Cada uno de ellos reflejaba vuestros rostros intactos. Paseando lentamente, casi flotando, extiendo mis alas hacia el viento y quiero volar hasta Legazpia, donde nacimos y pasamos nuestra infancia.
Escondido nuestro pueblo entre valles y montañas, donde cada estación del año llegaba con una belleza asombrosa, sobre todo el Otoño, con aquellos colores mezclados con las verdes praderas y los múltiples hojas que se deslizaban de los frondosos árboles, el olor a chimeneas y como gran protagonista la suave lluvia permanente, donde nuestra primera visión matinal era ver la hermosa huerta que estaba al otro lado de la casa, bañada levemente por las gotas de lluvia caídas durante la noche.
Sucedían momentos mágicos en esta época del año, la cruz que se sitúa en lo alto del monte que podíamos ver desde nuestras ventanas desaparecía por la presencia casi a diario de una intensa niebla y en algunas ocasiones se convertía en un manto sobre el valle.
Era la época de recoger nueces y castañas sin importarnos hundirnos en los pozos de ramajes vertidos sobre el monte. Las campanas de la Iglesia sonaban con melancolía y nos indicaba a su vez las horas que restaban para la salida del colegio.
Cada viernes, en esta temporada, se realizaba un entrañable mercado en la plaza de la Iglesia, donde los propietarios de Caseríos ponían a la venta sus mejores recolectas de la huerta así como productos del ganado, podíamos comprobar la Naturaleza en estado puro. Os quiero transmitir desde mi viaje todo mi cariño y he vuelto a recordar el escenario donde brotó nuestro amor.
Siento la paz que buscaba. He dejado el miedo de lado y la incertidumbre se esconde bajo los aromas del Otoño.
Tengo una cita con la soledad, no es que quiera marcharme definitivamente, quiero acomodarme por unos instantes en el sillón de la nostalgia y rendir homenaje a mi niñez y recordar cuando éramos niños.
Disfrutábamos de aquella inocencia marcada por las estrecheces que nuestros padres padecían para criarnos....echo tanto de menos aquellos momentos,!!!!Cuanto amor despedía aquel hogar...Era lo primero que se apreciaba, no importaban los momentos malos, se sanaban con nuestras risas inocentes, soñábamos con lo imposible, compartíamos nuestros juegos inventados.
Ahora, en este momento ,adentrada en este Otoño, pienso en nuestro padre que ya no está con nosotros y en nuestra madre que está enferma ,ellos provocaron nuestro amor y cuidaron de nuestra felicidad casi infinita.
No debemos rendirnos ahora, impidamos que los problemas que nos inundan construyan barreras a nuestro amor de hermanos. Dejemos intacto el sello de amor que nos dejaron nuestros padres. El rencor y la ira que no sean ingredientes indispensables para el día a día.
Sigamos cultivando esperanzas.
Mis alas se han detenido, esto indica que el viaje a mi niñez ha concluido. Una vez más el equipaje es el mismo...Mis recuerdos; y los acompañantes... Mis Padres y mis Hermanos.
Marisol
