La tirria de Block, Rand y Hoppe hacia Hayek
La tirria, por tanto, surge porque Hayek era pragmático y evolutivo, un "liberal clásico" minarquista, mientras que Block, Rand y Hoppe son absolutistas y radicales
La tirria, entre el encono personal y la aversión intelectual, de Walter Block, Ayn Rand y Hans-Hermann Hoppe, representantes paradigmáticos del anarcocapitalismo, hacia el liberal Friedrich Hayek es un clásico de las rencillas dentro del libertarismo y los liberales.
Todos ellos comparten un compromiso con el libre mercado, pero difieren en profundidad filosófica, metodológica y política. Hayek, con su énfasis en el orden espontáneo, la humildad epistémica y un minarquismo tolerante con ciertos roles estatales, les parece a los tres anarcocapitalistas una especie de "traidor" al anarcocapitalismo puro o al racionalismo absoluto. Sus desacuerdos provienen de perspectivas distintas: objetivismo, anarcocapitalismo y praxeología radical.
Ayn Rand, la fundadora del objetivismo, veía a Hayek como un escéptico irracional disfrazado de defensa del capitalismo. Para ella, la razón humana es absoluta y capaz de descubrir verdades objetivas; Hayek, en cambio, enfatizaba la ignorancia dispersa del conocimiento y el rol de tradiciones evolutivas, lo que Rand interpretaba como un relativismo que socava la defensa moral del egoísmo racional. Lo llamó explícitamente "nuestro enemigo más pernicioso" porque, aunque antiestatista, Hayek defendía redes de seguridad social mínimas, que Rand veía como concesiones al colectivismo y al demonizado concepto de justicia social. El racionalismo sistemático y heroico de Rand (siendo el capitalismo tanto un ideal moral como un dogma económico) frente a la humildad evolutiva y escéptica de Hayek (para el que la economía de mercado se mide y evalúa a través de su evolución práctica). A pesar de compartir la defensa de mercados libres, el absolutismo y el egoísmo de Rand choca con el relativismo epistémico y el compromiso social de Hayek. En su correspondencia privada, Rand lo denunció como un peligro mayor que incluso los socialistas porque, desde el punto de vista de la libertaria, Hayek era el enemigo en el interior.
Pasemos a Walter Block, anarcocapitalista rothbardiano, el cual respeta a Hayek como precursor «austriaco», pero lo critica por inconsistencias por su visión "fusionista" del capitalismo, que Block ve como demasiado conciliadora con el Estado. La visión "fusionista" se refiere a una aproximación que fusiona (o mezcla) el libertarismo con elementos conservadores o intervencionistas, permitiendo un Estado mínimo para mantener el orden social, cultural o económico. Este término proviene de Frank Meyer en los años 1950-1960, quien propuso unir la libertad económica libertaria con valores tradicionales conservadores (como moralidad, familia y nación) para combatir el comunismo. Hayek es a menudo clasificado por los ancaps como fusionista porque, aunque defiende el capitalismo de mercado libre y critica el socialismo, permite ciertas intervenciones estatales: un ingreso mínimo garantizado para los pobres, regulaciones antimonopolio, educación pública obligatoria, y medidas de seguridad social básica. Para Hayek, estas son necesarias para preservar la "gran sociedad" y evitar inestabilidades que podrían llevar al colapso.
Block ve esto como demasiado conciliador con el Estado, un compromiso que diluye el principio libertario puro de no agresión y propiedad privada absoluta. Como anarcocapitalista, Block argumenta que cualquier intervención estatal es una violación de derechos individuales y abre la puerta a más estatismo. En sus escritos, Block califica a Hayek como un libertario tibio o moderado, que hace concesiones al intervencionismo, a diferencia de libertarios puros como Rothbard, que rechazaba todo Estado. Por ejemplo, en su análisis de Camino de servidumbre, Block elogia la crítica de Hayek al socialismo pero lamenta que no extienda su lógica a abolir el Estado por completo, permitiendo instituciones como la moneda estatal o regulaciones mínimas. Para Block, esto es un ejemplo paradigmático de fusionismo porque mezcla libertad con coerción estatal, lo que sería desde su punto de vista tanto inconsistente como peligroso. Paradójicamente, Camino de servidumbre sería otro camino de servidumbre. Además, según Block, Hayek subestima el poder coercitivo de las corporaciones y no va lo suficientemente lejos en rechazar cualquier intervención, lo que lo hace vulnerable a su captura por las tribus socialdemócratas. En otras ocasiones, Block se alinea con Rothbard para describir a Hayek como un conservador diluido en lugar de un socialista vergonzante.
Hoppe, el más vehemente, acusa a Hayek de ser un "mito" libertario: un pensador que parece radical pero que justifica el Estado mínimo mediante su concepto de consentimiento implícito y su defensa de una vaga evolución cultural, ignorando la argumentación ética libertaria contra la democracia y el estatismo. Para Hoppe, Hayek es un "socialdemócrata encubierto" por tolerar monopolios estatales en dinero y ley, y por su epistemología "pasiva" que subestima la racionalidad praxeológica (la propuesta a priori de Mises para describir y explicar la acción humana intencional). En su conferencia "The Hayek Myth" deconstruye la explicación del "orden espontáneo" de Hayek tildándolo de contradictorio contra lo que Hoppe propone un anarcocapitalismo puro. Otro texto clave en su ataque a Hayek es su libro The Great Fiction, donde expone cómo Hayek ignora realidades históricas al priorizar la evolución sobre el concepto de propiedad privada absoluta. Hoppe también critica el planteamiento del "problema del conocimiento" de Hayek como argumento insuficiente contra el socialismo de mercado.
La tirria, por tanto, surge porque Hayek era pragmático y evolutivo, un "liberal clásico" minarquista, mientras que Block, Rand y Hoppe son absolutistas y radicales: Rand en cuanto a la razón radical enfocada en la moral y la economía; Block, por lo que afecta a la metodología económica, se centra en tecnicismos y la pureza del libre mercado. Finalmente, Hoppe, respecto a su ética política, ataca a Hayek desde la praxeología y la ética de la propiedad privada, con un tono más político.
En última instancia, la tirria de Block, Rand y Hoppe hacia Hayek revela una fisura constitutiva dentro del liberalismo contemporáneo: la tensión entre la pureza doctrinal y el realismo institucional. Hayek no fue un libertario inconsistente, sino un liberal consciente de los límites del racionalismo y de la fragilidad del orden social. Comprendía que el mercado no sobrevive solo por axiomas, sino por costumbres, reglas y una mínima infraestructura estatal que permita su continuidad. Frente a él, los anarcocapitalistas encarnan el impulso utópico del liberalismo llevado a su extremo lógico: la pretensión de un orden perfecto sin coerción ni Estado. En esa divergencia —entre la humildad evolutiva hayekiana y el absolutismo racional o moral de sus críticos— se juega una de las grandes disputas del pensamiento liberal: si la libertad se protege mejor desde la imperfección prudente o desde la pureza intransigente.
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