
El tesario sobre el wokismo es amplio y diverso. Mil son las tesis sobre el movimiento woke y otras tantas han surgido para combatirlo. La palabra woke sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Los términos woke y anti-woke ocupan gran parte de la guerra ideológica de nuestros días. ¿Cuál es el significado de la palabra woke? "Woke" es el pasado de "wake", que significa despertar, pero, más allá de su definición literal, este término ha sido utilizado para referirse a ciertos puntos de vistas asociados al Partido Demócrata en EEUU y, por supuesto, a los partidos socialistas y comunistas europeos, que abandonaron hace tiempo la defensa del pluralismo político. El término woke fue descrito por el Diccionario Oxford, en 2016, del siguiente modo: "Alerta ante la injusticia en la sociedad, especialmente el racismo". Pero el mismo Diccionario recoge las connotaciones peyorativas del término: "Esta palabra a menudo se usa con desaprobación por parte de personas que piensan que otras personas se molestan con demasiada facilidad por estos temas, o hablan demasiado sobre ellos sin que cambie nada".
Es obvio que el debate político e intelectual de las dos últimas décadas tuvo su centro en esta palabra. Feminismo radical, cambio climático, multiculturalismo, ideología de género, delirios de identidad, victimismo de la raza negra, cancelación o negación de la libertad de expresión, estatismo anticapitalista, lawfare o guerra sin cuartel contra los jueces y, en fin, ocupación de las instituciones educativas para adoctrinar en un "pensamiento único" son los grandes temas y cuestiones que han ocupado a los defensores y críticos del movimiento woke. Entre estos últimos, hay una tesis muy generalizada y, en cierto sentido, muy pesimista, a saber, el movimiento woke ha dejado sin defensa a los individuos de las sociedades occidentales. El caballo de Troya del wokismo habría triunfado. No lo tengo yo tan claro. Es cierto que el wokismo atenta gravemente contra los derechos y libertades de las personas y daña profundamente la cultura y la propia esencia de la democracia: la defensa del individuo frente al Estado. Nadie en su sano juicio puede poner en duda los destrozos intelectuales y políticos producidos por este movimiento social y político.
Sin embargo, tampoco nadie dejará de reconocer que ha sido el propio wokismo, su triunfo en el ámbito político y en ciertos sectores clave de las sociedades occidentales, el detonante para que haya habido una reacción intelectual y política contra su propia barbarie que yo resumiría en un sencilla afirmación: "tenemos que respetar todas las 'culturas' y 'civilizaciones' salvo la nuestra". El wokismo, valga la paradoja, ha despertado (sic) una extraordinaria conciencia intelectual y política anti-wokista. Este nuevo despertar intelectual es de tal envergadura que está teniendo su fruto político en el mundo entero. Se diría que el esplendor de la ideología wokista ha pasado. La llegada de Milei, Trump y León XIV a la jefatura de sus respectivos Estados estaría simbolizando la decadencia del wokismo como movimiento político, económico y cultural-religioso.
Sin duda alguna, aún durarán los efectos nocivos del wokismo sobre generaciones que han sido "maleducadas", en realidad, adoctrinadas en una ideología que ha hecho de la exclusión del otro su eje directriz. Pero tiendo a pensar que su esplendor criminal ha pasado. Ya podemos empezar a levantar acta de su caída. Pero, antes de nada, hemos de recordar que ha sido necesaria rescatar una de las grandes virtudes irracionales del fondo anímico de la cultura occidental para empezar a darle puerta de salida al wokismo. Es necesario, en efecto, volver a la Grecia clásica. A Platón para responder a estas preguntas: ¿cómo enfrentar a quien al inicio de una conversación te declara de entrada inferior en términos morales e intelectuales?, ¿cómo rebatir a quien te niega la libertad de expresión porque no estás de acuerdo con su idea de la democracia o cualquier otro tema?, ¿cómo cuestionar al que se comporta con intolerancia ante el tolerante?, ¿cómo partirse el alma y la razón contra quienes han inventado el delito de odio y cancelan en las redes sociales a cualquiera que no sea de su ideología woke? Todo eso, sí, sólo se puede afrontar con thymos. Estrato anímico, como dicen todos los grandes pensadores del mundo antiguo, apenas definible, pero que los diccionarios dan muchos nombres: apetito, vida, vida que da más vida, ánimo, o más en especial, valentía, sentido de disposición de ánimo y, de un modo muy significativo, "ira" son todas las traducciones que tiene la palabra griega thymos.
