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La escandalosa y amoral vida de Emilio Rodríguez Menéndez, "El abogado del Diablo"

Ha muerto el casi legendario Emilio Rodríguez Menéndez, conocido por ser el abogado más embaucador y falsario de los medios españoles.

Emilio Rodríguez Menéndez y Mila Ximénez. | Cordon Press

Contar la vida del abogado madrileño Emilio Rodríguez Menéndez, que acaba de morir horas después de cumplir setenta y cinco años en un hospital, supone un ejercicio complicado para el cronista, quien precisaría, tal vez, ser un maestro de la novela negra, caso por ejemplo de Dashiell Hammett, o cualquier otro acostumbrado a la jerga policial, o la de los profesionales del Derecho Penal. No conocemos ningún otro caso en España que el de este delincuente quien en vez de desarrollar su inteligencia, como se le reconoció nada más acabar la carrera, aprovechó su título para defender causas oscuras, algunas criminales, y no sólo eso: él mismo, Emilio Rodríguez Menéndez, fue un embaucador, falsario, que llevó una vida ajena a todo sentido de la moral, como lo fue, entre otras peripecias, haberse casado con varias mujeres, a sabiendas de que practicaba la bigamia.

Condenado en varias ocasiones por diferentes delitos, burló la justicia, se mofó de ella, no la respetó al ser detenido cuando le otorgaron la libertad provisional, escapándose de la cárcel, y ejerciendo con absoluta impunidad tanto su profesión, fuera de España como la de Psicología, de manera ilegal. Se burló, en una palabra de la Justicia de igual modo que de Hacienda, a quien dejó de pagar unos millones que le reclaman por no haber cumplido con sus obligaciones fiscales. Padeció más de un atentado por sus líos amorosos. Y, en una palabra, pasa a la historia como un turbio personaje de las crónicas de sucesos.

Sus primeras experiencias delictivas

Quien esto escribe precisaría de muchas páginas aun reduciéndolas a lo más sobresaliente de las andanzas de este pícaro, sinvergüenza, auténtico cínico. Nada sabemos de sus lazos familiares, salvo que él decía ser hijo de un teniente general del Ejército, saltándose varios escalafones, pues sólo era coronel, de lo que no tenía por qué disimular. Mas ya de joven dejaba volar su imaginación, a través de la mentira.

Fallece a los 75 años Emilio Rodríguez Menéndez, abogado de casos mediáticos como el de 'El Dioni' o 'La dulce Neus'

Sabemos que en 1978 se encontraba en Bolivia cuando a sus veintiocho años ya comenzó a delinquir haciéndose pasar por representante del Estado español ante la ONU. Ignoramos por qué esa falsedad. Así iba engañando a los que podía hasta que lo detuvieron por firmar cheques falsos del Banco Comercial Mexicano por un total de un millón de dólares.

No encontrando en nuestras investigaciones alguna detención anterior demos por hecho que, ya antes de la treintena, se desenvolvía entre los hampones de guante blanco.

En él encontramos rastreando su biografía delictiva un afán por engañar a cuantas mujeres despertaban en él lujuria o aprovechamiento patrimonial. Permaneciendo una temporada en Chile, dado que le gustaba viajar a menudo a la América hispana, ingresó en una prisión acusado de bigamia tras casarse con Patricia de Lourdes Bonet Cornejo sin haberse separado aún de quien fue su primera esposa, la española María del Pilar Marquet y Lafite. Después se matrimonió por tercera vez con la chilena Viviana Muñoz. Un hermano de ella la emprendió un día con su cuñado, Emilio, cuchillo en mano, a quien atacó un día del verano de 1995 reclamándole una deuda de ochocientas mil pesetas que se negaba a pagarle. Ya iremos contando otras aventuras amorosas del sujeto.

La Dulce Neus y El Dioni

Dejando aquellas latitudes, siguiéndole la pista ya en España en el decenio de los 80 del pasado siglo, tenemos ya a un abogado que iba haciéndose muy popular por su afán en ser defensor, a veces de causas perdidas, con personajes que ahora se llaman mediáticos. Uno de ellos fue una mujer catalana, Dulce Neus Soldevilla, casada con un hombre que la maltrataba, llamado Joan Vila. De tal manera que llegó a inducir a uno de sus hijos, el que por su edad podía obtener menos castigo de la justicia, para que matara a su padre, aprovechando una tarde que estaba bajo los efectos de una siesta. Aquel parricidio movió a la sociedad española. ¿Tenía aquella mujer, culpable por ser quien ideó tan horrible crimen, justificación alguna al ser víctima del maltrato de su esposo? Emilio Rodríguez Menéndez, raudo siempre a aprovechar la posibilidad de defensa de un cliente, al que los medios de comunicación dedicaron inmediata, profusa atención (incluso se rodó una película), llevó el caso adelante en 1981.

