
Durante cuarenta años una psicosis climática ha ido creciendo en las sociedades del mundo desarrollado, impuesta y fomentada desde la ONU y los gobiernos y apoyada por las élites financieras organizadas en torno al Foro Económico Mundial. Su justificación es una creencia extendida entre la comunidad científica de que el benévolo calentamiento experimentado por el planeta en estos últimos tiempos se debe en exclusiva a las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de la humanidad, y que ello constituye una crisis mundial sin precedentes. Esta creencia ha sido activamente fomentada por quienes controlan y financian la ciencia, pero jamás ha sido demostrada. Como no existen pruebas de ello, se exhiben unos modelos climáticos programados para culpar casi en exclusiva a nuestras emisiones y se habla de un consenso entre los científicos, como si la ciencia se decidiera por votación en vez de por demostración.
Esta psicosis climática ha sido inducida intencionadamente sobre una sociedad inerme, que carece de la capacidad para examinar la escasez de pruebas científicas que la sustentan, con el objetivo de justificar la transición energética. Esta transición consiste en sustituir las fuentes de energía basadas en los combustibles fósiles (gas, carbón y petróleo) por las llamadas nuevas renovables (sol y viento) y fue acordada en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992. En 1997 fue reforzada por el Protocolo de Kioto, que comprometía a tan solo 37 países y a la UE a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
La transición energética emprendida por estos países se inicia por tanto a principios de este siglo y pretende sustituir una energía continua y almacenable, producida en instalaciones duraderas, por una energía intermitente y esencialmente no almacenable cuyas instalaciones tienen una vida media más corta. Como dicha sustitución no es viable y cuando no luce el sol y no sopla el viento sigue siendo necesario tener energía, ello obliga a duplicar el sistema energético, resultando en una energía más cara para los ciudadanos. Al mismo tiempo, se quiere inducir a los ciudadanos a sustituir sus vehículos y calderas de combustión por otros eléctricos que resultan más caros. Como todo ello resulta en una disminución del nivel de vida de muchos ciudadanos, la psicosis climática se vuelve necesaria para justificar el empeoramiento. A pesar de que los datos científicos obstinadamente niegan que el clima se esté volviendo más violento o esté causando más víctimas, se nos dice que hay que salvar el planeta del cambio climático que causamos nosotros y que supone un riesgo existencial para nuestra especie y toda la vida sobre el planeta.
Pero, tras cinco décadas de calentamiento, que en su fase más reciente comienza en 1976, y cuatro décadas desde que el IPCC culpa de ello a la humanidad, la gente está sufriendo mucho más las medidas para combatir el cambio climático que el propio cambio, que se manifiesta principalmente en unos inviernos más suaves y una disminución de las muertes por frío. Los que tenemos más edad sabemos que las predicciones catastrofistas de hace un par de décadas no se han cumplido y se postergan a tiempos de nuestros nietos y bisnietos, demostrando que los que las hacen son incapaces de saber lo que va a pasar. Mientras, la carga de regulaciones climáticas afecta a todos los sectores de la economía, empezando por la agricultura y la ganadería, reduce su rentabilidad y lleva al cierre de numerosas empresas, presionando los precios al alza. El aumento del coste de la energía también provoca la deslocalización o cierre de muchas industrias. Todo ello hace que los países firmantes de la reducción de emisiones estén al borde de la recesión económica, solo evitada por un incremento masivo de la deuda externa, que pronostica un futuro económico muy negro.
Más allá de los argumentos científicos, que escapan a la comprensión de la mayoría, es fácil darse cuenta de que nos encontramos ante una psicosis de escasa base real. Desde 1995 ha habido 29 conferencias climáticas, la trigésima se celebrará en Brasil este año. En estos treinta años el consumo de combustibles fósiles no ha cesado de aumentar, el dióxido de carbono ha seguido aumentando en la atmósfera, y la solución aprobada es que los países que han reducido y siguen reduciendo sus emisiones paguen miles de millones de dólares a los países que no las han reducido ni tienen intención de reducirlas. España es el undécimo mayor contribuyente a ese fondo de financiación climática que aspira a distribuir trescientos mil millones de dólares cada año a cambio de nada. Es evidente que, para un problema supuestamente existencial que se conoce desde hace 30 años, ni las acciones realizadas ni las propuestas constituyen solución alguna. Solo cabe concluir que el problema no es tal.
