
Los futuros historiadores de España no podrán prescindir del último libro del general Rafael Dávila, De soldado a general. Tampoco los filósofos de la historia de España dejarán de leer este valioso documento para saber cómo unos grandísimos profesionales del ejército español han sido reducidos a poco más que un cuerpo de funcionarios al servicio de una casta política, agrupada en pandillas políticas, sin otro objetivo que arruinar la Nación española. El viejo y ajado particularismo del ejército español, vicio superado en el tardo-franquismo y la transición, ha sido devorado por el particularismo secesionista de la izquierda y la derecha españolas. El Ejército como garante de la unidad nacional ha muerto. El ejército de España ha quedado reducido a una vulgar oenegé al servicio de una casta política sin otro proyecto político que trocear la nación en un reino de taifas. Vuelta a la peor historia de la historia de España. Es la conclusión más importante que extraigo de las conversaciones de Rafael Dávila con la flor y nata de un grupo de grandiosos profesionales de la milicia española.
Dávila ofrece más, mucho más, de lo que promete en sus circunstanciadas conversaciones con sus compañeros de milicia. Circunstanciadas aquí no significa otra cosa que las ideas expuestas por Dávila, entre cada una de los diálogos, sobre los temas de más rabiosa actualidad política: unidad nacional, militares y la política, la ley de memoria democrática, servicio militar obligatorio, comunicación y ejército, etcétera. Nos entrega unos materiales valiosos para saber, estudiar y analizar cómo fueron, son y serán las elites militares de esta época. Hallaremos una una información suculenta para saber qué novedades trajeron estos militares de diferentes graduaciones, pero todos profesionales excelentes.
Naturalmente, detrás de muchas de estas páginas, los futuros historiadores y los filósofos de la llamada democracia española hallarán con facilidad las responsabilidades, o mejor, las culpas de estos militares en uno de los males principales que ha traído el uso perverso de la Constitución del 78, a saber, la unidad de la nación está en vilo. Sí, sí, también en este libro se encuentran las claves de explicación de la irresponsabilidad (sic) organizada por el sistema partitocrático español con la colaboración del propio ejército para dejar a las Fuerzas Armadas a los pies de los caballos, o sea, sin suelo donde construir… El destino de nuestro ejército, la defensa de la unidad nacional, ha sido borrado del mapa del político. La tragedia no es pequeña. Este libro hace fácil lo difícil. Muestra las continuidades y las rupturas de una nación a punto de desaparecer, si es que no ha desaparecido ya. Es el principal lamento, una queja moral, una herida sin cerrar, en todos los que aparecen en esta obra.
No estamos, ciertamente, ante un libro de celebración sino de luto por la casi desaparición del principal rol de las Fuerzas Armadas en la historia de España. Ay, amigos, este libro amable en las formas, escrito con pasión ciudadana, expresa con precisión y dureza analítica la herida principal de España: la quiebra de la nación. Es un libro de un militar, y como todos los grandes militares, muy ilustrado. Dávila ha echado en esta obra un cuarto a espadas, o como digan los jugadores de cartas, a la casta política. No elude jamás su responsabilidad, o mejor, sus culpas, pero todas tienen disculpas: en nombre de la patria, el sagrado nombre de España, el militar tiene que obedecer al orden constitucional…, en fin, aunque ese orden se haya convertido en el mayor de desorden de la historia de la España contemporánea, unos aceptarán de buen grado la disculpa, y otros verán en ella una falta de valentía. De coraje civil y, seguramente, también de coraje militar. Allá cada cual con su obsesión. Lo cierto es que se trata de un libro riguroso y honrado para conocer el estado del Ejército español. Es la obra de un militar retirado que, con extrema generosidad, da voz a otros militares, también retirados, para que expresen a tumba abierta sus opiniones sobre el tema fundamental de España y sus Fuerzas Armadas. Si estuvieran en el servicio activo de la milicia, obviamente, los militares aquí convocados no se manifestaría de la misma forma, pero eso no le quita valor a este gran libro sino, al contrario, le da, como diría algún editor o empresario editorial, un valor añadido. Estos extraordinarios militares saben bien, demasiado bien, de lo que hablan. También es obvio que la casta política española no sale bien parada en estas conversaciones entre militares retirados. Lo que estos militares tuvieron que tragar en el servicio activo se lo devuelven con buena educación, seguramente, a la peor casta política de la historia de España.