Ya Rodríguez Menéndez aparecía, muy ufano, en las crónicas de sucesos y luego de sociedad. Un caso en adelante que le proporcionó, si cabe, más atención fue a costa de un vivales llamado Dionisio Rodríguez, chuleta madrileño que soñaba con hacerse millonario. Su profesión de guardia de seguridad de una empresa encargada de recoger bolsas ingentes de dinero de algunos bancos, le proporcionaría la ocasión de burlar a sus compañeros del furgón, para huir con un botín de cerca de trescientos millones de pesetas. "El Dioni", como empezó a ser llamado tras su audaz atraco, se fugó al Brasil, gastándose buena parte de su robo en cambiar de jeta en una clínica y en juergas diarias con prostitutas. Cuando volvió a España, ya con menos "guita", fue detenido. Y Rodríguez Menéndez se ofreció para defenderlo. No le fue mal, porque la Audiencia Provincial de Madrid condenó a "El Dioni" sólo a tres años y cuatro meses de prisión menor por apropiación indebida. Se convirtió en una especie de héroe castizo por aquello de que robar a un banco suscita adhesiones. Acabó unas temporadas cantando en locales cutres, sin arrepentirse de sus fechorías, muy agradecido a su abogado Emilio.

Un suceso confuso acaeció en Madrid cuando desapareció un joven delincuente, Santiago Corella "El Nani". Lo dieron como responsable de un robo de joyas. Algo falso, urdido por unos policías que traficaban con ellas. Y le "cargaron el muerto", nunca mejor dicho, al pobre desgraciado. Rodríguez Menéndez fue quien defendió a aquellos condenados servidores del orden, que no lo cumplían. La verdad es que a este Emilio nunca le importó ser abogado defensor de gente del hampa. Lo hizo con algunos asesinos en serie y en concreto también con un jefe de la mafia turca. Asimismo consta que entre su clientela también hubo algunos pertenecientes al Gal.

Intentando no alterar mucho cronológicamente el historial novelesco de nuestro personaje, lo encontramos urdiendo un suceso con visos políticos.

El vídeo porno de Pedro J. Ramírez

En las esferas políticas de la España de la transición, un periodista riojano, Pedro J. Ramírez, se había convertido en látigo de algunos dirigentes, a través de sus páginas en Diario 16, donde era una estrella, su director, de donde saltaría para fundar El Mundo. Ganas le tenían algunos de esos paniaguados políticos para hacerle cambiar de rumbo en sus habituales crónicas acusatorias. Y en esos círculos del poder alguien dio con Emilio Rodríguez Menéndez para que organizara una trampa al periodista. Consistente en servirse de una prostituta. Un colaborador con cámara dispuesta grabó ciertas escenas sexuales. Llevadas a un vídeo, del que se hicieron unos cientos de copias sirvieron para tratar de desacreditar a Pedro J. El año 2004 el impávido abogado fue condenado a dos años de cárcel por violar la intimidad del periodista con aquel vídeo difundido en 1997. Hasta se vendía los domingos en algunos puestos del Rastro madrileño.

Como quiera que Emilio siempre elegía su clientela, a ser posible entre gente habitual en la crónica rosa de las revistas o los programas televisivos del corazón contactó con Antonio David Flores, del que se recuerda que siendo guardia civil estafó a unos extranjeros por una supuesta multa de circulación. Luego de salir del Cuerpo, casado con Rocío Carrasco y tarifar con ella, se enfrascó en una larga historia judicial y no sólo eso: demandó a su suegra, Rocío Jurado. De todo ese lío familiar se ocupó Rodríguez Menéndez ante los tribunales, hasta que hizo buenas migas con el cuitado, nombrándolo su socio en un negocio de prensa, que luego contaremos.

Burlas al fisco

Un tipo como Rodríguez Menéndez no se cortaba un pelo (a pesar de la barba frondosa que lucía) y en ese periodo, vigilado por la policía, huyó a la Argentina, donde sería detenido un año después. Y es que allí donde pasaba, como el histórico Atila, armaba sus líos siempre a costa de sus estafas. Estando en libertad condicional regresó a Madrid en 2006, fue arrestado en Lisboa y trasladado a una cárcel de Salamanca. El Tribunal Supremo elevó a diez años su condena a prisión. Por esas calendas también Hacienda se acordó del sujeto reclamándole dos millones de euros por no haber declarado entre 1990 y 1993 sus obligaciones fiscales. Lo multaron con tres millones y seiscientos mil euros.

Obtenido un permiso penitenciario se fugó a Francia, Paraguay y Argentina, donde fue ganándose las habichuelas a base de engañar a quienes se ponían a tiro, bien oficiando de abogado, ilegalmente, o haciéndose pasar por psicólogo.

Cuando Pinochet encarnaba el poder en Chile lo metieron en la trena por delitos de estafa. Su imaginación para engañar al prójimo resultaba portentosa.