Pue eso es, exactamente, lo que ha despertado la ideología, la mentira, el engaño y la sin-razón wokista: coraje, coraje civil, para enfrentarse a los matones wokistas. Las grandes virtudes irracionales de la cultura occidental han resucitado. Se han transformado. Han revivido La actualización de todas ellas se reflejan en el coraje desplegado por Milei, en Argentina, y Trump en EE.UU., para acabar con el wokismo, última forma en la historia de la cobardía intelectual de occidente. Ese coraje sólo es equiparable al demostrado por ciento de escritores, pensadores e intelectuales que nunca cedieron ante el chantaje de la mentira. Más aún, todos aquellos que consideramos que la razón es apasionada o no es razón han podido de nuevo mostrar su verdad ante el wokismo. Quién no se haya enfrentado a esa ideología alguna vez en su vida no puede definirse honradamente como "pensador". O defendemos nuestras razones con pasión o estas son deglutidas fácilmente por el adversario wokista. Sin voluntad de liberación no hay salida. Horacio, un clásico latino, siempre viene en nuestra ayuda. Sapere aude. ¡Atrévete a saber! ¡O coraje o esclavitud! ¡Mundo greco-romano-judío-cristiano o wokismo!
Las miserias del wokismo han sido puestas en evidencia tanto por filósofos escépticos como por dogmáticos, por renovadores de la cultura estoica como por los defensores del epicureísmo, en fin, por quienes creen que sólo un Dios puede salvarnos como por los que optan una salida modesta de nuestro "egocracia" al encuentro con otros. Ciento son los autores que podría citar para levantar el ánimo de quienes se sienten martirizados por la presión wokista, pero hoy quiero recomendarles cuatro libros españoles altamente instructivo contra la ideología wokista. Cito por orden de aparición cronológica en el mercado editorial. Fernando Muñoz: Salir de sí. Para la revolución de los idiotas. José Sánchez Tortosa: Máscaras vacías. Enrique García-Máiquez: Ejecutoria. Gabriel Albiac: El eclipse del padre. De modo directo nada hay en estos libros que se refieran a lo woke, salvo el subtitulo del último, pero todos dan de pleno en la crítica al wokismo. Fernando Muñoz, considera el wokismo como una de las muchas palabras inglesas incluidas en el español actual es la palabra "woke" que quiere designar a personas o grupos especialmente "despiertos" o "conscientes" de los prejuicios e injusticias sociales. El término emite resonancias que evocan al francés "engagé", difundido a finales de los sesenta no por causalidad a partir del francés. Quizá los nuevos "woke" sean nietos de los viejos "engagés" como la ideología de los "espabilados" pudiera derivar de los "comprometidos" sesentayochistas. Pero, contra su pretensión de ocupar un orden moral superior al del vulgo ignorante en cuanto que poseedores de una más sensible consciencia social, esta nueva "vanguardia consciente" se sitúa en un plano abstracto – el de la humanidad indeterminada – y padece un ensimismamiento directamente proporcional al grado de abstracción en que se sitúa. En síntesis: narcisistas humanitarios, ése es el diagnóstico que el "movimiento woke" le merece a Muñoz. ¡Narcisismo identitario! Exclamaría José Sánchez Tortosa, quien subtitula su libro Delirios de identidad en la era de la impostura digital, cuya portada, una fotocomposición de un Narciso mirando un teléfono móvil, ya nos advierte sobre su extraordinaria crítica a la "propuesta" wokista sobre la "noción" de identidad. Los acuerdos intelectuales entre estos dos autores, desde posiciones intelectuales, diferentes son para estudiar y, naturalmente, los dos dan muchas razones para pensar que hay una gran inteligencia crítica en España. En este grupo, sin duda alguna, incluyo a Enrique García-Máiquez. Su Ejecutoria, inspirado en Nobleza de espíritu de Rob Riemen, lleva al holandés donde nunca lo hubiera imaginado; sí, contra la incultura woke, "para el combate de esta era" (título de otro libro de Riemen), es imprescindible contar con la excelencia hispánica. El modelo de señorío, incluido el intelectual, es español o no es. Todo está en los cuatro versos del marqués de Santillana citados por García-Máiquez al través del cristal de Pedro Salinas:
"E la biblioteca mía
allí se desplegará;
allí me consolará
la moral filosofía".
¿Qué decir de El eclipse del padre? Otra gran obra de Gabriel. Escrita muy bien, o sea, se lee de modo delicioso. Su crítica a la razón woke está expresada de modo inmejorable por él con la precisión de un poeta: "Y su último consuelo. No hay Padre. Debiera haberlo".
