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Agapito Maestre

Una hermosura extraña

El estoicismo de Séneca muestra múltiples paralelismos con la filosofía de Teresa, especialmente en su confianza en la razón y la manera de entender la virtud.

Presentación en la basílica de la Asunción de Alba de Tormes (Salamanca) del rostro original de Santa Teresa. | EFE

Nadie saldrá igual después de haber leído el libro de Antonio Piedra: Una hermosura extraña. Yo salí más fortalecido para seguir alimentando una intuición, cuasi un pensamiento, de origen socrático: es urgente la vuelta a la conciencia, hacia nosotros mismos, para enfrentarnos a todo aquello que hoy pasa por ser "políticamente correcto", "woke", ideología dominante, dictadura de las ideas, en fin, a toda esa "farsa académica" (del tomo) que está dejando a la sociedad occidental sin su principal apoyo el coraje para decir NO a la mentira institucionalizada en el mundo occidental. Estamos ante una obra, que en algunos momentos alcanza la categoría de arte para enfrentarse a la ideología. A la mentira programada. Ha actualizado un arquetipo, un modelo, de la historia universal para enfrentarse a la ideología de una España en decadencia moral e intelectual.

Antonio Piedra ha escrito un libro de filosofía sobre Teresa de Jesús. Todo es filosofía en este libro. Es una obra de combate filosófico. Razón apasionada. Se trata de un texto hermoso y holgado para enfrentarse a todos los engaños, mentiras y patrañas que se han construido en torno a la obra y, por supuesto, a la vida de Teresa de Jesús. Es para enmarcar el ajuste de cuentas que lleva a cabo contra algunos supuestos sabios en la obra teresiana. No deja títere con cabeza entre los expertos del tomo. Es implacable el autor contra los "críticos" del pasado y el presente que se enfrentaron a la santa. Ejerce, sí, con filosofía teresiana su oficio. Es paciente y audaz. Hace actual lo inactual. Piedra es un filósofo. Humanista. Impresiona el libro por su brillantez y precisión. Callen ya para siempre las interpretaciones románticas del XIX y escóndanse en la academia, o donde nadie los vea, quienes se agarraron como a un clavo ardiendo a las interpretaciones psicoanalíticas, pseudo-eróticas y sociológicas de la doctora universal de la Iglesia.

El principal barrunto de este libro hay que buscarlo en la obra filosófica y literaria de José Jiménez Lozano. Esa señal ha sido convertida en algo más que una idea, una genuina filosofía de Teresa de Jesús, porque nos muestra, desde los primeros compases, que esta mujer es por encima de todo un estilo. Una "personalidad con estilo". Podemos reconocerla en infinidad de gestos, libros, autores de su época y de la nuestra, en fin, podemos verla, tocarla, en toda la historia de la cultura occidental. Uno lee el acápite inicial que puso Hölderlin a su Hiperión, por poner un ejemplo, y no dejar de reconocer que allí "huele a fogón" y a catadura teresiana. Uno lee: Non coerceri maximo, contineri minimo, divinum est ("Que no te limite lo más grande, que lo más pequeño te contenga, eso es lo divino"; los alemanes lo traducen a su lengua así: "Durch das Grösste nicht eingeschränkt, durch das Kleinste gehalten zu werden ist göttlich") y al instante sabe que eso suena a santa Teresa, aunque venga firmado por otro autor, en este caso procede del Epitafio de san Ignacio de Loyola. Claro que está en Hölderlin la catadura espiritual de Teresa de Jesús. Hiperión quería irse de Alemania, porque se sentía ultrajado y no quería que su alma se desangrara por completo por esa clase de hombres, pero se detuvo por "la celeste primavera; era la única alegría que me quedaba, era mi último amor, ¿cómo podía pensar en otras cosas y abandonar el país donde también estaba ella?" La primavera de Hölderlin huele, sí, a la primavera que trajo Teresa a la filosofía, o sea, a la literatura occidental. Es la misma primavera que llevó a la discípula del judío Husserl, Edith Stein, a convertirse al cristianismo. Sí, la santa patrona de los "científicos" de la política, sor Benedita de la Cruz, no hubiera sido posible sin el libro de la Vida de Teresa de Cepeda y Ahumada…

Nadie podrá enfrentarse ya a la obra de la santa sin pasar por el libro de este insigne polígrafo que es Antonio Piedra. ¿Polígrafo? Sí, alguien que es capaz de escribir a un tiempo literatura amena y científica, escribir un poema y ser un buen filólogo; pintar un cuadro y escribir una jaiquilla; alguien que haya sobresalido en diversos saberes a la vez; sí, todas esas cosas reúne el vocablo polígrafo aplicadas a Antonio Piedra, pero hay un significado clave de la palabra polígrafo que aún cuadra mejor a este personaje. Tiendo a pensar que polígrafo es alguien que informa de verdad sobre una determinada materia y le presta unidad. Porque sigo a pies juntillas al polígrafo de los polígrafos, don Marcelino Menéndez Pelayo, digo que Antonio Piedra consigue a veces en este libro la síntesis perfecta sobre la obra de Santa Teresa. Descubre la gran novedad de Teresa para aquí y ahora: "Lo que ella entiende por "discurso de mi vida" y "discurso del entendimiento", a través de los cuales -y con una insistencia agotadora y pasional- planifica toda una construcción poética personalísima, fruto de la irrupción de 'una hermosura extraña' que condiciona su vida, su pensamiento, sus múltiples trabajos dentro y fuera del claustro, y toda su obra escrita".

