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La IA restaura obras de arte mejor que un profesional

Un método del MIT propone máscaras impresas que devuelven la apariencia original de cuadros dañados en horas y sin tocar la pintura.

Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) han presentado un procedimiento para recuperar visualmente pinturas deterioradas que reduce a horas tareas que, con técnicas tradicionales, pueden exigir semanas o meses. La clave no está en repintar, sino en superponer una fina película transparente con una reconstrucción digital del fragmento perdido. Esta lámina —una "máscara" polimérica— se coloca sobre el barniz del cuadro, puede retirarse sin dejar rastro y reemplazarse por versiones mejoradas en el futuro. Se trata, por tanto, de una intervención reversible y no invasiva, orientada a la apariencia de la obra ante el público.

Cómo funciona

El proceso arranca con una digitalización de alta resolución de la obra. Un algoritmo de visión artificial analiza la superficie y localiza los microdaños. En el estudio publicado se detectaron 5.612 zonas a corregir. Con esta cartografía, herramientas de inteligencia artificial completan patrones, texturas y faltantes y realizan la igualación de color para integrarse con la paleta del original. Cuando la falta de información es considerable, por ejemplo, en un rasgo facial, el sistema utiliza otras obras del mismo artista o taller como referencia para proponer una solución visual coherente.

La restauración resultante se imprime en una lámina polimérica ultrafina con decenas de miles de tonos y se barniza para garantizar su estabilidad y un manejo seguro. La máscara se alinea y se adhiere de forma reversible al barniz del cuadro. Si el museo reevalúa la intervención o en el futuro consigue una versión mejorada, la película puede retirarse y sustituirse sin alterar la capa pictórica ni el soporte.

El caso de muestra

El equipo del MIT aplicó la técnica a un óleo sobre tabla de finales del siglo XV, atribuido al llamado "Maestro de la Adoración del Prado", adquirido en subasta por 5.000 dólares. La obra presentaba desgaste generalizado, craquelado y pérdidas de pigmento en muchos puntos. Con el método de máscara con IA se recuperaron miles de detalles finos en pocas horas. Según la estimación del responsable del proyecto, un abordaje manual habría requerido aproximadamente más de dos semanas de trabajo, sin contar las fases previas de estudio y las pruebas de color. El contraste de tiempos ilustra el potencial de la IA en escenarios de daños extensivos y repetitivos, en los que la homogeneidad de la intervención resulta crítica para la lectura a distancia en sala.

¿El fin de los restauradores?

Cuando se compara la nueva técnica basada en IA con la labor de los profesionales, es importante matizar qué significa "mejor" en conservación. Esto depende de los criterios considerados:

- Velocidad: la máscara reduce los plazos de meses a horas, pudiendo multiplicar el número de restauraciones que un museo o pinacoteca realiza al año.

- Reversibilidad: la lámina se retira sin intervenir la pintura original. Los restauradores siguen "escuelas" y hemos visto restauraciones que responden a "gustos de la época", que pueden literalmente destrozar la obra, como ocurrió frecuentemente en el siglo XIX, bajo nuestro prisma del siglo XXI.

- Integración visual en exhibición: la corrección sistemática de microfaltantes y patrones repetitivos ofrece una lectura uniforme. En muchas ocasiones, estos defectos no justificarían una restauración con los costes actuales, pero son muy sencillas y económicas con la nueva técnica, así que un museo podría restaurar el 100% de sus obras con defectos sin problema.

Sin embargo, hay otros criterios, donde el profesional gana a la máquina, al menos por ahora:

- Esta técnica no sirve para "limpiar" la obra de polvo, hollín de velas y otras sustancias adheridas. No tendría sentido superponer una película con una máscara para recuperar el fondo del famoso cuadro de la Gioconda a su estado original cuando simplemente podría limpiarse… ¿o sí?

- Decidir qué reconstruir, qué dejar visible y cómo señalar lo añadido requiere juicio experto y responsabilidad del titular de la obra. En definitiva, la IA debe ser guiada por un profesional.

- Tacto, relieve y materialidad a corta distancia: la pátina y la textura auténticas siguen siendo ámbitos del oficio manual. La máscara devuelve la apariencia original para ver la obra expuesta a un metro de distancia, no para ser vista a muy corta distancia.

El lugar del conservador

Lejos de sustituir a los profesionales, la IA redefine su rol. El conservador establece la línea de intervención, valida la iconografía sugerida por los algoritmos, corrige errores de contexto y aprueba la hipótesis visual resultante, es decir, guía y supervisa. Además, una parte sustancial del trabajo de conservación permanece fuera del alcance de la IA: consolidación del soporte, fijación de estratos, limpieza de barnices degradados, reintegración cromática tradicional cuando sea pertinente y documentación de los procesos conforme a los estándares museísticos. La máscara es, por tanto, una herramienta adicional para determinados supuestos, no un reemplazo de la profesión. Eso sí, los restauradores que no lo hayan hecho aún deberían comenzar a formarse en la utilización de este tipo de técnicas.

Lo que viene

La tecnología está abriendo un campo apasionante en la conservación de obras de arte, a la vez que algunos descendientes del Australopithecus se dedican a usar espráis para destruirlas. El desarrollo apunta a varias mejoras próximas. En primer lugar, sistemas de detección de pérdidas con menos falsos positivos y mayor sensibilidad a la microtopografía, para evitar demasiadas "restauraciones" realmente innecesarias en una pintura. En segundo lugar, algoritmos de igualación de textura que utilicen microimpresión 3D para aproximarse a la materialidad original, de modo que la lectura a corta distancia resulte más realista. En tercer lugar, protocolos de reversibilidad y documentación estandarizados, alineados con buenas prácticas internacionales, que faciliten la adopción por parte de museos y colecciones. También se está explorando que la IA se adapte a estilos concretos y sea capaz de explicar las decisiones interpretativas que toma a la hora de proponer una restauración, para poder establecer una "conversación" fluida con el restaurador hasta llegar a un acuerdo sobre la mejor restauración posible.

La restauración asistida por IA avanza, así, hacia un modelo híbrido: máquinas que automatizan análisis e impresión de máscaras reversibles y conservadores que deciden, supervisan y responden ante el público y la historia. Y de este equilibrio nos beneficiaremos pronto todos los ciudadanos cuando vayamos a visitar nuestras colecciones favoritas.

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