El ser humano es de las criaturas más débiles al nacer, cuando se compara con el resto de animales, incluidos nuestros primos lejanos, los demás mamíferos. Y la cosa sigue así durante bastantes años, hasta que nos convertimos en adultos. La sociedad occidental actual se preocupa bastante por proteger tal debilidad, regulando especialmente coberturas para los menores, aunque a la vez los desprotege enormemente, al considerar de la misma manera ante el sistema y la sociedad a un bebé de un año, un niño de seis y un pseudoadulto de 17. Aunque esa es una cuestión en la que no voy a entrar ahora.
Volviendo a la cuestión de la protección de los menores, hay que vivir en la estratosfera o más allá para no ser consciente de que, en la actualidad, los menores de edad pasan una parte significativa de su vida conectados a Internet. Redes sociales, plataformas de vídeo y videojuegos se han convertido en espacios de socialización y aprendizaje —de lo que sea— para las nuevas generaciones. No obstante, junto con las oportunidades que estas herramientas ofrecen, surgen también riesgos que no pueden ser ignorados: ciberacoso, trastornos de salud mental, contacto con adultos desconocidos y acceso a contenidos inapropiados. Para hacer frente a este problema social, en Estados Unidos se ha propuesto una ley conocida como la KOSA, "Kids Online Safety Act".
Al margen de la querencia de los americanos por vocablos hispanos, cosa que me congratula, la KOSA es un proyecto de ley presentado en el Senado estadounidense cuyo objetivo principal es proteger a los niños y adolescentes frente a los daños que pueden sufrir en entornos digitales. Esta normativa pretende obligar a las plataformas a adoptar medidas activas para prevenir riesgos a la salud mental, impedir la difusión de contenidos dañinos y ofrecer a las familias un mayor control parental sobre la actividad de sus hijos. Además, promueve la transparencia, exigiendo a las tecnológicas que informen del modo en que sus algoritmos afectan a los menores y cómo moderan el contenido que consumen. Todo esto nos llegará, por extensión, al resto del mundo, habida cuenta de que la mayoría de nuestros proveedores tecnológicos son empresas del nuevo continente.
Entre los problemas que la KOSA pretende resolver se encuentran los trastornos de salud mental vinculados al uso excesivo y sin supervisión de redes sociales. Plataformas de uso masivo pueden promover la autoimagen negativa, contribuir a la aparición de trastornos alimentarios o incrementar la ansiedad entre los jóvenes. El ciberacoso es otro de los desafíos más importantes: insultos, humillaciones y amenazas entre menores son cada vez más frecuentes a través de mensajes o redes sociales. Asimismo, la exposición a contenidos nocivos —pornografía, violencia, agresión verbal o incitación a conductas autodestructivas— representa un riesgo tangible en la formación de los menores. Finalmente, la recopilación y uso de datos personales de niños y adolescentes por parte de las plataformas sin un consentimiento claro ni filtros adecuados ha generado una creciente preocupación en la sociedad.
No obstante, la propuesta de ley ha generado un intenso debate. Por un lado, algunos expertos consideran que la KOSA constituye un paso esencial para proteger a los más jóvenes en el ecosistema digital, promoviendo una mayor responsabilidad de las plataformas tecnológicas. Por otro lado, otros advierten del riesgo de que esta ley limite la libertad de expresión y pueda ser utilizada políticamente como instrumento de censura de contenido legítimo y, en cambio, sea permisible con otro tipo de contenidos ciertamente nocivos, pero de moda (léase "moda woke", para entendernos mejor).
Mientras tanto, sin menospreciar la KOSA, recomiendo al lector aprovisionarse con mi última publicación "Un mundo virtual" para conocer no solo los riesgos actuales para los menores, sino también lo que se nos viene encima con la nueva Internet inmersiva 3D y todas sus variantes. Como dice el refrán, más vale prevenir que curar.
Antonio Flores Galea tiene dos ingenierías superiores de Telecomunicación y en Electrónica por la Universidad de Sevilla y es MBA por la escuela de negocios IESE. Es profesor de Inteligencia Artificial y Big Data en la Universidad Francisco de Vitoria.