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Trump en México

La lucha entre México y EEUU será un combate entre la ideología y la realidad.

La lucha entre México y EEUU será un combate entre la ideología y la realidad.
Claudia Sheinbaum. | Flickr/CC/Eneas

El gobierno de la populista Sheinbaum se siente vigilado por EEUU. El poder, de momento simbólico, del que será nuevo presidente de su vecino país, Trump, es ya tan grande que se resienten todas las cuadernas de ese barco a la deriva que es hoy México. El enfrentamiento no será entre dos realidades. Eso es cosa del pasado. La lucha entre México y EEUU será un combate entre la ideología y la realidad. La gran amenaza que se cierne sobre un gobierno de ideólogos, y sospecho que tan corrupto como todos los antiguos del PRI y el de su protector Andrés Manuel López Obrador, es el realismo de Trump. EEUU presentará cifras, números, matemáticas para resolver problemas. Sin cálculos adecuados no hay manera de solucionar cuestiones comerciales y económicas. Me temo que México responderá, como viene haciendo en casi toda su historia, con ideología. Será una batalla desigual. Creo que ganará la inteligencia.

Sin embargo, nunca es tarde para rectificar errores. Ojalá el nuevo populismo mexicano cambie, o sea, ojalá adquiera rápidamente un mínimo sentido de la realidad, o le irá de mal en peor. Ojalá el Gobierno de México contextualice los términos fundamentales en los que Trump establecerá la negociación entre los dos países. Digamos, pues, lo esencial sobre la relación entre México y EEUU. Por un lado, vemos corrupción, corrupción y corrupción, junto a la violencia, el crimen y la mentira institucionalizada; esos son los denominadores comunes de un Estado casi fallido, en verdad, un narco-estado, en la mayor parte de su territorio, que vive en buena medida de las remesas y ahorros que envían los mexicanos desde EEUU a México. Por otro lado, falso no sería reconocerlo, México obtiene sustanciales beneficios derivados del Tratado de Libre Comercio entre México, EEUU y Canadá (también conocido como USMCA), gracias al cual el comercio transfronterizo ha superado la cifra de los 800.000 millones de dólares anuales.

Este último dato significa muchas cosas, pero hay una que sobresale: las empresas estadounidenses dependen más que nunca de las plantas industriales mexicanas. Es posible que el Gobierno de Sheinbaum trate de utilizarlo contra Trump. ¡Cuidado! También Trump podría usarlo en su favor, porque es cierto que la revisión de este tratado está prevista para 2026, pero, ojo, Trump podría adelantarla. Si Trump no le satisface el comportamiento del Gobierno mexicano en su política de emigración y contra el narco, podría exigir un adelantamiento de la revisión de ese acuerdo comercial. A partir de ahora, México solo tiene dos opciones o negocia, como harán los comunistas rusos y chinos, y como lo hizo en el pasado López Obrador en el primer mandato de Trump, o se enfrenta directamente a EEUU. Si la castrista Sheinbaum opta por la segunda vía, debe saber que tiene en su contra millones de mexicanos de EEUU y del interior y, por supuesto, la revisión inmediata del citado tratado que, a pesar de lo entregado por México en la anterior revisión, es aún beneficioso para el país parido por La Malinche y Hernán Cortes que, a los pocos años de separarse de España, vendieron casi la mitad de su territorio a EEUU.

Nadie haga visiones quiméricas sobre los EEUU. Quítense la careta los remilgados analistas sobre la política mexicana. México no tiene futuro sin pasar por EEUU. Por tanto, es prioritario para su Gobierno darse un baño de realidad. Sacúdanse el pelo de la dehesa y miren lo que se les viene encima. Haría bien el Gobierno de Sheinbaum en dejar aparcado el rancio y ridículo nacionalismo mexicano. Déjense de decir bobadas sobre los gachupines. Inicien una revisión total de su historia e impongan la lectura obligatoria en todas las escuelas de Vasconcelos, Reyes y Paz. Vengan a la realidad. No hagan más el mamarracho con el rollo de siempre: en el pasado, los españoles fueron los causantes de todos nuestros males y, en el presente, son los yanquis. Salgan de esas miserias y miren de frente al vecino del Norte. Quizá la llegada de Trump, por segunda vez al poder, sea un buena medicina, un eficaz revulsivo, para salir de la noche obscura de la ideología populista. Salgan de esa "historia" construida para "legitimar" al gobernante de turno. Vuelvan, o mejor, descubran el realismo. El estoicismo hispánico y, especialmente, en su versión mejicana, les iría muy bien. Aprendan los gobernantes mexicanos del estoicismo de sus gobernados. Miren de frente a EEUU y verán que Trump es la voz de millones de mejicanos en EEUU. No está sólo.

Y, lo que es más importante, esos millones de mejicanos son y seguirán siendo una de las fuentes principales de la riqueza de México. Sheinbaum debería, pues, prestar atención al poder de Trump que le ha sido otorgado, en buena medida, por los mexicanos residentes en EEUU. México no es sin EEUU y, por supuesto, lo contrario es también una realidad, pero, de momento, EEUU tiene ventajas obvias sobre los gobiernos de México, en primer lugar, ha integrado en sus tradiciones políticas lo mejor de la civilización hispana, entre las que destaca la singularidad mejicana. Están tan bien integradas esa civilización y cultura que las advertencias de Trump, durante la campaña electoral, han sido claras y contundentes sobre los vínculos que establecerá con el Gobierno de México. Nunca un mandatario de otro a país ha sido tan claro con su vecino como lo ha hecho Trump con México. Es un hombre sincero. Dice la verdad: cerrará la frontera, impondrá aranceles e incluso enviará fuerzas estadounidenses a combatir a los cárteles de la droga mexicanos, naturalmente, si el gobierno mexicano no hace más para frenar el flujo de migrantes y drogas.