Varios hilos subterráneos recorren esta obra y ninguno oculta la responsabilidad, dicho sea en honor a la verdad, de los propios militares en este proceso de vaciamiento de sus funciones esenciales. Valga como ejemplo la respuesta de Fernando Alejandre Martínez, general en la reserva, a la pregunta del general Dávila. Merecen ser leídas entera la pregunta y la respuesta para saber que este libro no va de imposturas:
P. Dávila: ¿Cómo es posible que alcancen la jefatura del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) personalidades tan distintas que incluso lleguen a pertenecer a partidos políticos muy próximos al antimilitarismo? El tema es delicado, pero en algunos momentos he pensado que esto no ha sido un tema casual, sino una maniobra política. ¿Entre nuestros aliados no ha sido motivo de extrañeza y, por tanto, de conversación? ¿Ha servido para fiarse aún menos de nosotros?
R. Alejandro Martínez: Si en esta respuesta me ciño, exclusivamente, al caso del general Rodríguez Fernández, te diré que creo que no fue premeditado (…). Creo que fue una especie de venganza o "rebote" que tuvo el propio general al ver que el PSOE al que había servido lealmente, quizá demasiado lealmente, le dejaba tirado en la cuneta cuando el primer gobierno de Rajoy llegó a la Moncloa.
No es, sin embargo, el salto que hacen algunos militares a la política el problema número uno de nuestro ejército; a veces, ni siquiera es un problema, lo verdaderamente grave es la supeditación absoluta, o peor, la sumisión, de nuestros militares a unos partidos políticos que excluyen por completo la guerra como método de resolución del principal problema de España, a saber, la desaparición de la nación. Ejemplo al canto. Pregunta de Dávila y respuesta de Alejandre. Aquí, sí, que la contestación no tiene desperdicio. No se salvan ni azules ni rojos.
"P. Dávila: ¿En el ámbito político se contempla el concepto de guerra, lo analizan de algún modo? ¿Habláis con el poder ejecutivo de la guerra?
R. Alejandre. En lo político o, para ser más precisos, con el Gobierno que llegó en 2018 y permanece en el poder ahora, la respuesta es muy fácil de dar: absolutamente NO, ni se analizaba, ni se hablaba de estos temas.
Es más, no sé qué ocurriría en la actualidad si se dieran casos como el de la invasión del islote de Perejil o si viviéramos una repetición del 1 de octubre de 2017.
Repito que me refiero a un gobierno del color actual, porque, como bien sabes, sí sé lo que ocurrió en 2017 -lo cuento en mi libro- con un gobierno del Partido Popular, y eso también me permite ser muy escéptico sobre como actuaría un gobierno de 'color azul'.
En 2017, con la excepción de una de sus ministras, el resto del Gobierno no quería ni oír hablar de insurrección o de recuperar la soberanía en un territorio prácticamente abandonado a la sedición. Si ni siquiera convocó o activó el Sistema Nacional de Gestión de Crisis, estaban como para hablarles de planes operativos con los que evitar que se subvirtiera el orden constitucional. Hubiera sido, lo fue, casi imposible".
Pareciera que toda la casta política está en el ajo de maniatar el poder emancipatorio de nuestros ejércitos. He ahí la otra gran conclusión de estas singulares conversaciones entre militares. Sí, la casta política y su pastoreada sociedad, "salvo honrosas excepciones, no percibe nada más que la necesidad de que las Fuerzas Armadas articulen la Unidad Militar de Emergencia, la UME". La incuria, falta de preparación y formación de la clase política llega hasta el punto de desconocer por completo asuntos de geografía más elemental. La cuestión de Gibraltar, clave en varias partes del libro, refleja ese desconocimiento hasta un punto que produce vergüenza ajena: "No creo que haya conciencia -remata el general Alejandre- de lo que supone nuestra situación geográfica y tampoco la importancia política de la amenaza que existe sobre el estrecho de Gibraltar. Sin embargo, el Estrecho es uno de esos lugares clave en el mundo que denominamos Global commons y por ello es esencia para nuestra situación política en el mundo. Es difícil entender que no hay constancia de lo que significa que el Estrecho que está en nuestro país, se encuentre controlado al norte por la presencia británica y al sur por la marroquí y argelina. Es increíble que no nos demos cuenta de que esta vía de comunicación con el Mediterráneo nos sitúa en primera línea de la geoestrategia mundial".
Quien sí se percata de la importancia de Gibraltar es el Reino Unido que interviene de forma permanente en el Estrecho, como le reconoce Ángel Liberal Fernández, capitán de navío, al general Dávila: "Al hacerlo reduce las posibilidades de España en la política internacional relativa a este punto crítico del planeta, además de causarnos un buen número de perjuicios de índole militar, política, económica, social y medioambiental, entre otras".
Claro que Gibraltar sigue siendo un descarado en escarnio a nuestra integridad territorial… La Nación está en almoneda. En fin, amigos, lean este libro, un descarnado diagnóstico sobre la situación de emergencia nacional de un país que se desangra por todas partes.
