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Los orígenes y las técnicas del estilo Gustaviano

Una dosis de historia para entender este estilo y comprender que sus piezas clásicas no son más que unos históricos ejemplos de muebles vintage.

Las técnicas del estilo Gustaviano | Wikipedia

Puede que al ver fotografías de decoración sobre el estilo Gustaviano solo parezca una simple muestra más del estilo rústico, pero nos equivocamos. Necesitamos una pequeña dosis de historia de este estilo para profundizar en él y comprender que sus piezas clásicas no son más que unos históricos ejemplos de muebles vintage. Su estilo ha sido el fruto de una mezcla entre el francés y el sueco y ha terminado por convertirse en el antecesor del conocido estilo nórdico o escandinavo.

Retomando brevemente sus orígenes, diremos que ese tipo de decoración nace en Suecia en el siglo XVIII y su nombre hace honor al rey Gustavo III, un monarca ilustrado que se dejó inspirar por el pensamiento francés y fue un importante mecenas de la cultura y del arte. Pero a pesar de su particular personalidad, ha bebido mucho del estilo neoclásico de Luis XVI. Y así es cómo surgió un estilo trasgresor e innovador, propio de la aristocracia, pero sencillo y nada suntuoso, donde lo rústico lo invade todo.

Predomina el blanco en las habitaciones, que son muy luminosas para potenciar su amplitud y claridad; mientras que los ligeros toques de color son absorbidos por los muebles, principalmente de madera de pino, que no olvidan ese toque desgastado típico del vintage. Presentan unas tonalidades suaves de verdes, azules, grises y, sobre todo, blancos rotos que dejan entrever lo bordes frotados de la madera que se asoma de fondo.

Este efecto imperfecto aplicado a los muebles es la técnica del patinado que le permite una apariencia envejecida con huecos, relieves y grietas. Y se culmina al deslizar la pintura de forma que deje diferentes marcas sobre la superficie. Esto se consigue eliminando la pintura de la zona con la técnica del decapado. Pero la delicadeza llega cuando se cuelgan en los techos preciosas lámparas con lágrimas de cristal y nos rodean exquisitas telas aterciopeladas o de algodón natural.

Y el romanticismo toma las riendas en las trabajadas curvas y remates de los muebles, así como en las flores estampadas de algunos elementos. Evocando un ambiente de siglos pasados, no podían faltar las populares butacas y sillas de tipo medallón tapizadas con elegantes telas. Pero tampoco hay que olvidarse de algunas mesitas y sillones de baja altura repartidos por la sala. Y entre estos muebles, toman lugar las flores, los libros, las enormes vitrinas y los espejos, una de las piezas más comunes. Siempre suele haber una pared en la que destaca un gran espejo con un exquisito marco con detalles muy trabajados que no pierden su toque antiguo.

También es una buena opción decantarse por el blanco como gran protagonista y que toda la vajilla, las lámparas y los objetos se pinten de blanco, junto a bonitos jarrones inmaculados de los que solo sobresale el verde de las hojas o algunas rosas blancas. Por el suelo, en cambio, se extiende parqué, baldosas de tonos pasteles o tablas de madera desgastadas. Aunque otra apuesta sería abandonar esta fuerza de la madera en los muebles y optar por barnizarla con tonos cobres que le darán un toque más sofisticado como si de reflejos dorados se tratasen.

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