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Toscana: "Stalin fascinaba desde la distancia, los que le amaban no querían vivir en la URSS"

El autor mexicano publica El peso de vivir en la tierra, una hilarante historia con la que homenajea la mejor literatura clásica rusa.

David Toscana, autor mexicano | Editorial Candaya

El escritor David Toscana (Monterrey, México, 1961) creció en un hogar donde solo había dos libros, ¡pero qué libros!: Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski. Por supuesto que leyó otros títulos que sacaba de la biblioteca, pero estos dos ejemplares fueron sus dos amores de adolescente. Le han acompañado en la vida adulta y los ha combinado magistralmente en su nuevo libro El peso de vivir en la tierra (Candaya), creando una suerte de Quijote espacial con el que homenajea la literatura clásica rusa. Hay humor, devoción por la literatura y erudición.

Se trata de un delirante viaje que emprende Nicolás, un hombre del norte de México que, ante la noticia de la muerte de tres cosmonautas soviéticos al volver a la Tierra, después de 23 días en la estación espacial Sályut, cambia su nombre por el de Nikolái Nikoláievich Pseldónimov y da un vuelco a su vida cotidiana. Recluta a un puñado de desconocidos con los recorre, como un funambulista, la delgada línea que separa realidad y la literatura mientras recrea novelas, cuentos y obras de teatro rusas, desde Tolstói hasta Bulgákov, desde Chéjov hasta Ajmátova. Comienza a llamar a su esposa Marfa Petrovna, como el personaje de Crimen y castigo, de Dostoievski; y a un borracho que acaba de conocer Guerásim, con el de La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi.

A diferencia de los caballeros que imitaba don Quijote, estos son antihéroes a los que vivir en la tierra les supone un peso insoportable y juegan a ser otros. "A mis personajes les ocurre que, después de leer mucha novela rusa, se dan cuenta de que hay mucho de la condición humana que no han tocado. Descubren que pueden ser alcohólicos, asesinos, infieles, dedicarse a oficios mediocres, enfermarse de tuberculosis o pagar la dote, como hacen los personajes rusos del siglo XIX. Quieren enriquecer sus vidas tocando estas miserias y grandezas humanas", explica el autor a Libertad Digital. Estas excentricidades permiten una profusa reflexión acerca de la belleza, la violencia, la no pertenencia o la supervivencia.

Toscana reivindica el poder de la literatura en cuanto nos permite soñar. "Don Quijote hace realidad sus fantasías. Es lo que nos ocurre de niños y que vamos perdiendo de adultos. La literatura, los grandes clásicos, nos devuelven a la infancia".

En esta aventura, los personajes convierten la ciudad de Monterrey en escenarios de la Rusia zarista y la soviética. Una cantina será una estación espacial, una huerta será una dacha y un teleférico abandonado será la plataforma de despegue. Para sus personajes, la ficción tiene más valor que la realidad, aunque para cualquiera "la realidad es algo que nunca acabamos de entender". "Un mismo hecho puede ser narrado de varias formas. Nunca alcanzamos a modelar la idea de la realidad. Si no la tenemos tan a la mano, ¿por qué no construirla a nuestro modo?".

La censura rusa

Toscana ha logrado, con brillantez, una multiplicidad de historias superpuestas con las que conocemos escenas de novelas y de la vida de sus autores, escritores a los que les tocó lidiar con un sistema comunista receloso ante cualquier atisbo de "individualidad". "Stalin fue un perseguidor de escritores. Muchos acabaron ejecutados o enviados a campos de concentración".

La literatura da mucha dignidad y ambición. En un pasado, se decía que las mujeres no deberían leer ‘Madame Bovary’ porque les daría ideas de libertad.

Por eso, le resulta incoherente el amor por el dictador. "La gente que no vivía en la Unión Soviética lo veía como un director de un sistema totalitario que fascinaba desde la distancia. En México había muchos estalinistas pero ninguno quería vivir en la Unión Soviética, al igual que había muchos pro Fidel Castro que no querían vivir en Cuba. Creó una fantasía extraña que sigue perdurando porque hay un hilo conductor que va de Stalin a Putin. Al final, les gusta una idea de totalitarismo".

Toscana asegura que en la Unión Soviética era una constante lo que hoy llamamos cultura de la cancelación. "Grandes poetas como Anna Ajmátova vivían en la miseria mientras los escritores oficiales del estado tenían casas de campo, mejores ingresos que el soviético medio y otros privilegios".

"Hay muchos regímenes totalitarios que no les gusta que la gente lea y apartan los libros de las escuelas. La literatura da mucha dignidad y ambición. En un pasado, se decía que las mujeres no deberían leer Madame Bovary porque les daría ideas de libertad. Esta idea de libertad está prácticamente en todos los clásicos. En el régimen comunista, las novelas no tenían que ser declaradamente críticas con el estado para que los escritores fueran perseguidos y encarcelados. Bastaba con que sembraran la semilla de la individualidad", añade el mexicano.

Los clásicos

Las novelas rusas eran bastante trágicas, pero dice Toscana que "el humor llega del contraste, de enfrentarnos a algo irracional, absurdo o incluso trágico".

Hoy en día, los grandes clásicos se difuminan en las librerías entre tanta novedad editorial: "Un lector no puede ser un buen lector si no acude a los clásicos, sean rusos, franceses, españoles o griegos". El autor mexicano insiste en que no tiene ningún sentido despreciar a los clásicos rusos como protesta por la invasión de Ucrania. "Es contraproducente. Si ves sus biografías, notas que son gente que siempre luchó por la libre expresión y siempre fueron castigados por ello. Juegan por el lado de la libertad, no del totalitarismo".

Toscana es un lector insaciable de novelas. Jugando con el título de su novela, nos dice que publicarla ha aliviado el peso de vivir en la tierra: "Como escritor, tenemos esa cosa romántica de que escribimos para nosotros, pero publicamos para los lectores. Si nos fijamos en los rusos, tenían libertad para escribir, pero no para publicar. Esto es muy pesado para un escritor".

David Toscana es autor de otras novelas como El último lector (2004, premios Antonin Artaud, Bellas Artes de Narrativa y José Fuentes Mares), El ejército iluminado (2006, Premio Casa de las Américas José María Arguedas), Los puentes de Königsberg (2009), La ciudad que el diablo se llevó (2012, Candaya 2020), o Olegaroy (2017, premios Xavier Villaurrutia y Elena Poniatowska).

David Toscana. El peso de vivir en la tierra. Candaya Narrativa 84 . ISBN: 978-84-18504-49-5. 320 págs. PVP: 20€

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