Menú
Carta de amor

Querida mía

Me queda poco tiempo de vida. 

Carta de amor: "Querida mía"

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio

Una vida que, como dijo alguien esta madrugada por la radio, mirada de cerca, es una tragedia, pero vista de lejos, parece una comedia. Así son las cosas, amada mía...

Cuando te vi esta mañana por primera vez, dejando tras de ti una aura cálida con un sutil aroma de vainilla, me quedé prendado: eras perfecta: tu cuerpo joven, dorado y de apetecibles curvas, clamaba deseo por los cuatro costados: ahí empezó mi corto pero cruel calvario: pronto descubrí tu naturaleza impúdica y lasciva: exponías tu cuerpo, junto al de tus compañeras de fatal destino, a todas las miradas de la calle, con tus dulces y atractivas curvas, sin importarte el objeto de quien cayera presa de tu pecado, tal es tu lascivia y tu lujuria que clama ser saciada mútuamente por ti y por tu pecador, encarnando con tu presencia el pecaminoso objeto de la perdición del apetito humano: eres hermosa, voluptuosa y apetecible.

Desde mi humilde posición, cercano a ti, impotente e inmóvil, me he limitado a contemplar tu belleza efímera y mortal y así he intentado saciar mi inocente apetito, pero no hay pena más grande para un enamorado que el ser ignorado por el objeto de sus pasiones amorosas: antes prefiere ser odiado y maltratado que ser ignorado...

Hasta que en un momento dado, desviaste tu mirada hacia mí y entendí con ese gesto que querías algo conmigo. De pronto, una sensación de júbilo se apoderó de mí: ya no me ignorabas, te habías fijado en tu vecino de al lado, en alguien tan humilde como yo...Si hubiera podido, habría proclamado ante todos mi alegría, hubiera explotado en mil pedacitos, proclamando nuestro amor, imaginándome el poder de los sentidos... la unión del gusto y el tacto, tu cuerpo acariciando el cielo de mi boca, pero poco ha durado mi ilusión: ha tenido que ser un tercero quien, con una cruel verdad me haya abierto los ojos, afirmando que lo nuestro no tenía futuro: tarde o temprano tú acabarías poniéndome los cuernos –nunca mejor dicho- , con cualquiera...

Tuvo que ser él, el negro y traicionero café quien así me lo dijera en pleno trance de mi muerte.

Y así, después que mi pobre cuerpo, ahora fragmentado en pedazos, se hunde por momentos en la negra y amarga agua de la pena, engullido por las voraces fauces de mi Parca particular, accedo a rendirme, sabedor de mi cruel destino y de mi fugaz existencia.

Amada Magdalena, "pequeña concha de repostería, tan mantecosamente sensual bajo tus pliegues severos y devotos", como en su día te definió Proust, ahora ya es demasiado tarde y ya no me importa nada: fui feliz en el aparador de la panadería que nos vio nacer, mientras creí en el amor y abandono este mundo, deseando para ti un final como el mío: cruel y anónimo entre las mandíbulas de un humano goloso.

Hasta siempre, Magdalena...

Tu humilde Cruasán.

P.D.: Ojalá en mi próxima vida me reencarne en un donut, así, como careceré de corazón, toda mi efímera existencia será redonda, sin dolorosos altibajos.

Trycia

En Chic

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal