Crean un espray que ayuda a los tomates a sobrevivir a la sequía
Un equipo del CSIC crea una molécula que refuerza la defensa de las plantas ante la falta de agua sin modificar su genética.
Un grupo de científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), junto con la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), ha logrado un importante avance en la mejora de la resistencia de los cultivos agrícolas a la sequía.
El equipo ha desarrollado un nuevo compuesto denominado cianobactina invertida (iCB), que simula la acción de la fitohormona natural ácido abscísico (ABA), responsable de regular las respuestas de las plantas frente al estrés hídrico.
La aplicación de esta molécula por vía foliar, es decir, directamente sobre las hojas mediante un espray, ha demostrado resultados muy superiores a los de la hormona natural en cuanto a eficacia, según los investigadores.
¿Cómo responde la planta ante la falta de agua?
La mayoría de la pérdida de agua en las plantas ocurre a través de unos pequeños poros presentes en las hojas llamados estomas, que se abren y cierran según las condiciones ambientales. Cuando escasea el agua, las plantas activan mecanismos que regulan estos poros para reducir la transpiración. Este proceso está controlado de forma natural por el ABA.
El nuevo compuesto iCB activa la misma ruta hormonal que el ABA, pero lo hace de forma más eficaz, permitiendo que las plantas conserven el agua sin comprometer su fotosíntesis. "Los resultados son espectaculares", asegura Armando Albert, investigador del CSIC en el Instituto de Química Física Blas Cabrera.
Uno de los puntos más destacados de este descubrimiento es que no requiere modificación genética de los cultivos. Esto supone una ventaja frente a otros métodos que sí implican alterar el ADN de las plantas, lo que a menudo enfrenta barreras regulatorias y sociales.
"La principal ventaja de esta nueva molécula es que no requiere modificación genética de las plantas tratadas, lo que la hace compatible con cultivos convencionales", afirma Albert.
Este aspecto abre la puerta a su uso en una gran variedad de cultivos sin los obstáculos que enfrentan los organismos genéticamente modificados (OGM), facilitando su implementación en contextos agrícolas reales.
Técnicas de vanguardia
El desarrollo de iCB ha sido posible gracias al uso de técnicas avanzadas de diseño molecular y análisis estructural con rayos X, herramientas habitualmente empleadas en la industria farmacéutica para el descubrimiento de nuevos fármacos.
Estas técnicas han permitido diseñar una molécula capaz de activar las tres subfamilias de receptores de ABA presentes en diversas especies vegetales. Esto confiere a iCB una capacidad de respuesta más amplia y efectiva en múltiples tipos de plantas.
"Esta molécula, además de regular la transpiración, también activa la expresión de numerosos genes de adaptación al estrés hídrico, por ejemplo, los que sintetizan moléculas protectoras como prolina y rafinosa", detalla Pedro L. Rodríguez, investigador del CSIC en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas.
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