
¿Imaginas un cubito de hielo que enfría pero no deja charcos al derretirse? Investigadores de la Universidad de California Davis han creado un innovador material a base de gelatina, reutilizable y compostable, que se comporta como el hielo, pero sin el problema del agua de deshielo.
Del supermercado a los laboratorios
La idea nació cuando la científica de alimentos Luxin Wang se preguntó si era posible evitar los charcos contaminantes en las vitrinas de marisco de los supermercados. Su equipo, junto a los químicos Jiahan Zou y Gang Sun, se inspiró en un clásico de la cocina: el tofu congelado.
La clave estaba en aprovechar las proteínas de la gelatina, que al formar hidrogeles crean diminutos poros capaces de retener agua sin filtrarla durante los cambios de fase. El resultado: un "hielo gelatinoso" compuesto en un 90 % por agua.
Cómo funciona este hielo "mágico"
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A temperatura ambiente, el material es flexible y blando.
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Al enfriarse bajo los 0 °C, se vuelve firme y sólido, como un cubito.
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Puede lavarse y reutilizarse en múltiples ciclos de congelación y descongelación.
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Ofrece hasta un 80 % de eficiencia de enfriamiento respecto al hielo convencional.
Además, se puede moldear en cualquier forma, es seguro para alimentos y, al desecharse, incluso mejora el crecimiento de plantas como los tomates al incorporarse a la tierra.
Más allá de la nevera
Aunque fue diseñado para conservar alimentos, el hielo gelatinoso también resulta prometedor en otros ámbitos:
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Transporte de medicamentos sensibles a la temperatura.
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Biotecnología, como soporte para carne cultivada en laboratorio.
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Solución en zonas con escasez de agua, donde formar hielo es difícil.
Al no contener polímeros sintéticos, este material compostable no genera microplásticos, lo que lo convierte en una alternativa sostenible frente al hielo seco o las compresas de gel tradicionales.
Lo que viene ahora
La tecnología ya cuenta con licencias y podría llegar al mercado en los próximos años como una alternativa ecológica al hielo convencional. El equipo trabaja también con proteínas vegetales, como la soja, para crear nuevos biopolímeros aplicables en recubrimientos de alimentos y otros materiales sostenibles.



