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Amando de Miguel

Recuerdo lejano del último debate

La figura retórica más socorrida fue la anáfora, la cansina repetición de muletillas: "Mire usted, señor Rajoy".

Me refiero a ese antiguo ritual del debate sobre el estado de la nación, que se hacía antes. Me alegro de que haya fenecido la costumbre espuria. Fue una mala imitación de un uso parlamentario de los Estados Unidos. Pero aquí no había tradición de un Informe de la Presidencia sobre el estado de la nación. Por tanto, era normal que a los debatientes no les importara nada tal estado. Era más bien un espectáculo para lucimiento de los dirigentes de los respectivos partidos en la Cámara. El auditorio se aburría soberanamente (nunca mejor dicho). Hasta la presidenta de la Cámara se puso a jugar con el cacharro electrónico mientras peroraba su jefe de filas.

Los periodistas hicieron todos los esfuerzo posibles para mantener el interés del público, pero que si quieres arroz, Catalina. Introducían con calzador la pregunta "¿Quién ha ganado el debate?", como si se trata de una competición deportiva. Pero no había manera de convencer al público de que aquello era un juego de suma nula; es decir, que tenían que haber un ganador y un perdedor. Estuvo claro que todos habían perdido. Había sido un juego de suma negativa. A veces pasa en la vida.

El último debate, como todos los anteriores, no fue tal sino una especie de monólogos sucesivos, muchas veces leídos, o por lo menos escritos de antemano. Incluso se leían las réplicas; cosa fácil, pues lo que decía cada contrincante era perfectamente previsible. Como es lógico, nadie pareció convencerse de nada.

La figura retórica más socorrida fue la anáfora, la cansina repetición de muletillas: "Mire usted, señor Rajoy" o el martilleante "yo" del Presidente.

En el mejor de los casos el debate fue un cruce de corta y pega de datos estadísticos sobre la Economía. Todos trataban de parecer economistas. Curiosamente, el líder socialista, profesor de Economía, no pareció tal. Qué humildad la suya.

Los partidos emergentes en la nación (Podemos y Ciudadanos) no se hallaban presentes en la Cámara. Su ausencia certificaba el carácter irreal del debate. Sin embargo, muchas de las propuestas que se avanzaron en las respectivas intervenciones eran puntos que habían ofrecido antes los discursos de Podemos o de Ciudadanos. Algo común a todos fue el estatismo. Baste decir que nadie puso en duda la prepóstera presunción de que el Gobierno puede crear puestos de trabajo. Dichosa ignorancia.

El esquema del debate (para que lo recuerden los historiadores) fue así de simple. Cuando hablaba el Presidente, su argumento era: "Yo lo hago bien". Quien le contestaba venía a decir: "Su señoría es un desastre". Bueno, ya no se utilizó la cortesía del vocativo "su señoría". En todo caso se dijo muchas veces "señorías", como se podía haber dicho "señoras y señores" o "compañeros y compañeras".

Aunque la megafonía funcionaba muy bien, no se explica por qué los oradores gritaban tanto. Quizá pensaron que se trataba de un mitin transmitido por televisión. Eso es lo que realmente fue.

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