciar en todo su valor lo que tenemos más cerca, no nos damos cuenta de la suerte que supone poder ver cuando queramos auténticas maravillas que están ahí, a nuestro alcance. Otras veces, y esto a veces ocurre coincidiendo con lo anterior, aunque parezca contradictorio, el brillo de un único elemento empaña a muchos otros que le rodean y que también merecerían nuestra atención.

Es lo que ocurre, por ejemplo, en San Lorenzo de El Escorial: por un lado quizá no somos completamente conscientes de lo increíble que es el Real Monasterio que mandó construir Felipe II, de su belleza, su magnitud y de la importancia de los tesoros artísticos que contiene.

Y por el otro, la capacidad de atracción de ese enorme monumento hace que muchas otras cosas de la localidad pasen desapercibidas en visitas exprés de ida y vuelta, que no le dedican ni a la ciudad ni a su entorno todo el tiempo que merecen, porque hay mucho que ver y mucho que disfrutar además, por supuesto, de la que en su tiempo fue llamada "la octava maravilla del mundo".

El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Pocos lugares, ya no de España sino del mundo, acumulan tanta belleza, tanto arte y tanta historia como el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Una joya que como tal ha sido reconocida: es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO desde 1984.

Una distinción que, conviene recordarlo, comparte con otros cuatro enclaves de la Comunidad de Madrid: el Paisaje de la Luz en la capital; la Universidad y el Recinto Histórico de Alcalá de Henares; el Paisaje Cultural de Aranjuez; y el Hayedo de Montejo, que cuenta con la Declaración de Patrimonio Mundial Natural.

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Volviendo al Real Monasterio, pese a que ese sea su nombre, en realidad es mucho más: en su interior hay un palacio real –casi se podría decir que dos muy diferentes, el de los Austrias y el de los Borbones–, una basílica de proporciones casi catedralicias, el panteón en el que descansan los restos de los Reyes de España, una de las bibliotecas más hermosas del mundo, un colegio, un museo de pintura que está a la altura de los de muchas capitales europeas y, sí, por supuesto, un monasterio.

Todo en un proyecto de una ambición insólita y en un edificio de dimensiones y proporciones majestuosas, diseñado por dos genios de la arquitectura: Juan Bautista de Toledo y, sobre todo, Juan de Herrera.

Visitarlo es una experiencia que podemos calificar de excepcional: se disfruta de una arquitectura que ha marcado estilo en España y en buena parte del mundo; de sentirse parte de la historia de la forma más intensa –descender al panteón y verse rodeado de reyes es algo que se experimenta en muy pocos lugares–, de la belleza en las estancias decoradas con todo el lujo y también de aquellas en las que destaca la más elegante austeridad; de la cultura condensada en una deslumbrante biblioteca de más de 40.000 volúmenes; de la espiritualidad de la que nació y que lo impregna todo.

Un entorno increíble

Pero como decíamos antes, la octava maravilla del mundo no es la única razón para viajar a San Lorenzo de El Escorial y, sobre todo, para pasar allí más tiempo. Para empezar porque cuando Felipe II eligió el lugar en el que se iba a levantar su obra magna no lo hizo de cualquier manera: el entorno en el que está el Real Monasterio es espléndido, al pie del majestuoso Monte Abantos y junto a lo que hoy es un valioso y bellísimo espacio natural: el Bosque de La Herrería.

El Real Monasterio y el Bosque de La Herrería | Hugo Fernández/Comunidad de Madrid

Sobre este bosque está uno de los lugares imprescindibles de la localidad, la llamada Silla de Felipe II, que según la tradición era el lugar desde el que el rey contemplaba la evolución de las obras, aunque todo indica que se trata de un altar de las tribus vetonas de la zona, realizado mucho tiempo antes.

Sea como sea, la subida hasta la Silla es un paseo delicioso a través del bosque y, además, desde allí se tiene el premio de las mejores vistas sobre el conjunto monumental.

Magníficas son también las vistas desde la parte opuesta que nos ofrece el Mirador del Monte Abantos, desde el que en un plácido paseo a través del bosque se puede llegar al Arboreto Luis Ceballos, un auténtico museo de la naturaleza con casi 250 especies naturales y, además, una importante programación de actividades educativas, entre las que se incluyen visitas guiadas.