Sí, nadie dude de que Trump cumplirá con todo o, al menos, una gran parte de las promesas hechas en la campaña electoral sobre la deportación a México de los migrantes que se encuentra ilegalmente en el país. Tampoco duden de que Trump entrará, como ya entraron en el pasado otros gobiernos de EEUU, en territorio mexicano para perseguir delincuentes y narco-terroristas que asesinan y comercian ilegalmente en EE.UU. Porque Trump cumplirá, más pronto que tarde, lo que le exigen sus votantes hispanos, entre los que hay millones de mexicanos en EEUU, a saber, regulación ordenada y legal de la inmigración, la Administración de Sheinbaum debería negociar con realismo con el Gobierno de Trump. No creo que esto sea fácil, en mi opinión, porque Sheinbaum es una sectaria castrista, una ideóloga del comunismo más antiguo y atrasado del mundo, que quizá no haga caso ni siquiera de los consejos de su predecesor Andrés Manuel López obrador. He ahí el gran cambio, o mejor dicho, el terrible retroceso político de México: se ha pasado de un populista con algunas capacidades realistas a la hora de negociar, Andrés López Obrador, a una ideóloga sectaria del comunismo más cerril y encima resentida con su pasado español. El "patrioterismo" y nacionalismo trasnochados puede llevar al despeñadero a Sheinbaum. La visión transaccional de la política que unía a López Obrador con Trump ha desparecido. Sheinbaum es una sectaria de la peor estirpe. ¡No me gustaría estar en el pellejo de los mexicanos de bien! Aunque parece ser que el odio y animadversión que provoca esta señora entre los mexicanos, según todas las encuestas, está uniendo mucho a la ciudadanía más solvente de México.

Si Sheinbaum persiste en plantarse ante la renegociación del tratado comercial, las cosas pueden empeorar para México, pero si se adelanta y comienza a poner orden en los flujos migratorios y control para evitar que el fentanilo deje de causar estragos en la sociedad estadounidense, creo que la negociación con Trump será más suave y llevadera. El realismo es hoy más necesario que nunca para salir del pozo ideológico en el que está México. O sea, debe asumir con inteligencia que la nueva política energética de Trump también podría ser muy útil para los mexicanos. Deberían acompañar a Trump en la priorización en la producción de energía fósil. Si no lo hacen, entonces EEUU utilizará el uso del sector energético como una palanca de presión para negociar en otras áreas de la relación bilateral, como inmigración o seguridad. Es posible que Trump imponga restricciones para la exportación de gas natural o combustibles, dada la dependencia energética de su vecino del Norte.

Es obvio que en el ámbito energético ambos países están profundamente integrados, aunque de manera claramente asimétrica. México depende en gran medida de las importaciones energéticas de gas natural para mantener las luces encendidas y del diésel y gasolinas de ese país para transportar personas y mercancías que se desplazan a lo largo de México. Los números no mienten, México genera alrededor del 60% de su electricidad con gas natural, pero más del 70% de la oferta de este combustible proviene de importaciones por gasoducto principalmente de Texas. Para Estados Unidos esto no es menor, México es el principal destino de sus exportaciones de gas natural (29%) y representa el 6% de su producción total de gas. Ante estos datos, o el Gobierno mexicano se activa con realismo o puede entrar en una crisis profunda por las demandas de Trump. Entre la primera presidencia de Trump y la que iniciará en enero de 2025, hay muchas cosas en común, pero han habido también cambios muy importantes. En los dos casos sale perdiendo, en mi opinión, México. En efecto, entre los cambios, repito, el más desagradable es que el actual gobierno mexicano es más ideológico y menos negociador que el de Andrés Manuel López Obrador. Entre las cosas comunes, destaca que el antiguo y desastroso negociador mexicano, en 2018, del tratado de libre comercio entre México, Canadá y México, Marcelo Ebrard, sigue en la Administración del Estado mexicano, pero ahora con un puesto muy superior al de entonces. Sí, Ebrard es el nuevo secretario de Economía de México y encabezaría la delegación mexicana en la revisión del tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá prevista para 2026. Esperemos que ahora sea más inteligente que entonces, pues, como reconoció Mike Pompeo, secretario de EEUU en 2018, Ebrard accedió, o mejor dicho, se doblegó ante todas las exigencias de EEUU.

Olvidarse, por otro lado, de los problemas de la seguridad y emigración para centrarse sólo en los asuntos económicos, en la negociación con EEUU, sería el tercer error que podría cometer México. Se entraría, entonces, en un choque de trenes o de dos lógicas antagónicas: por un lado, México vería todo a través de una lógica economicista, mientras que Trump se preocuparía por los asuntos de seguridad nacional. En este último punto, Trump puede aprender mucho de Milei en Argentina, pero de eso ya escribiremos en otra ocasión.

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