He aquí un libro metafilosófico, humanístico, ¿o acaso existe otro modo de llamar a quien escribe una filosofía de la filosofía de Teresa de Jesús? Ha sido satisfecha con creces la principal intención de toda la obra, a saber, dar razón, o sea, hacer la filosofía de la filosofía de Teresa de Jesús. El "propósito conseguido" es siempre feliz. Estamos ante una obra definitiva. Será referencia obligada para los cultivadores, malos y buenos, del tomo.Su gran descubrimiento está al alcance de cualquier lector sin anteojeras ideológicas: Teresa de Jesús es una filósofa. Tiene conciencia clara y exacta que escribe sobre el "discurso de su vida". Su filosofía está emparentada, naturalmente, con líneas cristianas y tradiciones hispánicas. Nada en filosofía surge de la nada. El estoicismo fue uno de los grandes acervos filosóficos de los que se sirvió Teresa, como ya viera con sutil tino Quevedo.

Sí, el estoicismo de Séneca muestra múltiples paralelismos con la filosofía de Teresa, especialmente en su confianza en la razón y la manera de entender la virtud. La imperturbabilidad estoica y la teresiana siempre es buscada. Esa búsqueda es un lazo que une al pagano Séneca con la cristiana Teresa. La búsqueda de la imperturbabilidad ("ataraxia") teresiana, a través de la oración y la unión con Dios con razones, se acerca al cultivo senequista de la serenidad mediante el dominio de las pasiones y la aceptación de lo inevitable. En los dos casos es clave el retraimiento a la conciencia, siempre de origen socrático, para enfrentarse a los peligros del mundo.

Eficacia de la paciencia, celebérrimo poema de Teresa, me lleva a una de las obra más sinceras de Séneca, De la tranquilidad de ánimo, donde hallaremos algunas de las páginas más bellamente escritas por el asesor de Nerón. Una y otra muestran que la imperturbabilidad es antes, reitero, algo buscado más que hallado. La indagación, sí, es lo decisivo. El resto está asegurado: sea lo que Dios quiera… O lo que la necesidad dicte. Lo fundamental es la acción. La filosofía de estos autores es acción permanente. "La filosofía enseña a actuar, no a hablar", dice Séneca en una de sus Cartas a Lucilo. Teresa utiliza fórmulas parecidas en toda su obra. Por cierto, y dicho sea de paso, no es baladí que Teresa, como Séneca, utilice la epístola como género clave para desarrollar su pensamiento. Es, sí, en la carta donde es menester sintetizar, o sea, dar lo mejor que uno tiene ene ese momento para un amigo, un familiar o una hermana de la orden… El todo de un pensamiento se condensa en una sencilla carta. Es una manera de ejemplificar la doctrina predicada. No es el ingenio lo que debe cultivar la filosofía sino el ánimo. Las palabras la que dan ánimo, no las ingeniosas, son las que debe cultivar la filosofía. Son las que llevan a la acción. Más aún, el filosofar, el pensar, el discurso sobre nuestras vidas, no puede tener otro objetivo que "mejorar al hombre". La filosofía, en fin, no es únicamente para la acción, sino que ha de ser ella misma acción. Averiguación, batida y rastreo permanente por el mundo. Filosofía para todos. La filosofía no excluye a nadie. Esta famosa lección de Séneca es un estro, cuando no da vida, tanto la obra de Teresa como la de Antonio Piedra.

¿Cómo no hallar múltiples "paralelismos", o mejor, lazos comunes entre Séneca y Teresa? Son obvios y están por todas partes. Quevedo tiene razón. Los "sabios" académicos, los del tomo, dicen que comparten la búsqueda de la sabiduría, la virtud y la paz interior. Más aún, recalcan que santa Teresa, a través de la fe y la oración, y los estoicos, a través de la razón y la práctica de la virtud, encontraron caminos para alcanzar una cierta imperturbabilidad y un sentido de propósito en la vida. Todo eso es cierto, pero hay algo más profundo que los hace amigos de una comunidad filosófica para aquí y ahora: la búsqueda de la verdad por su nobleza de espíritu. No busquen los profesores del tomo, de la academia, en lugares lejanos y lenguas extrañas lo que tienen aquí. Nobleza de espíritu para enfrentarse a la maldad del mundo es lo que rebosan las obras de Séneca y Teresa de Jesús. Eso es lo que ha captado Antonio Piedra a la perfección en su Una hermosura extraña. Está hecha de la misma masa del poema teresiano:

Nada te turbe,
nada te espante
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.

Paciencia, pues, y barajar, como decía Cervantes, o sea, la próxima partida será para mostrar que la alegría, el humor, y la gracia de Teresa es infinitamente superior a la de Séneca…

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