
Los agujeros negros siempre han sido objeto de estudio por parte de los humanos. Estas misteriosas regiones del espacio han sido estudiadas en investigaciones, explicadas en libros o representadas en películas. Sin embargo, ¿qué pasaría si un ser humano queda atrapado en uno de estos objetos astronómicos?
¿Qué es un agujero negro?
Un agujero negro es un objeto astronómico que tienen una fuerza gravitatoria tan fuerte que absolutamente nada puede escapar de él, ni siquiera la luz. Su límite, el horizonte de sucesos, marca el punto donde la velocidad necesaria para escapar supera la de la luz.
Existen principalmente dos tipos: los de masa estelar, con unas pocas veces la masa del Sol y repartidos por la Vía Láctea, y los supermasivos, millones de veces más grandes, situados en los centros de galaxias. También se ha confirmado la existencia de agujeros negros de masa intermedia, como el detectado por el observatorio LIGO en 2019, resultado de la fusión de dos agujeros negros estelares.
Los agujeros negros de masa estelar se forman cuando una estrella masiva agota su combustible y colapsa, generando una supernova. Si el núcleo restante supera tres veces la masa del Sol, la gravedad lo comprime hasta convertirse en un agujero negro. Los supermasivos –aunque aún se desconoce cómo se originan– existen desde las primeras etapas de las galaxias y pueden crecer al absorber materia o fusionarse con otros agujeros negros.
En 2019, el Telescopio de Horizonte de Sucesos captó la primera imagen de un agujero negro, situado en la galaxia M87, a 55 millones de años luz. Además, desde 2015, la detección de ondas gravitacionales por LIGO ha permitido observar fusiones de agujeros negros. Aunque no emiten luz, su entorno genera radiación intensa y chorros de partículas que pueden extenderse cientos de miles de años luz.
¿Qué pasa si un humano cae dentro?
Estos objetos, presentes en el corazón de la mayoría de las galaxias, suscitan una curiosidad enorme. Por ello, pongámonos en la situación de que una persona se aproxima a uno de ellos.
Desde fuera, el observador vería cómo su caída se ralentiza hasta parecer inmóvil al borde del horizonte de sucesos –el denominado punto de no retorno–, mientras la luz reflejada por su cuerpo se debilita y se vuelve cada vez más roja hasta desaparecer. Para quien cae, sin embargo, la experiencia sería radicalmente distinta: el tiempo parecería fluir con normalidad, aunque el espacio se estiraría y deformaría a su alrededor.
Al cruzar el horizonte, la gravedad comenzaría a ejercer fuerzas de marea tan desiguales que la cabeza y los pies del viajero sentirían tirones opuestos. Su cuerpo sería estirado verticalmente y comprimido lateralmente en un proceso conocido como ‘espaguetificación’. Esta distorsión no se sentiría de golpe, de hecho, en un agujero negro supermasivo podría incluso experimentarse sin dolor, hasta que las fuerzas alcanzaran un punto en el que la estructura misma de la materia se desintegraría.
Todo lo que cae en un agujero negro acaba en una zona de densidad y gravedad extremas, de forma que las leyes de la física, tal como las entendemos, dejan de aplicarse. Allí, el espacio y el tiempo se curvan hasta un extremo en que ya no existen distinciones entre pasado y futuro. Los científicos solo pueden describir este límite mediante ecuaciones, ya que ninguna señal o partícula puede regresar para contar lo que ocurre en su interior.
Simulación de la NASA
Gracias a simulaciones de la NASA, se ha logrado una visión inédita y realista de cómo se vería caer hacia un agujero negro. Usando la supercomputadora Discover, que procesó unos 10 terabytes de datos en solo cinco días, los científicos recrearon el viaje desde 640 millones de kilómetros hasta un agujero negro supermasivo similar a Sagitario A*, en el centro de la Vía Láctea.
La simulación muestra el disco de gas caliente que lo rodea, los anillos de luz creados por la curvatura del espacio y un cielo estrellado distorsionado por la gravedad extrema. En definitiva, una experiencia visual que, en un ordenador normal, habría tardado décadas en generarse.