Los amantes de la naturaleza disfrutarán también de InsectPark, un Centro de Divulgación Científica y Cultural muy especial ya que permite al visitante asomarse al mundo de los invertebrados: desde coloridas mariposas a espectaculares escarabajos y las siempre enigmáticas arañas.

Más allá del Real Monasterio

Es imposible separar a San Lorenzo de El Escorial de su Real Monasterio, pero es cierto que más allá del colosal edificio, la villa tiene un interés arquitectónico y monumental muy notable, habitualmente opacado por el brillo de la octava maravilla del mundo.

Los primeros edificios reseñables son, de hecho, parte del plan y de las necesidades que supuso el monasterio: las dos Casas de Oficios proyectadas por el propio Juan de Herrera albergan hoy varias dependencias municipales y culturales y el Santuario de Nuestra Señora de la Virgen de Gracia, patrona del municipio.

Casi dos siglos después Carlos III pidió al otro gran arquitecto del complejo, Juan de Villanueva, que levantase una tercera Casa de Oficios con la que se cerraba la Lonja, el inmenso patio –casi 20.000 metros cuadrados– que permite que admiremos el Monasterio en toda su grandeza incluso desde muy cerca.

La Casa de la Compañía, por su parte, se edificó para reunir en ella todos los servicios que necesitaba la comunidad monástica. Después de verse casi destruida por un incendio y de una intervención de Juan de Villanueva se entregó a una nueva orden religiosa y hoy es un centro universitario.

De Juan de Villanueva es también la deliciosa Casita del Infante, que le encargó Gabriel de Borbón, uno de los hijos de Carlos III y un personaje muy interesante que se hizo construir ese pequeño paraíso para disfrutar allí de sus aficiones, como la música –era un destacado intérprete– o la pintura.

El Real Coliseo Carlos III | Hugo Fernández/Comunidad de Madrid

Y, finalmente, otro imprescindible de San Lorenzo de El Escorial es el Real Coliseo Carlos III, que el monarca quiso construir para entretenimiento de la corte y que introdujo en nuestro país lo que en su momento fue toda una novedad: la cubierta sobre el patio de butacas. El hermoso edificio atravesó numerosas vicisitudes, fue cine, se salvó por poco de la demolición y, tras una cuidada restauración en los años 70, es una pieza clave de la vida cultural de la localidad.

Un destino con mucho sabor

Otra de las razones por las que no hay que dejar de ir a San Lorenzo de El Escorial es, por supuesto, la mesa, para empezar con sus dulces de gran tradición, como las bizcotelas, elaboradas con bizcocho, yema y chocolate y que ya eran el dulce preferido del rey Felipe V.

La localidad cuenta también con una tradición sobresaliente de restaurantes con muchos nombres bien conocidos como Charolés, Vesta o Cava Alta u otros en los que degustar, por ejemplo, carnes de Guadarrama o la sobresaliente micología de la zona.

Y como gran representante de la alta cocina encontramos Montia, un restaurante a cuyos mandos está el reputado chef Dani Ochoa, que se presenta a sí mismo como un grupo de "recolectores y agricultores" y que presume de que "para cocinar, más que un cuchillo, necesitamos unas botas de monte". Toda una declaración de principios de una cocina que se basa en la vuelta "a nuestras raíces, a la naturaleza y al monte" y que crea "con ayuda de agricultores y ganaderos de la zona", una propuesta que les ha llevado a tener una estrella Michelin y dos Soles Repsol.

Cualquier época del año es perfecta para viajar a San Lorenzo de El Escorial, en todas tiene su encanto aunque quizá el otoño sea la más llamativa. Dos excusas inmejorables para la visita, si es que las necesitamos son la celebración de la Semana Santa o el peculiar Belén Monumental en Navidad.

El Tren Felipe II, una alternativa divertida para viajar a San Lorenzo de El Escorial | Alsa/Comunidad de Madrid

Además, es muy fácil llegar: no se tardan más de tres cuartos de hora desde el centro de Madrid y también disponemos del cercanías y, una opción distinta y con mucho encanto, el Tren de Felipe II, con actores representando personajes históricos en un precioso convoy de los años 40.

Por último, San Lorenzo de El Escorial es también la base perfecta para conocer mejor la Sierra de Madrid, especialmente el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y todo su entorno.

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