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Katy Mikhailova

Cuando el vestido es noticia

Con los Premios Princesa de Asturias, España analiza dos cosas muy claras. Los discursos impecables y los estilismos de la heredera y de su hermana.

La princesa Leonor y la infanta Sofía en los premios Princesa de Asturias 2025. | Gtres

Los Premios Princesa de Asturias se han convertido en una pasarela involuntaria que revela algo más que estilismos. Reflejan nuestra obsesión por juzgar a dos adolescentes que aún están buscando quiénes son. Moda y sociedad se dan la mano para recordarnos que el foco no siempre ilumina. A veces quema.

Cada otoño, con los Premios Princesa de Asturias, España analiza dos cosas muy claras. Los discursos impecables y los estilismos de la heredera y de su hermana. Si van tapadas, "anticuadas". Si enseñan un poco más, "atrevidas". Si apuestan por tonos sobrios, "aburridas". Si prueban algo distinto, "equivocadas". Opinamos como si fuéramos la alta corte de la estética nacional.

Es verdad que no son niñas anónimas. Representan una institución, un país y una historia. Queremos que vistan bien, que simbolicen algo y que encajen en un ideal que ni siquiera sabemos medir. Pero hay una línea que hace tiempo cruzamos.

Si creemos en la igualdad y en el empoderamiento femenino, conviene revisar por qué seguimos evaluándolas a través de sus outfits. Nunca hablamos del vestido y sí de la persona dentro del vestido. Y eso, tratándose de adolescentes, resulta especialmente delicado.

Leonor es guapa (eso facilita y complica). Sofía es más alta (y ya hay comparaciones). Y si la Reina luce espectacular, alguien pregunta qué tal van las hijas. Cualquier elección se convierte en un examen sin nota posible.

El famoso vestido burdeos en Oviedo de H&M se ha llevado la atención de medio planeta. Para algunos demasiado formal. Para otros acertado pero sin personalidad. Si hubiese sido igual al de su hermana, copia. Si más juvenil, falta de respeto al protocolo. No hay escapatoria para quien aún está definiendo su estilo y su identidad.

Querer que lo hagan bien no nos autoriza a exigirles la perfección. Y permitirles crecer exige aceptar un margen de error que el mundo entero parece negarles. Nadie construye una identidad bajo un foco que nunca se apaga.

Escribo esto desde mi bar de confianza en Marbella, Tamanco, desayunando una tostada de pavo mientras mis amigos y socios recuperan fuerzas después de una noche eterna. Yo soy de día y celebro haberme comido una pasta en Cipriani anoche. Pensar sobre la monarquía cansa más que bailar hasta el amanecer y también más que sobrevivir a Marbella un sábado de octubre.

Brindemos por su derecho a equivocarse. Las princesas también necesitan tiempo para descubrir quiénes son sin que el país convierta cada botón mal cerrado en una alarma nacional. La verdadera educación sucede cuando nadie está opinando. Si el vestido es noticia, el problema no es el vestido.

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