
El Gobierno pretendía eliminar la normativa sobre los perros potencialmente peligrosos en la nueva ley de protección de derechos y bienestar de los animales del ministerio de Ione Belarra (más conocida como Ley de Bienestar Animal). La idea era que los propietarios sometiesen a sus perros a un test de sociabilidad para determinar si eran o no peligrosos. Sin embargo, una enmienda de EH-Bildu obligó a recular al Gobierno, que finalmente ha optado por algo que se le da muy bien: dejar el problema tal y como está, pero cambiándole el nombre. Y así, de los creadores de los "fijos discontinuos", llegan ahora los "perros de manejo especial".
De este modo, desaparecen los PPP (Perros Potencialmente Peligrosos), que ahora se denominan "perros de manejo especial", pero la lista de razas afectadas y las normas que deben cumplir sus dueños se mantienen tal y como establece la Ley 50/1999, de 23 de diciembre, sobre el Régimen Jurídico de la Tenencia de Animales Potencialmente Peligrosos: inscripción en el registro municipal de animales potencialmente peligrosos, bozal obligatorio y correa de menos de dos metros. Además, tendrán que contratar un seguro de responsabilidad civil y realizar un curso de formación en tenencia responsable, dos obligaciones que también se extienden al resto de propietarios.
"La ley de animales potencialmente peligrosos es un paradigma de cómo no se deben de hacer las leyes. Fue una ley súper precipitada, muy difícil de cumplir y que no ha cumplido con su objetivo de prevenir las agresiones mortales de perros fundamentalmente a las personas, porque según las estadísticas, el número de agresiones ha aumentado", explica el presidente de la Asociación de Veterinarios Municipales, Juan Carlos Ortiz, que lamenta que el Gobierno haya perdido la oportunidad de hacer una buena ley.
"Tanto ruido para nada"
Con la ley actual, señala Ortiz, "se ha estigmatizado a una serie de razas de perro y evidentemente los profesionales no estamos de acuerdo con ese criterio, porque la raza no tiene una predisposición genética a ser peligrosa o no peligrosa. Intervienen muchos otros factores".
Actualmente el listado de perros potencialmente peligrosos incluye a las siguientes razas: Pit Bull Terrier, Staffordshire Bull Terrier, American Staffordshire Terrier, Rottweiler, Dogo Argentino, Fila Brasileiro, Tosa Inu y Akita Inu. También a todos aquellos mestizos que compartan las mismas características físicas de este tipo de razas: fuerte musculatura, aspecto poderoso, mandíbula ancha...
"La cosa ha quedado más o menos igual. Tanto ruido para nada", señala Carlos Carrasco, educador canino y director de Dos Adiestramiento. "Esta ley (la de los PPP) la redactó alguien que no tenía ni pajolera idea de perros. Cogieron ocho razas que poco tienen que ver unas con otras". Aunque todos ellos comparten un físico potente, su comportamiento no tiene nada en común, según explica Carrasco: "Los Pit Bull son perros sensibles que pasan de cero a cien muy rápido y se bloquean en estados emocionales altos. Tú dirás en qué se parece a un Akita, un perro más tranquilo, recio, de carácter sobrio pero que necesita su espacio. O qué tiene que ver con el Rottweiler, que son perros con la cabeza muy amueblada, pero que cuando tira para adelante no le para nadie".
De hecho, destaca Ortiz, "los perros más agresivos y los que causan más agresiones ya están identificados en las estadísticas y eso lo saben las compañías de seguros. Son los perros de pequeño tamaño como el Cocker dorado y los perros tipo Yorkshire. Pero claro, las consecuencias de esas agresiones no van más allá de un pequeño mordisco o desgarro. Otra cosa son los animales de gran tamaño y que tienen una potencia de mordedura importante y que, cuando están descontrolados y van a sus anchas, pueden llegar a matar a niños y adultos".
"Son perros que, por su carácter o su sensibilidad emocional, no son para todo el mundo. Y aunque esto no sea políticamente correcto, es la verdad", señala Carrasco. "No son perros que haya que exterminar ni tampoco son seres de luz que han venido al mundo a dar a amor. La cuestión es que no todo el mundo puede tener un American Stafford o un Rottweiler. Hay que saber lo que se tiene entre manos".
Los perros menos deseados
La mayoría de los centros municipales de protección de animales cuentan con una página web en la que se incluye un catálogo de perros disponibles para su adopción. Basta con ordenar los resultados por mayor antigüedad de ingreso en la perrera para comprobar que los perros potencialmente peligrosos son los menos deseados.
Ejemplares jóvenes, casi todos de raza American Staffordshire, Pit Bull Terrier y mestizos catalogados como potencialmente peligrosos, prácticamente llevan toda su corta vida abandonados, esperando a que alguien decida acogerlos. Es difícil. Se trata de razas estigmatizadas y algunos de ellos tienen problemas de educación difíciles de reconducir debido a la falta de medios y recursos. De este modo, se convierten en animales con pocas papeletas para ser adoptados. Y cuando su encierro prolongado se vuelve insoportable, muchos acaban enloqueciendo. Es entonces cuando las políticas de cero sacrificio se convierten en una tortura que se extiende hasta que el animal fallece.
"No son perros fáciles, requieren de una persona responsable, de un guía con experiencia y conocimientos. Pero muchas veces van a parar a una familia poco adecuada, acaban dando problemas y acaban en la perrera, donde adquieren mala fama y nadie los quiere. Es la pescadilla que se muerde la cola", explica Carrasco. "A mí incluso me ha pasado de ir por la calle con mis dos Staffy y hay gente que se ha asustado y se ha cambiado de acera."
En este sentido, Carrasco admite que el sistema propuesto inicialmente en la ley animalista de Belarra, el test de sociabilidad, era difícil de implementar adecuadamente porque, tal y como estaba ideado, difícilmente serviría para determinar el carácter agresivo de un perro.
Por su parte, Ortiz reclama que "los ayuntamientos ejerzan su papel controlador, facilitador de medios e instalaciones y también de gestión de problemas con los vecinos para que todos podamos convivir y llegar de este modo al sistema cero-cero: cero abandono, cero sacrificio". Y recuerda que cuando la gestión no es adecuada, los veterinarios al final tienen que acabar decidiendo sobre una posible eutanasia, con el gran coste emocional, personal y profesional que eso conlleva.


