Más vale prevenir que apagar: incendios extremos por montes olvidados
Los incendios de Méntrida y Lérida evidencian una verdad ignorada: la falta de gestión forestal convierte el monte en una trampa de fuego.
Los incendios de este verano vuelven a poner en evidencia una verdad incómoda: el fuego no nace del cambio climático, sino del abandono del monte.
El incendio declarado este jueves en Méntrida (Toledo) cortó la A-5 y la R-5, y ha afectado a unas 30 viviendas de la urbanización Calypo Fado, donde se han desalojado a unos 50 vecinos y ha cubierto de humo el sur y centro de Madrid.
La rápida propagación ha obligado a activar el Nivel 2 del Plan Infocam y más de 100 efectivos y 13 medios entre Bomberos y Brigadas Forestales de la Comunidad de Madrid.
No es un caso aislado. Hace dos semanas, un incendio en Torrefeta i Florejacs (Lérida) arrasó 5.577 hectáreas, provocó dos muertos y fue declarado de sexta generación. Avanzó a 28 km/h, impulsado por ráfagas de viento generadas por el propio fuego.
Como siempre, no faltará quien repita que "la culpa es del cambio climático". Una explicación cómoda, mediática y tranquilizadora: si todo es culpa del "cambio climático", nadie tiene que asumir responsabilidades políticas ni revisar décadas de abandono forestal.
Pero los expertos lo tienen claro. La raíz real está en otra parte: monte sin usos, biomasa descontrolada y décadas sin gestión.
Dr. Pulido: "Más vale prevenir que apagar"
Uno de estos expertos forestales que llevan años alertando es el Dr. Antonio Pulido, Ingeniero Técnico Forestal, Ingeniero de Montes y Doctor en Diversidad Biológica y Medio Ambiente. O, jardinero constructor de bosques, fotógrafo y dibujante como él se define, con una trayectoria de casi cuatro décadas dedicadas a la gestión forestal y la conservación de espacios naturales protegidos.
Según el Dr. Pulido, "la política forestal está dejada de la mano de Dios en todas partes, salvo honrosas excepciones como Castilla y León o el País Vasco". Desde su experiencia, Pulido coincide en que la acumulación de masa forestal sin control es una realidad incontestable y que la clave está en una gestión adecuada de esos bosques.
A su juicio, la superficie forestal ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas, pero sin ir acompañada de una planificación seria ni de trabajos preventivos sostenidos en el tiempo.
Bosques abandonados, montes inflamables
Ante este escenario, el Dr. Pulido insiste en que "más vale prevenir que apagar", una frase que ha acuñado recientemente como síntesis de su filosofía forestal.
"Replantear la gestión forestal no es anularla, como de hecho más bien está actualmente. Hay demasiados bosques porque el terreno forestal es el reducto inexpugnable frente al Neolítico. La parte del humano cazador-recolector frente al agrícola. Del pastor en extensivo frente al agricultor parcelario que acota el territorio", explica.
El abandono rural y la desaparición de los usos tradicionales del monte han contribuido a la acumulación de biomasa —lo que ahora se denomina "combustible forestal"— y han convertido muchos parajes naturales en auténticas trampas de fuego.
"La productividad forestal media de España es de 3 metros cúbicos por hectárea y año. 30 años de congestión forestal supone un incremento de 90 metros cúbicos por hectárea acumulada en el monte", advierte Pulido.
"En zonas más productivas como Galicia o el Valle del Genal en Málaga, el crecimiento vegetal puede alcanzar los 30 m³/ha/año".
El peligro oculto de los matorrales
Pero no todos los combustibles forestales son iguales, lo más crítico, señala Pulido, son los matorrales: "Su crecimiento suele ser alto, su tasa de renovación también y su inflamabilidad muy alta. Generan lo que se llama MODELO 4, que es el más complicado de todos".
Sin desbroce, sin pastoreo y sin aprovechamiento sostenible, estos matorrales se convierten en mechas listas para arder.
Extinguir vende más que prevenir
La prevención, sin embargo, no vende tanto como la emergencia. "Vende mucho más un plan INFOCA, INFOCAM, INFOloquesea que una gestión en un monte", denuncia Pulido.
Los recursos se destinan en su mayoría a la extinción, mientras los trabajos forestales han perdido su función social. Sin gestión activa, sin aprovechamiento de madera ni retirada de biomasa, la vegetación se ha acumulado hasta alcanzar niveles insostenibles y convertir muchos montes en estructuras inflamables fuera de control.
Un monte sin usos, una bomba de relojería
Mientras tanto, la demanda de productos forestales ha caído en picado: "Ya nadie recoge matorral para hornos, ni carbonea, ni fabrica cal, ni fibras textiles como el esparto".
Y aunque la legislación aún permite realizar cortafuegos y talas, se ha perdido la cultura de la gestión sostenible, y con ella la capacidad de autofinanciación del monte.
La solución, para el Dr. Pulido y otros expertos, no está en prohibir o reducir la superficie forestal, sino en gestionarla con criterio técnico, sostenibilidad y continuidad.
En este contexto, afirmaciones como la de Salvador Illa —"hay demasiados bosques"— suenan a perogrullada si no va acompañada de un verdadero compromiso legislativo y presupuestario. Porque los responsables de garantizar esa gestión son precisamente los políticos, y a estas alturas, ni las excusas de Illa y del resto de políticos, ni los diagnósticos vacíos sirven como coartada tras cada tragedia ambiental.
Como advierte el Dr. Pulido refiriéndose a los bosques: "Que no se gestionan es una verdad como un templo. De ahí viene la acumulación de biomasa y los incendios el día que se tuerce todo".
Una conclusión tan sencilla como incómoda, que la política sigue ignorando... hasta que el monte arde.
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