Las psicosis inducidas en las masas pasan por varias fases, desde su descubrimiento a la acción maníaca inicial, del desencanto ante la falta de progreso al cansancio, y finalmente a su abandono. Este ciclo, descrito en los años 70 por el sociólogo norteamericano Anthony Downs, se observó en la psicosis por la crisis de superpoblación que fue inducida sobre millones de personas a finales de los 60 y que debía conducir indefectiblemente en pocos años a hambrunas masivas y al colapso de la sociedad. La psicosis por el agujero de ozono en la Antártida también se ha dado por saldada. Pocos parecen saber que dicho agujero continúa teniendo el mismo tamaño que en los 90 cuando la psicosis hacía que ocupara todas las portadas.
¿Ha llegado el punto de inflexión en la psicosis climática? Hay bastantes indicios de ello. Uno por uno no parecen tener gran importancia, pero en su conjunto constituyen un poderoso argumento de que dicha psicosis ha alcanzado su punto culminante y comienza a retroceder.
- La poderosa alianza climática de bancos e instituciones financieras «Net Zero Banking Alliance» se deshace como un azucarillo con el abandono de Goldman Sachs, Moody's, Wells Fargo, Bank of America y Citigroup.
- Al mismo tiempo JPMorgan Asset Management, Pacific Investment Management Co. y State Street Global Advisors, se retiraron de «Climate Action 100+», el mayor grupo de inversores del mundo creado para luchar contra el calentamiento global.
- El valor de las acciones de las empresas de energías renovables incluidas en el índice «S&P Global Clean Energy Transition» ha caído un 65% desde 2021, mientras que el índice S&P500 del sector de la energía, que incluye a las principales compañías de energía fósil, ha duplicado su valor en ese periodo. Las inversiones en renovables no rentan.
- La organización climática Breakthrough Energy, fundada y financiada por Bill Gates despide a buena parte de su personal y se retira del campo climático para centrarse en la energía.
- La ONG 350.org, famosa por realizar 5.200 protestas en 181 países antes de la conferencia climática de Copenhague en 2009 y por encabezar las protestas contra el oleoducto de Keystone en 2012, sufrió una grave crisis de financiación y falta de diversidad racial en 2022, con numerosos abandonos y despidos y la salida de sus fundadores, y desde entonces se ha vuelto inoperante e incluso ignora el día de acción climática que ella misma creó en 2009.
- La ONG con 13 años de antigüedad Climate Nexus, que buscaba responsabilizar del cambio climático a las compañías petroleras y participaba en las conferencias climáticas, se ve obligada a cerrar por falta de financiación.
- Greta Thunberg ha desaparecido de la escena climática y se dedica al activismo político, alienando a buena parte de sus seguidores.
- Compañías con ambiciosos objetivos de reducción de emisiones son las primeras en abandonarlos. Air New Zealand, que se comprometió a reducir sus emisiones un 29% para 2030 ya ha comunicado que renuncia a hacerlo.
- La UE busca rebajar su objetivo climático de reducir en un 90% las emisiones para 2040 sin que se note mucho. En el seno de la UE se ha producido un enfrentamiento entre los que defienden dicho objetivo y los que se oponen porque la prioridad ha cambiado del clima a la defensa. Por ello se barajan aplazamientos de los recortes más drásticos y una contabilidad creativa basada en créditos de carbono internacionales, mucho más baratos y menos fiables.
- Tras 17 años comprando cantidades masivas de créditos de carbono, Google ha abandonado la neutralidad carbónica porque el desarrollo de su inteligencia artificial le ha llevado a incrementar sus emisiones de CO2 en un 50%.
- Greenpeace ha sido condenada a pagar 660 millones de dólares por daños y difamación a los operadores del oleoducto de Keystone durante las protestas de 2012.
El escritor escocés Charles Mackay escribió en 1841 el primer tratado sobre las psicosis de masas, con ejemplos como las cruzadas o la caza de brujas, y describió por primera vez las burbujas económicas, una forma especial de psicosis de masas. Su conclusión sigue siendo tan válida ahora como entonces: "Cada época tiene su locura peculiar; algún plan, proyecto o fantasía en el que [las personas] se sumergen, impulsadas ya sea por la avaricia, la necesidad de emoción o la mera imitación. Los hombres, como bien se ha dicho, piensan como rebaño; se verá que enloquecen como rebaño, mientras que solo recuperan su cordura lentamente, y uno por uno". Las personas están abandonando la psicosis climática de una en una y es de esperar que ello les sirva de vacuna para evitar futuras psicosis inducidas por las élites que nos gobiernan, que saben bien que el miedo es una fuerza poderosa para el control de las masas.
Javier Vinós es doctor en ciencias, científico, e investigador climático independiente. Ha publicado varios libros sobre el cambio climático en diferentes idiomas. Es el presidente de la Asociación de Realistas Climáticos.