Los supuestos negocios de Antonio David con Rodríguez Menéndez que denuncia Rocío Carrasco

Amoríos y negocios

En estos hilos biográficos de quien era conocido como "El abogado del diablo", lo que a él le complacía (fue el título de una película de 1997), Emilio Rodríguez Menéndez era un personaje habitual de las tertulias televisivas, desde Esta noche cruzamos el Mississippi hasta Crónicas marcianas. También de vez en cuando se le citaba en las páginas rosas de los semanarios, porque nuestro amigo gustaba de tener relaciones con aspirantes a actrices, o modelos, a las que ligaba, imaginamos con promesas de convertirlas en estrellas u otras prebendas para que cayeran en sus brazos. De ellas, recordamos los nombres de Nuria Bermúdez (a la que también dedicaba su tiempo Antonio David Flores), Sonia Moldes, Malena Gracia, Mila Ximénez (ex de Manolo Santana)… Con Belén Esteban tuvo sus más y sus menos, llamándola "La princesa de los cuernos", alusión a Jesulín, analfabeta e inculta.

Dio Emilio Rodríguez Menéndez en convertirse en empresario de prensa y adquirió por una irrisoria cantidad la propiedad nada menos que del que fuera un veterano y prestigioso diario Ya y el semanario de toros y espectáculos en general Dígame. Porque la Editorial Católica había quebrado. Y en esas publicaciones, Emilio aprovechó para que aparecieran en ambas fotografiadas sus chicas, sus amantes, forzándolas a que terminaran en la cama con él o al menos fueran sus parejas algún tiempo para pasearlas por locales de moda en Madrid. Terminaría sus malos rollos con ellas, pues acabó insultando a Mila tratándola como una cualquiera. A Karmele Marchante, que lo martirizaba en "Tómbola", la sacó en el número 1 de "Dígame" metida en una jaula.

Su nefasta experiencia en Dígame no fue nada con lo que hizo en Ya cuando se inventó una entrevista con Antonio Anglés, acusado de haber asesinado a las tres chicas de Alcasser, y huido de la justicia. Emilio pagó seis mil pesetas a un modelo brasileño para un reportaje fotográfico aparecido en portada y páginas interiores del "Ya", como si fuera aquel asesino. El director del periódico, mi querido colega José María de Juana, al ver aquel atropello que se empeñó en publicar falsamente el abogado convertido en pérfido editor, optó por abandonar su puesto.

Más esposas, tiroteado, un zoo en su casa

A todo esto su vida amorosa, bien con amantes, muchas de ellas de mala fama, se completaba con sus esposas. Un medio informativo ha elevado a siete quienes se casaron con él. No hemos llegado a precisar esa cifra, pero lo es cercana. Ya apuntamos quiénes habían sido sus tres primeras mujeres. La cuarta se llamaba Laura Fernández, mujer brava por cuanto hizo para vengarse de las fechorías del interfecto. Transcurría 1999 cuando buscó a un sicario que respondía al nombre de Nacho, le prometió cincuenta millones de pesetas, un reloj Cartier y favores sexuales siempre que se cargara al abogado. Subido en una motocicleta lo intentó, hiriéndole de bala en el tórax, pero Rodríguez Menéndez, que iba de copiloto en su "Mercedes" se salvó por los pelos. Herido, llevado al hospital, estuvo a punto de palmarla. A su ex le cayeron once años de cárcel.

Por aquella época Emilio Rodríguez Menéndez vivía en un lujoso chalé en Las Rozas, afueras de Madrid, donde excéntrico, había instalado un zoo donde cohabitaban caimanes con perros, un león, un tigre, aves exóticas…En la piscina nadaban unas cuantas pirañas. Los vecinos estaban hasta el gorro de Emilio, le tenían miedo. En cierta ocasión llegó un individuo y lo persiguió con un arma de fuego, y entonces, Rodríguez Menéndez salió en calzoncillos por lo alrededores de su mansión, refugiándose en una gasolinera, desde donde pidió auxilio a la policía.

Suspendido por el colegio de abogados

Por lo referido, se habrán percatado que este Emilio abogado era una buena pieza. Por no pagar, le debía a su sastre varias facturas.

Otra de sus mujeres, para nosotros la última, aunque tal vez tuviera otras dos, fue la número cinco, Vanessa Paloma, con quien tenía un hijo. Desconocemos si con las demás esposas también hubo descendencia; no nos extrañaría. Con Vanessa acabó separándose igualmente. Y como no podía vivir sin estar rodeado de ellas, es más que probable que sumara más idilios.

Daría la vida de Emilio Rodríguez Menéndez para un buen guion cinematográfico. O una novela por entregas. Los últimos años de su vida, cuando entre otras cosas había pedido protección en Argentina y armó historias de las suyas rozando el código penal, se estableció ya definitivamente en Madrid. No sabemos de qué vivió años atrás, pues en 2014 fue suspendido por el Colegio de Abogados de Madrid.

No obstante, por una última indagación, hemos sabido que en 2023, no pudiendo ejercer la abogacía, se sirvió de su astucia para engañar a todo bicho viviente que se le presentara delante, conoció a unos inversores y con su labia los convenció para que se asociaran con él en una operación de compraventa de petróleo. Los muy ingenuos cayeron en la trampa hasta que advirtieron la estafa a que habían sido sometidos. Denunciaron el caso y Emilio Rodríguez Menéndez fue condenado. Probablemente fue su última "hazaña".

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