Tengo que hacerte saber lo que siento por ti y, aunque no soy capaz de hacerlo como debería, cara a cara, creo que tengo que decírtelo cuanto antes.
No sé muy bien como empezar, pero trataré de ser claro y explicarme bien pese a lo nervioso que estoy.
Cuando te conocí ya vi que eras distinta a las demás, que resaltabas, que llamabas mi atención de tal manera que me costaba dejar de mirarte. Como pude me acerqué a ti y empezamos a hablar. No sé qué pensarías tú de mí en ese momento, pero creo que hicimos una buena relación y gracias a eso hemos podido ir viéndonos más o menos frecuentemente.
Y ese es el problema, que cada día que quedamos, cada día que te veo, me gustas más y más. Hay algo mágico en ti, el tiempo pasa rápido y es tan agradable estar contigo que no me separaría nunca. Los problemas desaparecen y no hay preocupación en mi cabeza más allá de ti cuando estamos juntos.
El momento duro es el de volver a casa. Feliz por haber estado contigo y triste por no haber tenido valor para decirte que me encantas y que me muero por ti.
En esa situación estoy, que miro tus fotos y me derrito, que daría cualquier cosa por ti, pero que no puedo superar el miedo a hablar sinceramente contigo y contarte todas estas cosas. Temo que diciéndotelo te pueda perder, pero ahora ya me da igual, porque si no te lo digo voy a seguir sufriendo lo que no te puedes imaginar.
Y así hasta hoy, que he tomado la determinación de escribirte antes de irme a dormir. O mejor dicho, que tenía que escribirte esta carta si quería dormir, porque ya no podía más.
De todas formas, eres muy inteligente y ya habrás notado algo. Quizá hasta comprendas lo que siento mejor aún que yo. Así que no creo que todo esto te sorprenda. Pero en cualquier caso tenía que dar el paso.
En fin, ahora ya me quedo tranquilo, ya he expresado más o menos lo que quería que supieras.
Quedo a la espera de tu respuesta, hasta pronto.
Eduardo
